Escribiendo una novela on-line

Bienvenidos a la cocina de una novela. Dia a dia, encontraran publicado el refinamiento del material original de mi novela "Santana". Que lo disfruten.

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Location: Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas, Spain

Supongo que me parezco a lo que imaginan de mi mis lectores.

Saturday, April 02, 2005

Capitulo III

En rigor, Jorge le habia prometido casamiento. Pero (como las confesiones arrancadas bajo tortura) su promesa difusa carecía de validez, dado que Ana se la habia arrancado en una noche afiebrada; cuando el falsario metalúrgico estaba a milímetros de penetrarla por vez primera. Y en tales circunstancias más de uno hemos prometido cualquier cosa.

Pero la promesa existió. Y no era tanto por amor que Ana gustaba de aferrarse a la idea de su poco probable casamiento. Sino mas bién porque intuía que en breve (tenia veintiocho años y en dos meses cumpliría veintinueve) comenzaría la inevitable y galopante devaluación que, en realidad, hacía años había comenzado.

Así las cosas y despues de haber recorrido miriámetros de penes esquivos a la hora de formalizar, Ana gustaba imaginarse llegando al altar con el joven obrero metalúrgico, entre músicas de órgano y miradas de envidia. Aunque solo fuera para terminar con su odiada soltería y con las insidiosas preguntas de las viejas del barrio ("¿para cuando los confites, nena?¿no te vas a quedar a vestir santos Anita, no?). Pero era intuitiva y en su interior algo le avisaba que no se hiciera demasiadas ilusiones.

Lo que Ana no intuía todavía (antes de que sonara el teléfono) era que después de la muerte de su abuela y de cuatro días de llanto ininterrumpido, se encontraría tan abruptamente con la desoladora noticia con que se iba a encontrar. Pero de eso se enteraría mas tarde. En aquel momento recién su madre le decía:

- Ché, tenés teléfono... es el Jorge.

Ana caminó hasta el teléfono, lo tomó y dijo mirándose a los ojos en el espejo del dressuoir:

- Mi amor...

Seco, distante, preparando el terreno, Jorge le informó:

- Necesito verte. Tenemos que hablar.

Ana, como otras veces, presintió las intenciones de Jorge. Pero a diferencia de otros presentimientos este venía, como mínimo, multiplicado por diez. Desde siempre, los presentimientos nefastos le aflojaban el vientre. Frente al espejo Ana no pudo controlar el esfínter y se rajó un violento pedo. Jorge sintió el trueno.

- ¿Y eso?¿que fue eso? -Pregunto asombrado.

Ana ya aspiraba con delectación y avidéz la morbosa fragancia de su pedo. En éxtasis casi, le respondió.

- Nada... snif... es... snif... la silla que crujio.

Pero el pedo era tan morboso que su perfume a muerte penetraba en todos lados. Inclusive por las líneas del teléfono. Alejando súbitamente el auricular por donde ya emanaban también sus fétidos vapores, Jorge la acuso con dureza.

- !Yegua, que baranda morbosa!!Te recagaste la puta que te pario!

- Yo no fuí... snif, habras sido vos... snif, las chicas no nos tiramos pedos. -Contestó ella con fingida indignación, interrumpiéndose para aspirar los últimos restos de la repodrida nube con enfermiza pasión.

- Si dale para que tenés el oje...

- ¡Pensá lo que quieras!, ¡yo no fuí! -lo interrumpió ella secamente.

- Bueno. Basta. Concretemos porque me estoy intoxicando con el tubo en la mano. -Propuso él, ya de muy mal humor.

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