Escribiendo una novela on-line

Bienvenidos a la cocina de una novela. Dia a dia, encontraran publicado el refinamiento del material original de mi novela "Santana". Que lo disfruten.

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Location: Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas, Spain

Supongo que me parezco a lo que imaginan de mi mis lectores.

Wednesday, April 06, 2005

Capitulo VIII

Al día siguiente Ana llamó a María desde el hospital. Recién en la llamada número diecisiete logró ubicarla y le comunicó con alegría su decisión de casarse. María perpleja la felicitó y su perplejidad se transformó en una pregunta perpleja.

- ¿Pero cómo que vas a casarte?, ¡si no tenés novio!

A lo que Ana respondió:

- Justamente, para eso necesito tu ayuda.

María del otro lado de la línea se encogió de hombros.

- Mirá, puedo presentarte un tipo, pero novio-novio... de pedo si tengo para mí.

Ana chasqueó la lengua.

- Ya sé, no se trata de eso. Esto es más importante que tener novio. Tiene que ver con el destino... ¿cómo te explico?... es como estar predestinada a ser millonaria, no importa si tenés boletas de PRODE o billetes de lotería o nada, si tu destino es ser millonaria, los tengas o no, igual vas a terminar llena de plata.

- Sí, bueno -admitió María- pero, ¿que es más importante que buscar novio, para terminar casada?

- ¡Construir un destino de esposa! -exclamó Ana con euforia.

- ...

- Oíme.

María se quedó en silencio y Ana le explicó su brillante idea con la misma soberbia con que Sherlock Holmes explicaba sus retorcidas elucubraciones.

- ¿Viste las tortas de los casamientos?

- Sí boluda, en el mío va a haber una.

- Justamente. Viste que la repostera le pone unas cintas con pavaditas atadas en la punta adentro del bizcochuelo...

- Sí, en la mía también va a haber...

- Y bueno nena...¿qué pasa con la que saca la cinta con el anillo en la punta?

- ... La que se saca el anillo es que se va a casar...

- ¡Eso! ¿Entendés ahora? Lo que yo quiero es que vos le digas a la repostera que le haga alguna marquita a la cinta que tiene el anillo, así me la saco yo.

- Claro... ¡bárbaro!... ¡muy buena idea!... -exclamó María haciendo un silencio asombrado- ...¡es genial! ¿cómo no se me ocurrió a mí antes?

"¿Pero qué se te puede ocurrir a vos?", pensó Ana y dijo:

- ¿Nocierto que sí?

- Bárbaro, te felicito... bueno, pero igual para colaborar con el destino te vamos a presentar algun macho, ¡perdé cuidado!

- Por supuesto... ¡te mato sinó!... pero no hay que dejar ningún cabo suelto. Si una prepara todo, el destino no tendra más remedio que cumplirse.

María pensó con admiración que, a veces, Ana tenía ideas brillantes.

- ¡Ningún problema! ¡dejalo por mi cuenta! Es mi suegra la que hace la torta.

- Gracias María, sabía que no me ibas a fallar. Nos vemos el sábado en el civil.

- Si Anita, te espero... -y agregó con una voz que quiso ser tierna, pero resultó sumamente falsa- no me fallés mirá que vos sos mi mejor amiga...

- Despreocupate de eso, ocupate solamente de estar hermosa. Dijo Ana casi sin poder contener una carcajada maligna.

Colgaron y Ana se fue eúforica hacia la habitación 214 donde la esperaba una anciana estreñida para que le haga una enema.

Radiante entró en la habitación cantando un tango a voz de cuello, mientras algunos ancianos agonizantes se tapaban los oídos y la miraban con ojos catastróficos.

- Bueno abuela, culo pa'arriba... vámos, ¡rápido! Dijo tomando una vejiga de goma de arriba de una mesita metálica.

La anciana comenzó a ponerse en posición cuando Ana sin dejar de cantar se introdujo en el baño y cargó la vejiga con el agua del inodoro. Cuando volvió a la habitacion la vieja esperaba resignada sobre la cama. Ana, siempre cantando el tango, le abrió con una mano los arrugados cantos mientras con la otra le introdujo el pico en el marchito ojete. Con su pericia de cientos de enemas colocadas, logró meterlo de primera. La anciana exhaló un triste quejido y Ana sin dejar de cantar comenzó a introducirle el líquido apretando la enema con el ritmo de dos por cuatro de "Mano a mano". La pobre vieja gritaba lastimeramente con cada enemazo y sus quejidos, consecuentemente rítmicos, acompañaban el tango.

Ana estaba alegre: engañaría a su odiado destino. Inocente imaginaba un bello príncipe azul llevándola al altar. Pero engañar al destino puede ser muy peligroso. Si en ese momento Ana hubiera logrado ver el día de su boda, habría quedado convertida en una estatua de sal.


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