Escribiendo una novela on-line

Bienvenidos a la cocina de una novela. Dia a dia, encontraran publicado el refinamiento del material original de mi novela "Santana". Que lo disfruten.

Name:
Location: Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas, Spain

Supongo que me parezco a lo que imaginan de mi mis lectores.

Thursday, April 07, 2005

Capitulo IX

El sábado doce de enero de mil novecientos ochenta y cuatro, a las once de la mañana, Ana, ayudada por sus padres, se calzó un corpiño apretado y bajo que apenas sí le cubría los pezones. Se puso una pollera negra con un tajo y remató la vidriera con una blusa superescotada, que se hizo hacer de apuro para alborotar en el civil.

Terminados los últimos detalles corroboró frente al espejo que sus dos despampanantes tetas reventaran bajo el pronunciado escote. Satisfecha, miró la hora y algo apremiada, salió rumbo al civil.

En contra de su costumbre, llegó un poco tarde a la boda. Pero justo para ver a Manuel intentando en vano hacer funcionar una virome que solo había tenido la tinta suficiente para que firmara María. Manuel sonrió, levantó la vista hacia la gente que lo rodeaba y encogiéndose de hombros dijo:

- Que se le va a hacer, es el destino... la virome no anda... no hay casorio.

Frase que provocó una carcajada en casi todos los asistentes (menos en María).

La jueza de paz se calzó una sonrisa de compromiso e incómoda, se disculpó aduciendo:

- Lo lamento, no tenemos otra, estamos en reducción de gastos.

Acotación luego de la cual, entre murmullos sarcásticos, todos comenzaron a palparse los bolsillos buscando una lapicera. Pero nadie tenía.

María ya estaba desesperando por lo que juzgaba un ensañamiento del destino. Cuando Ana hurgando en su carterita encontró un lápiz y una virome. Maquiavélicamente eligió el lápiz, elucubrando que si por esas cosas del destino se lo atracaba a Manuel, fácilmente se podría borrar el acta y dejarlo libre para otra boda.

Sonriendo se lo ofreció al novio.

- Tomá -dijo extendiéndole el lápiz.

Manuel que hasta ese momento no la había visto, reparó súbitamente en ella. Más precisamente en su incuestionablemente bello par de tetas.

Tomando el lápiz con pulso tembloroso y sin poder apartar la vista de las tremendas glándulas, balbuceó con un nudo en la garganta:

- Gracias -y al tanteo colocó el lápiz sobre el acta, dejando la vista anclada en el medio exacto de las pulposas gomas. Por tal motivo, la rúbrica se le iba dibujando torcida, caída sobre el margen derecho, totalmente fuera de foco.

Mientras firmaba, María lo observaba con furia, pero en medio de su odio, alcanzó a pensar que tal vez fuera mejor que se distrajera de lo que estaba haciendo, aunque fuera mirando con lascivia los limones de su mejor amiga.

Apenas Manuel levantó el lápiz y la vista, el público estalló en un aplauso combinado con un original "vivan los novios". Y acto seguido, salieron todos del juzgado repartiéndose con urgencia los puñados de arroz para esperar a los novios en la vereda. Todos agarraban con desesperación y se llenaban los bolsillos y las carteras, pero curiosamente luego tiraron unos pocos granos. La mayoría de aquellos muertos de hambre prefirió arrojarlos luego, pero en la olla.

Ana se ubicó estratégicamente, de frente a la puerta, para contemplar en primera fila la lenta marcha de los novios hacia su primera vereda de casados.

En medio de la algarabía y los aplausos aparecieron sonrientes y del brazo, desde el fondo del pasillo. María estaba exhultante dentro de su ajustado trajecito azul y Manuel (quién dicho sea de paso era bastante parecido a Jorge, el ex de Ana) le susurraba algo al oído que provocaba en María una sonrisa libidinosa. Hasta ese momento se puede decir que parecía un novio correcto y hasta felíz. Pero desde el preciso instante en que volvió la vista, hacia la puerta de calle, Manuel ya no pudo percibir otra imagen que no fuera la canaleta lujuriosa del escote de Ana. Y mientras que María demoraba el paso, para prolongar aquella caminata gloriosa que terminaba con su pegajosa soltería, Manuel lo apuraba, como un poseído, con la sola idea de sumergirse, con cualquier excusa, entre aquellas tetas que le quitaban el juicio.

María, al sentir el tirón que pegó Manuel, volvió la vista hacia él y contempló en sus ojos las tetas de su amiga. Disimulando, volvió sonriente la vista al pasillo y le aplicó, a su calentón consorte, un corto pero fenomenal codazo en la región lumbar que lo dejó pálido y sin aliento.

Entre vítores y escasos granos de arroz, salieron a besuquearse con parientes y amigos. Y en la montonera Manuel aprovechó para abrazarse con Ana. Es digno de destacar el sobrehumano esfuerzo que debió realizar para controlar su lengua que pugnaba por recorrer de arriba a abajo la lujuriosa canaleta.

María, controlando con una mirada de águila, los vió abrazados y corrió a desplazarlo con un leve empujón. Bajo la excusa de abrazarse ella con su mejor amiga.

Con una sonrisa de oreja a oreja le susurró:

- Ché, haceme el favor de taparte un poco el escote, que lo estas volviendo loco al infelíz de mi marido.

A lo que Ana respondió con su mejor cara de sorpresa y similar sonrisa de oreja a oreja.

- ¿Yo?... ¡pero ché!... ¿te pensás que te lo quiero a robar?

- No, si no es culpa tuya -se apresuró a aclarar- es este ganso que vive alzado.

Ana revoleó la mirada entre los asistentes y preguntó.

- Cambiando de tema, ché... ¿y los amigos de Manuel?

- No vinieron, ¿te creés que se van a levantar a esta hora?... pero a la fiesta vienen todos, ¡ahí sí que no van a faltar! Mientras haya morfi y chupe esos van a cualquier lado.

Interrumpió la conversación un septuagenario que se arrojó sobre las tetas de Ana diciendo:

- ¡Felicidades querida!, ¡bienvenida a la familia! -mientras besaba las tetas con tanta devoción que se le cayó la dentadura postiza dentro del escote.

- La calentura viene de familia -dijo María y desprendiendo al viejo le gritó en el oído- ¡yo, soy la esposa del Manuel, tío!

- Ah, felicidades querida, bienvenida vos también a la familia -dijo el viejo apoyándosela.

Ana extrajo la dentadura, se la puso al viejo en el bolsillo del saco y se alejó para ver si había algún macho que valiera la pena. "Son todos unos viejos chotos", se dijo descorazonada despues de recorrer con la vista el gentío. Se prendió un faso y se puso a un costado, contra la pared.

Luego de besuquearse con todos, los novios partieron rumbo al almuerzo familiar. Eufóricos y entre aplausos subieron al enclenque Bergantin de los padres de Manuel y recién entonces se produjo el desbande de los miradores hasta la hora la iglesia.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home

Licencia de Creative Commons
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.