Escribiendo una novela on-line

Bienvenidos a la cocina de una novela. Dia a dia, encontraran publicado el refinamiento del material original de mi novela "Santana". Que lo disfruten.

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Location: Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas, Spain

Supongo que me parezco a lo que imaginan de mi mis lectores.

Friday, May 27, 2005

Capitulo XL



Desde el momento en que se fue del parque, Ana, tuvo tiempo como para regalar. Sin trabajo, sin pareja, sin amigos. Volver al hospital era imposible dado que había renunciado en vez de pedir licencia. Y reconciliarse con el Dos o tan siquiera con María, impensable, por lo menos por el momento.

Esa circunstancia de haber roto con todo la tenía sumamente deprimida. Y dado que ni siquiera tenía un trabajo para distraerse, pasaba el día durmiendo. Consecuentemente, por la noche no lograba pegar ojo. Fue este último hábito el que, contra todo pronóstico, terminó por acercarla a su primo Esteban.

Desde aquella vez en que sintió lástima por él, su relación se había hecho, paulatinamente, más fluida. Esteban desconocía el rencor y Ana, a raíz de aquél incidente, se había vuelto más condescendiente.

Pero si bien en un principio, fue el cargo de conciencia, lo que la motivó a responder (con buena voluntad) a los intentos de diálogo de Esteban. Luego, y en forma totalmente natural, la relación encauzó por un carril de "armoniosa tolerancia". Y al final perdió, lo que al principio tuvo de forzada.

Tal vez es que Ana, volvía destruída de valores como la “inteligencia” y la “normalidad”, que comenzó a valorar la candidez espontánea de su primo. Asi fue que empezó a entenderlo y en consecuencia a aceptarlo como era, sin cambiar la opinión que tenía de él. Sabía que su primo calificaba como boludo, pajero, baboso y parásito. Pero también que tenía un alma esencialmente buena. Y que no había cálculo previo en sus actitudes. Era solamente un ser en carne viva. Vulnerable, por la falta de disfraces.

Y así, al cabo de muchas y prolongadas noches de común insomnio, se terminó consolidando entre ellos una relación de amistad borgeana. Una unión ante el espanto.



Como a Ana le seguía molestando la televisión, para no irritarse con Esteban se iba sola al patio.

Era primavera y las noches eran fragantes y templadas. Ana se sentaba entre macetas y penumbras y allí fumaba de más, pensaba de más y lloraba de más.


Aquella noche, sentada en el cono de sombra de la luz de la cocina, Ana fumaba y mirába el cielo permanentemente estrellado. Recordaba, analizaba, se daba manija y por supuesto lloraba. La noche estaba estrellada y tiritaban azules los astros a lo lejos. Su alma no se contentaba con haberlo perdido...

A las doce, cuando terminó el horario de transmision televisiva apareció Esteban con la radio, la pava y el mate.

- Hola Anita, ¿tomando el fresco? -todas las noches la saludaba igual.

- Así es -le contesto ella con la misma respuesta de todas las noches.

- ¡Que linda luna!, ¿eh?. Se está lindo aca... ¿nocierto? -comentó el pueril Esteban.

Ana asintió con un gesto encendiendo su enésimo faso. Exhaló el humo con placer y agarro el mate que le alargaba Esteban. Bajó la vista al piso mientras chupaba y sintió sobre sus tetas el mazazo caliente de la mirada de su primo. Pero no levantó la cabeza, lo dejo mirar. Se dijo “y que puede hacer más que mirar. Pobre tipo”. Y en ese momento entendió que tenían algo en común; a ambos la felicidad en el amor les había sido negada. A Esteban por su visible condición de deforme y a Ana por alguna deformidad invisible. Penso todavía, que tal vez para Esteban la felicidad fuera más accesible que para ella. Si total, con solo recibir un conchazo, el rengo tocaría el cielo con las manos. Pero ella ya estaba harta de cojidas. Ella quería amor de verdad y el amor, se sabe, es una droga escasa.

Terminaba el mate cuando en la radio sonó la voz aterciopelada de María Marta.

- ¡Subí el volumen! -le gritó ella sin agresividad, devolviéndole el mate.

¿Qué es lo que tiene él?” se preguntaba la gorda como aquella noche lejana en que conoció al Dos en el Boching Club. Ana pitó intensamente el faso, fijó la vista en un malvón e instantes después este se empezó a borronear. “¿Será mi piel cansada, que no le dice nada... o me lo quita alguna amante?”, se flagelaba la obesa, flagelando a Ana que ya para esa estrofa lloraba a moco tendido.

- Anita, no llorés -la consoló Esteban estirando una de sus manos hasta ella. Ana sintió entonces las cosquillas que los pelos de las palmas de Esteban le producían a sus manos.

- Esta bién. Gracias. Ya está. Ya se pasa... -dijo Ana, limpiándose la cara.

- Tomá. Tomate otro mate -recomendó Esteban alargándole otra lavativa.

Ana prendió otro faso con la colilla del anterior y se tomó el mate.

- No tenés que llorar. ¿No ves que ese tipo es un tonto? ¿Como va a dejar a una chica como vos? -se preguntó Esteban, con un tono estúpido y asombrado.

- Una chica como yo... -repitio ella con tristeza e ironia.

- Claro, ¿sabés cuantos quisieran tener una novia como vos? -aseveró el rengo.

- No serán tantos -rió Ana.

- Pero si, ¡seguro! -insistió él con vehemencia.

- Pero además eso no es todo. Se tienen que querer los dos... -dijo ya haciendo pucheros, para concluir-... sino, pasa esto que me pasa ahora a mi.

Y empezó a llorar de nuevo. Las palmás peludas de Esteban volvieron a posarse sobre sus manos en silencio. Ella lloró todavía unos instantes más. Luego levantó la mirada enrojecida y le preguntó:

- Decime Esteban. En serio, ¿tuviste novia, alguna vez?

Esta vez no había burla ni maldad en la pregunta. Pero igualmente Esteban se puso levemente colorado, levemente incómodo.

- No -dijo.

Y Ana vió en sus ojos y en su expresión, algo que la conmovió. Y que volvería a conmoverla en otras caras; la más absoluta desesperanza. La desgarrante aceptación de su condena a una vida desgraciada, a una vida sin amor.

- ¿Y nunca diste un beso siquiera? -preguntó Ana apenada.

Esteban negó con la cara. Los ojos le brillaban. Estuvieron unos instantes en silencio y finalmente él dijo con una sonrisa triste:

- No. Cuando era chico veía en las películas que los personajes se besaban. Y que después el actor le decia a la chica que era muy dulce. Y yo siempre pensé que realmente los labios de las chicas tendrían gusto dulce. Una vez hasta soñe que besaba a una chica y que le sentía en la boca sabor a caramelo -se rió con ganas. Luego la sonrisa vovió a entristecerse y confesó-... pero no sé lo que es besar, porque nunca besé a una chica.

Ella sacó sus manos de debajo de las de él, pero para ponérselas encima. El consuelo se invertía.

- ¿Y nunca fuiste con una puta, siquiera? -preguntó Ana y notó que Esteban se estremeció. Asintió con un gesto y angustiado empezó entonces a contarle.

- En el pueblo había una... una noche le robé plata a la mami y fuí. Fuí solo porque nunca tuve amigos. No te imaginás lo que me costó ir. La vergüenza que sentía de que me vieran. Dos veces me pegué la vuelta. Pero bueno, al final fuí. La forma de saber si estaba libre o acompañada era con la cortina de la ventana. Si estaba corrida era que estaba libre y sinó que estaba ocupada. Ya desde que pude ver la casa me empezé a poner nervioso, porque tenía la cortina corrida. Pero al final junté coraje y le fuí a golpear la puerta...

- ¿Y? -preguntó Ana con ansiedad.

La voz de Esteban empezó a fallar desde ese momento.

- Se abrió la puerta y salió la mujer. Llevaba una bata media abierta y abajo se le veían la bombacha y el corpiño. Era muy linda. Yo me quedé duro, sin poder decir ni mú. Me miró de arriba abajo durante un ratito y al final, ¿sabés que me dijo?

Ana negó con un gesto

- Me dijo “hoy no trabajo”.

Ana sintió que se le estrujaba el alma. Esteban continuó con voz de asficciado. Por momentos haciendo pucheros:

- Me acuerdo que me temblaba la pera como si tuviera frío... como ahora ¿ves?... Me acuerdo y me pasa lo mismo... entonces le pregunté, “¿puedo venir mañana?”... “mañana tampoco trabajo” se apuró a decirme y ya iba yo a preguntarle que cuando podría ir, cuando ella de mal modo me dijo, “no te molestes más ché, buscate otra” y cerró la puerta.

Y entonces ya no aguantó más. Sacó las manos de debajo de las de Ana, se tapó la cara y se largó a llorar angustiadamente.

Ana, entonces, se acercó a él y lo abrazó. Estuvieron así unos instantes y luego ella le corrió las manos de la cara y lo miró: Tenia las mejillas mojadas y los ojos enrojecidos. Por la boca entreabierta, se asomaban dos hileras incompletas de dientes manchados y desparejos. Ana sintió asco, pero lentamente acercó su boca y lo besó. Esteban entonces, la abrazó como un náufrago. Pero no trató de meterle la lengua, simplemente porque no sabía besar. Estuvieron unos instantes con los labios unidos y luego Ana, suavemente, se apartó. Una lagrimita le brillaba en los ojos. Sonrió y le dijo:

- Esto es un beso, nada más. Ahora ya sabés.

Esteban se quedó viéndola, deslumbrado. Pensando que tenía que decir algo, pero sin saber que. Estuvieron unos instantes en silencio y finalmente encontró las palabra:

- Era cierto lo que decían en las peliculas. Son dulces los besos de las chicas.

Ella sonrió. Y él entusiasmado le preguntó:

- ¿Querés que caliente el agua y le cambie la yerba al mate?

Ella negó con un gesto. Después del beso le parecía más acertado irse a dormir.

- No, gracias. Me voy a dormir. Estoy cansada, -dijo poniéndose de pie- ¿vos te quedás?

- Si Anita, no tengo nada de sueño -y se apuró a insistir-. ¿Estás segura que no queres más mate?

- No, gracias Esteban. Te agradezco pero prefiero irme a dormir. Chau, hasta mañana.

- Chau Anita... -por la entonación pareció que iba a agregar algo pero se cortó.


Ana soñaba con el Dos. Era un sueño complicado, porque si bien en el sueño le gritaba y el se mantenía alejado, simultáneamente ella estaba cogiendo y sabía, con certeza onirica, que era con él. Soñaba entonces con un Dos desdoblado.

Mientras soñaba sintió un ruido fuerte en la habitación. Era Esteban que había ido a mirarla dormir. Dormida profundamente, sin abrir los ojos preguntó

- ¿Eh, qué pasa?

La voz del rengo salió ahogada a pedir disculpas:

- Nada, perdoname Anita. Ya me voy, perdoname -insistió.

Ella musitó.

- No, mi amor. Quedate. Vení...

Esteban incrédulo se arrodilló junto al colchón y Ana entonces lo atrajo hacia si. Se besaron con avidez. Ella le metía la lengua con desesperacion, pero el Dos casi no movía la suya. Las manos de Ana buscaron la bragueta. La refregaron con ansiedad. Las manos de él ya se aferraban a sus tetas.

- Cogeme... cogeme... -musitó ella abriéndose de piernas.

El entonces se paró y se bajó apresuradamente pantalones y calzoncillos. Al aire quedó oscilando un pene erecto y largo, recortado contra la claridad de la ventana alumbrada por la luna. Sobre el colchón, ella se estremecía, con las manos entre las piernas.

Cuando sintió que la penetraban, se espabiló un poco más. Abrió los ojos y vió a Esteban en la penumbra, subiendo y bajando sobre ella. Se dejó estar y volvió a cerrar los ojos.

Laxamente movía las caderas contra él y con esa ausencia de tensiones que tiene los polvos adormilados, Ana, tuvo uno de los orgasmos más maravillosos de su vida. Gritó y gimió debajo de su primo y cuando Esteban finalmente se le salió de encima, sin mediar palabra, se volvió de costado y se quedo nueva e instantáneamente dormida.

A su lado, con los ojos rutilantes en la oscuridad, Esteban tocaba el cielo con las manos.



Por la mañana los despertaron los gritos. La primera que los vió fue “la dejada esa”. Se levantó a mear a las seis y pico de la manana y creyó estar en plena pesadilla, cuando vió a Esteban con el culo al aire, dormido y abrazado a su hija. Se acerco a la cama y se agachó, incredula, para confirmar.

- ¡Animales hijos de puta! -gritó enloquecida después de la confirmación.

Y esa fue la primera de diez mil puteadas que les tiró encima. Ana tardaba en entender lo que pasaba.

- Eh... ¿qué pasa? -preguntó con los ojos heridos por la luz. Esteban a su lado, se arrastraba desencajado de la cama.

- ¡Todavía lo preguntás, puta de mierda! -le gritó su madre pateándola frenéticamente. Ana se cubrió con la almohada de los golpes. Intentó pararla gritándole inútilmente.

- ¡Pará, pará!

- ¡Fuiste vos hija de puta, estoy segura de que fuiste vos! ¡No tenés vergüenza... puta asquerosa!

Los gritos levantaron también a la madre de Esteban y entonces le tocaron también al rengo las puteadas y los reproches.

Ana, atajando las trompadas, alcanzó a manotear el vestido y los zapatos y corrió cocina adentro. La puerta no tenía cerradura. Así es que resistiendo con el cuerpo lo embates de “la dejada” contra la puerta, consiguió ponerse algo de ropa.

Sin destrabar la puerta, estiró la mano hacia la heladera y tomó la cartera que reposaba arriba. Y ya en medio de un verdadero pandemonium, destrabó la puerta para correr calle afuera.

Cuando ya ganaba la vereda, su madre, desesperada por hacerle mal, agarró lo primero que encontró (que fue una naranja mohosa) y se la arrojó con furia y precisión.

Ana, enmarcada en la puerta de calle, recibió alelada el certero naranjazo en la cabeza. La fruta reventó con una explosion líquida. Llenándola de semillas y jugo que chorreaba por sus cabellos y espalda. Furiosa, se volvió entonces hacia su madre y le gritó enardecida:

- ¡Me voy a la mierda!... ¡Y no me vés más! ¿me entendiste, bruta de mierda?

Contenida por su hermana, que la sujetaba de los hombros. Con los pelos de punta y la cara desencajada, “la dejada esa”, le vociferó:

- ¡Si llegás a volver te mato yo!, ¡yegua mal parida! ¡te mato yo!


3 Comments:

Blogger Roberto Iza Valdés said...

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11:33 AM  
Blogger Roberto Iza Valdés said...

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1:13 PM  
Blogger Roberto Iza Valdés said...

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1:05 PM  

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