Escribiendo una novela on-line

Bienvenidos a la cocina de una novela. Dia a dia, encontraran publicado el refinamiento del material original de mi novela "Santana". Que lo disfruten.

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Location: Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas, Spain

Supongo que me parezco a lo que imaginan de mi mis lectores.

Sunday, May 22, 2005

Capitulo XXXVII

Es cierto que Ana estaba envenenada de odio. Pero su tuerto amor, habría pesado más en la balanza. Si tan solo él hubiera tenido la gentileza de engañarla mínimamente. Pero hasta para engañar hace falta algo de amor.

Aquel martes por la tarde, el destino sonrío torvamente, pegó dos puntadas siniestras y se asomó a mirar el parque.

María había faltado. Ana estaba completamente sola y no daba a basto con la cantidad de gente que tenía. Histérica con tanto trajín atendía a todos para el culo y eso la ponía más nerviosa todavía.

Sin un peso en el bolsillo y con una impresionante morocha en el auto el Dos se detuvo sobre el Boulevard. Dejó el motor en marcha con la mina en el auto y bajó. La idea era cajetear rápidamente y olivar.

Ana estaba dando de mamar a dos mellizos cuando lo vió venir. Ojeroso y demacrado era la encarnación del vicio. Recién terminaba una larga noche de juerga y la filtración y los excesos se le reflejaban en la cara.

Histérica como estaba, Ana sintió una furia triple. La primera por todo lo que él le hacía (la engañaba, la usaba, no la veía nunca y encima le había puesto un tipo que la controle). La segunda porque vio extinguido por el hartazgo el talento que le había forjado el rebusque. Y la tercera y tal vez la más incontenible, porque lo quería desesperadamente.

Aquella tarde finalmente la ira se le desató como un huracán. Se puso de pié dejando caer a los mamadores. Que rodaron por el suelo llorando con sus ojos cerrados de recién nacidos.

- ¡Hijo de puta!

- ¿Qué?

- ¡Hijo de puta! ¡Después de todo lo que hice por vos terminé siendo nada más que tu empleada! -le reprochó.

El Dos la miró entre sorprendido y desganado.

- ¿Y? Por lo menos terminaste siendo algo. Otro ya te hubiera echado al carajo -dijo entrando a la boletería.

Ella sintió que podría comérselo. Se adelantó dos pasos y los mamadores (llorando a moco tendido), la siguieron arrastrándose por el piso. Guiados por la voz.

- ¡Hijo de puta! -repitió.

- Bueno. ¡Basta!. No me rompás las bolas porque te rajo -la amenazó abriendo la caja registradora-. ¿No vés que si hoy pego una patada salen quince como vos?

- ¡Hijo de mil putas! -insistió ella, monotemática.

- Que te pasa, ché pelotuda. ¿no sabés otra puteada? ¡hijo-de-puta-hijo-de-puta-hijo-de-puta!... -repitió burlón, levantando apenas la vista de los billetes.

- ¡¡Hijo de puta!! -le gritó ella al borde de las lágrimas. Los de la cola, aburridos porque no los atendían empezaron también:

- ¡Dale tomátelas, che hijo de puta!

Cuando Ana le tiró el sexto hijo de puta, el Dos manoteó toda la guita, pegó media vuelta y sin decir ni mu se rajó para el auto. Ella salió de la boletería y lo persiguió con los mamadores detrás.

- ¡¿Adónde te vas hijo de puta?! -le espeto con la voz ahogada de llanto. Y recién entonces vio la cupé y dentro, la impresionante morocha.

- Me voy a echar un polvo, pelotuda -le contesto burlón y sincero, pegando un portazo a su cupé.

Ana se le fué encima y alcanzó a patearle un guardabarro cuando ya arrancaba. Totalmente loca, le gritó:

- ¡Te podés ir a la puta que te reparió! ¡hijo de mil putas! ¡reventado de mierda! ¡sorete! ¡malparido! ¡baboso!

La cupé se detuvo a unos quince metros y el Dos se asomó volviendo la cabeza.

- Estás despedida, forra. ¿Me entendiste? Desde mañana te volvés al hospital -y arrancó sacando una mano haciendo cuernos.

El último “hijo de puta” que ella le gritó, fue tan potente y tan conmovedor que, a casi mil metros, en las caballerizas del hipódromo, los caballos asustados atropellaron las gateras antes del disparo de rigor.

- ¡¡¡Hiijoo de puuutaaaa!!! -aulló. Y vencida por el esfuerzo y la impotencia, cayó llorando de rodillas en la vereda. Sus mamadores la alcanzaron y siempre con los ojos cerrados, se prendieron cada uno de una teta y dejaron de llorar.

Esa fue la última imagen que tuvo el Dos de Ana. Encuadrada en el retrovisor y llorando abrazada a sus chupadores. Haciéndose cada vez más pequeña en el espejo.

Los atormentados de la cola, viendo que se pudría todo, puteando se fueron desconcentrando.

Esperemos que la nueva también tenga buenas tetas” le comentaba uno a otro mientras rajaban, atormentados, por Oroño.


- Me fuí al carajo. Le dije a ese hijo de putas que no vuelvo más. Y no vuelvo más. Se acabó.

- Shhhh. -le rogó María llevándose los dedos a los labios y cerrando la puerta detrás de ella.

- Que, ¿no me digas que está Manuel? -preguntó Ana entrando a la casa en penumbras.

María hizo un gesto como diciendo “que va” y en un murmullo explicó:

- Es por el nene.

- ¿Se durmió?

- No, lo puse en la pieza a ver el televisor. Pero si te escucha se pone a gritar para que lo traiga -y agregó-. Es desesperación lo que tiene por vos.

- ¿Y a esta hora pasan dibujitos? -preguntó Ana (eran las once y veinticinco de la noche del martes).

- No, si no le gustan los dibujitos. Está mirando el Show de Moria. Vos vieras como le gusta. Lástima que ya tengo que devolver el cable -dijo tanteando tinieblas hasta la cocina.

- ¿Cómo que tenés que devolver el cable?

- Si, sigo sin luz. El cable y la luz para el tele me los alquila el vecino hasta las doce de la noche.

- ¡Seguís sin luz!

- Si -respondió con naturalidad.

- ¡Ese hijo de puta de Manuel todavía te tiene sin luz! -exclamo incrédula.

- Shhh -dijo María llevándose un dedo a los labios- No. Es decir. El me paga el sueldo. Pero yo me acostumbré a estar sin luz y me da no se qué gastarme la plata en eso. Igual que el agua, ¿para qué?, si acá nomás tengo una canilla publica -y para cambiar de tema se apuro a preguntar-. ¿Así que te peleaste?

- Si. Le dije todo lo que tenía que decirle. Y perdoname que te diga, pero vos deberías hacer lo mismo con Manuel.

María negó con un gesto y dijo:

- No, a mi dejame. Vos no tenés hijos, pero yo, ¿con qué mantengo al nene sino?

Ana sintió que le agarraba el mismo ataque de locura de la tarde.

- ¡¿Que con qué mantenés al nene?! ¡¿Sos boluda o te haces?! ¡Mirá como vivís! ¡estás en la mierda mientras él se da la gran vida! ¿y todavía decís que lo necesitás?

Por primera vez María se enfrentó, frontalmente , con Ana. Roja de la rabia que no le gritaba a su marido, se puso de pie, le señaló la puerta y le dijo:

- ¡Mirá Ana, yo no necesito que me llenen la cabeza y no soy ninguna boluda! ¡Sé muy bien lo que hago, haceme el favor y no tratés de llenarme la cabeza!

- ¿Llenarte la cabeza? ¿yo? ¡Pero no ves que te abro lo ojos!

- Ahora, porque a vos te fue mal, querés que a mi también. Tu situación es muy distinta que la mía.

- ¿Distinta en que?, si a vos también te cagan de lo lindo.

María sintió la puñalada de la verdad y reaccionó con furia y crueldad.

- ¡En que vos sos una fracasada que no supiste engancharlo al Dos!

Ana se quedó helada, en carne viva.

- ¿Y vos qué? -se defendió débilmente.

- Yo por lo menos logré que se casaran conmigo y me hicieran un hijo.

Gracias a la indignación que le produjo la estupidez de María logró recuperarse para gritarle:

- ¡Que mérito pelotuda, ahora te vas a quedar sola y con un hijo! ¡mientras tu marido se revuelca con cualquier puta!

María la miró con ojos enloquecidos. Tenía las venas del cuello al borde de la explosión.

- ¡Te vas! ¡mandate a mudar de acá! ¡andate víbora, mentirosa! ¡andate! -le repitió totalmente histérica.

- Pero si, pelotuda -exclamó poniéndose de pie y saliendo airadamente-. Claro que si. Me voy a la mierda y maldita la hora en que te llamé de nuevo. ¡Sos una pobre infelíz! -dijo pegando un violento portazo.

En ese momento enmudeció el televisor. “Son las doce” pensó María entre los borbotones de la sangre que hervía en su cabeza. Y súbita y tardíamente le gritó a Ana con la voz quebrada:

- ¡No ves que lo hago por mi hijo!

El nene, entonces, empezó a gritar. María temblorosa prendió al tanteo una vela y fue para la pieza. Lo encontró refregándose frenético contra la almohada.

- Ya esta, mi amor, ya está. Ya llegó mama. Mamá nunca te va a dejar -lo consoló llorando y tocándolo entre las piernas.

3 Comments:

Blogger Roberto Iza Valdés said...

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11:33 AM  
Blogger Roberto Iza Valdés said...

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6:00 PM  
Blogger Roberto Iza Valdés said...

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1:04 PM  

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