Escribiendo una novela on-line

Bienvenidos a la cocina de una novela. Dia a dia, encontraran publicado el refinamiento del material original de mi novela "Santana". Que lo disfruten.

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Location: Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas, Spain

Supongo que me parezco a lo que imaginan de mi mis lectores.

Tuesday, May 24, 2005

Capitulo XXXIX

Tres días después del accidente y luego de notar que llevaba dos noches sin caer a dormir, Manuel comenzó a buscar al Dos.

A tal efecto llamó por teléfono a un cana nuevo-amigo para pedirle que averiguara algo. Diez minutos después le sonaba el teléfono.

- ¿Manuel?

- Si.

- Agarrate.

- ¿Qué?

- Afirmativo, lo hizo pelota un auto. Lo lamento ché, pero parece que hay boleta a la vista. Si es que para está hora no crepó ya.

- ¿Qué?

- Si hermano, lo que oiste, tu socio cagó. Me confirmaron el ingreso en un hospital. Entró hace tres días en estado desesperante.

- ¿Qué el Dos crépa? ¿En qué hospital está? -preguntó aturdido.

Manuel era una amigo. Apenas colgó el teléfono sintió el cerebro en blanco. Fijó la mirada en la pared y muy lentamente el vacío se le fue llenando de recuerdos con la cara del Dos. Alrededor de los recuerdos, zumbona, volaba la palabra; “crepa”.

- Se muere... -dijo sin poder creerlo y volvió a sumergirse en la pared. El timbre del teléfono lo arrancó bruscamente del estupor y la melancolía.

- ¿Manuel?

- Si -contestó con voz apenas audible Manuel.

- Soy yo, ché -era uno de los contadores que les manejaban la guita- hace tres días que espero a alguno de ustedes para los ganchos y no me caen. El Dos me dijo “voy para allá” hace como tres o cuatro días. Hoy voy y le pregunto a mi secretaria y me dice que no aportó.

- Lo agarró un auto -lo interrumpió Manuel.

- ¿Cómo?

- Lo que oíste. Yo tampoco lo puedo creer. Recién me entero, estoy saliendo para el hospital.

- Pero, ¿qué se sabe? -dijo el tipo como para saber que pronóstico tenía.

- Crepa, me dijeron que crepa...

- ¿Crepa? Pero ché, es increible. ¡Me dejas helado!

- ¿Viste?

- Estaba pendiente el tema de la tranformacion de la sociedad a ese-a, pero ahora no sé como vamos a hacer. Porque el Dos ya no...

Y recién con esa última frase inconclusa Manuel vislumbró el lado bueno de la tragedia: “cierto, ahora soy el único”, pensó. Y la idea actuó como un fabuloso equilibrante de la angustia por el amigo muerto.

- No te preocupes, después del hospital paso por ahí y vemos como hacemos -propuso ya casi repuesto.


Soy el único... ¡ahora soy el único!”, saboreaba rumbo al hospital.

Doce minutos después estaba frente al médico de piso.

- ¿Y, doctor? -preguntó.

- ¿Usted es familiar? -lo interrogo el médico.

- Algo así, vivía conmigo. No se preocupe, diga lo que tenga que decir. Ya estoy sobre aviso. -aclaró Manuel.

- Bueno, el pronóstico es desolador.

Manuel asíntió.

- Se muere, pobre.

El médico lo miró con las cejas levantadas.

- No. ¿Quién le dijo eso? Estuvo muy comprometido, pero ya está fuera de peligro.

Para Manuel, que ya estaba hecho a la idea de ser “el único”, la frase del médico fue un directo a la mandíbula. No pudo ocultar la conmoción. Titubeó, arrugó la frente, tragó saliva y pregunto con agresividad creciente:

- ¿Qué?, ¿cómo que está fuera de peligro? ¿qué me dice? ¿si me acaba de decir que el pronostico es desolador?

- Si, que sea desolador es una cosa, pero que se vaya a morir es otra. No se muere, pero va a quedar parapléjico -aclaró el profesional preguntándole- ¿no le parece bastante desolador?

- ¡La puta madre que lo reparió! ¡puta madre, carajo! -exclamó Manuel, golpeando con ira la pared.

- Bueno, piense que podría haber muerto.

- Por eso puteo -dijo Manuel ambiguamente.

Luego permaneció unos instantes en silencio y apretando los dientes preguntó:

- ¿Para cuánto tiene?

- Para rato. Mínimo cuatro meses. Internado quiero decir.

- ¡Cuatro meses internado! -repitió y en ese momento concibió “la idea”. Súbitamente el rostro se le iluminó y empezó a hablar con urgencia.

- Escúcheme Doctor; ¿cuánto va a costar esto?

- Nada. Es provincial este hospital.

- ¡Bien! -dijo pensando en voz alta y agregó- Entonces me lo llevo. Lo voy a trasladar hoy mismo.

El médico lo miró sorprendido.

- Le van a sacar la plata al divino botón. Para este tipo de lesiones el tratamiento es el mismo acá que en Nueva York -dijo encogiéndose de hombros.

- No importa. ¿puedo llevármelo hoy mismo?

- No hay ningún problema. Hoy termina el período de observación. Ya está estáble. Firme el formulario de pase y se lo lleva.

- Si, eso quiero hacer.

- Venga entonces, vamos a la administración -dijo el médico echando a andar.


Manuel firmó y lo hizo trasladar. La ambulancia del hospital lo depositó en el sanatorio más caro de la ciudad. Una cueva de ladrones diplomados donde atendían como el culo pero con televisión color y reproducciones de Van Gogh en las paredes. El dueño era un gangster nuevo-amigo también.

- Che tordo, te lo dejo. Hacé lo que tengas que hacer. La empresa corre con todos los gastos.

- No te preocupes, ché. Te haremos alguna atención. Con los amigos la plata es lo de menos -mintió el tipo.

- ¿Estás loco?, si por eso te lo traigo. Vos cobrá y cobrá bien, pero haceme todas las facturas bien infladas. Que sea caro. Carísimo. Pero por derecha.

- Caro no, lo justo para la atención que brindamos. La salud no tiene precio -Sonrió el médico.

- Si, si. -rió Manuel, despidiéndose-. Ah, yo vuelvo dentro de un rato. Te voy a necesitar para unas firmitas.

- No problem -lo tranquilizo y agrego con sorna- ya me imagino.

Una hora más tarde caía con un gordo, pelado y risueño que se presentó ante la enfermera como el Escribano Magadán. El tal escribano era socio y testáferro del mayorista de favores comunales.

- ¿Está despierto? -preguntó Manuel.

- No, todavía está bajo sedantes.

- Muy bien. Nos podría dejar a solas con el paciente. TENEMOS QUE HABLAR CON EL -sonrió remarcando las últimás palabras.

- Si, por supuesto -dijo la enfermera, que ya había sido avisada, saliendo discretamente.

Apenas salió, el escribano le advirtió a Manuel.

- Che, vamos a necesitar la firma de algún médico. Tiene que aparecer certificando en el acta que este fiambre está consciente y en la plenitud de sus facultades -terminó con una risotada.

- No hay problema, lo firma después el propio dueño de casa. Eso ya está arreglado.

El escribano se sentó entonces al lado de la cama y sacó un cúmulo de papeles en blanco. Mientras Manuel le sostenía una carpeta abajo para apoyar, el escribano le ensuciaba al Dos uno de los pulgares con una tinta negra y pegajosa. Luego, guiándole el dedo, estámpó al pie de cada hoja una impresión digital. Diez hojas después le dijo a Manuel.

- Ya está bien, con esto basta.

- Perfecto.

- Me imagino que ahora te pagarás un buen whisky -sugirió el escribano.

- Ché, ¿pero como? No es que ustedes los de la liga de la decencia no beben, no se drogan, no fuman, ni cojen.

El escribano negó con un gesto saliendo de la pieza.

- No es así, nosotros hacemos de todo pero discretamente. La decencia no es la falta de vicios, es el practicarlos con discrecion -definió para diferenciar a continuacion-. Porque que vos y yo tomemos un buen whisky en un buen bar, no es lo mismo que dos negros le den a un tubo de tinto tirados en la vereda.

- Eso es totalmente cierto -admitió Manuel, recordando una vieja charla, mientras caminaban por el pasíllo.


Frente a dos rubios vasos de whisky, Manuel y el escribano departieron primeramente de trivialidades, hasta que el escribano se puso serio y le dijo:

- Mirá Manuel, te dije de tomar un whisky por que quería hablar con vos. Antes de venir para acá me llamo el presidente (de la liga de la decencia). Me llamó desde el Aeropuerto, para que le iniciemos una demanda a Aerolíneas por las minifaldas de las azafatas.

- Ahá -laconico Manuel.

- Recién llega de los Estados Unidos. No sabés, ¡vino enloquecido de pureza!

- ¿Qué anduvo haciendo, por allá? -lo interrumpió.

- Lo invitó el KU-KLUX-KLAN para dar una serie de charlas sobre la Santa Inquisicion.

- Mirá vos... -Manuel con asombro.

- Si. En ese tema, está reconocido como una eminencia a nivel mundial.

Manuel frunció los labios y asintió vivamente impresionado. Luego yendo al grano preguntó:

- Ché, ¿qué me ibas a decir?

- Si, bueno. Que hasta ahora, por nuestras relaciones comerciales yo vine postergando el debate en la liga. Pero ahora ya está el Contador (el presidente) y no voy a poder hacer más nada. Ahora el capo es él.

- ¿Y qué? -Manuel casi con indiferencia.

- Que se va tratar el tema de tu máquina de parir y si lo conozco al contador, tu máquina, tiene los días contados.

Manuel empalideció.

- ¿Cómo?

- Lo que oís. Fija que te la cierra.

Manuel tragó un sorbo de whisky que le incendió la garganta.

- Pero que decís. ¿Cómo? ¡De alguna forma se podrá arreglar con el forro ese!

El escribano negó con un gesto.

- No va a haber arreglo. El contador es un fundamentalista.

- Pero, ¿qué me querés decir? -preguntó angustiado- ¿significa que me voy a quedar en la calle, entonces?

El escribano dió un sorbo a su whisky, se hizo un buche, tragó, sonrió y dijo tranquilizador:

- Animate. No si haces lo que yo te digo. Pero vamos mitad y mitad. ¿Te parece?

- Pará ché, ¿cómo que mitad y mitad? ¿de qué me estás hablando?

- Pensalo. Pero no tenes otra opción.

Manuel bajó la vista a la mesa, permaneció unos instantes reconcentrado y por fin levantó una cara que lucía como un culo (como un culo feo).

- Puta que lo reparió. Me saco a uno y me cae otro. Dale, desembuchá. ¿De de que se trata?

El escribano sonrió complacido y comenzó a explicar.

- Bien. Esa es una decisión inteligente. Te explico. Resulta que tengo un amigo en el banco provincial que nos daría un crédito y que, balance por medio, aceptaría una hipoteca sobre tu máq...


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