Escribiendo una novela on-line

Bienvenidos a la cocina de una novela. Dia a dia, encontraran publicado el refinamiento del material original de mi novela "Santana". Que lo disfruten.

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Location: Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas, Spain

Supongo que me parezco a lo que imaginan de mi mis lectores.

Wednesday, May 11, 2005

Capitulo XXXI

Ya desde las dos de la tarde comenzó la lluvia diluvial. Ráfagas de vientos enfurecidos y mojados azotaban el parque Independencia.

El primero en llegar, corriendo bajo las olas, fue el Dos. Casi en seguida cayó Ana y quince minutos después Manuel y María.

- Linda inauguración -exclamó irónico Manuel, por sobre el estruendo de la lluvia sobre el techo de lata.

- ¡Te dije pelotudo! ¡Qué mierda tenías que empezar a hacerte el héroe del laburo justo hoy! ¡La puta que te parió! -lo reprendió, exaltado, el Dos.

- Bueno, che... que vamos a hacer, ¡mala leche! -terció Ana encogiéndose de hombros.

- Yo cebo mate -propuso María yendo para la carpa donde acondicionarían a los futuros clientes.

- Por lo menos acá no nos mojamos... -comentó Ana apoyada en el mostrador, frotándose los brazos y mirando las ráfagas de agua que se abatían sobre el parque.

- Si, se esta bien acá abajo -coincidió Manuel.

- ¡María!... ¡¿se llueve en la carpa?! -preguntó el Dos a los gritos.

- ¡Nooo! -Respondió María.

- Bueno, por lo menos lo armamos bien -exclamó orgulloso Manuel.

El Dos lo miró con un destello de furia.

- Che, ¿porqué no probamos la máquina? -propuso Ana.

- ¡No! -tajante el Dos- la vamos a probar con uno que no tenga nada que ver.

- ¿Porque? ¿qué pasa? ¿es por cábala? -Ana de nuevo.

- No, pero primero quiero ver que efecto causa. No sea cosa que cree hábito y después nos pasemos el día jugando nosotros.

Manuel la miró a Ana con un gesto de aburrida incredulidad.

Al rato llegó María y comenzaron a succionar unos verdes, apretados para darse calor. Apretados también se contagiaron el malhumor.

Estaban todavía mateando y con sendas caras de culos cuando, corriendo bajo la lluvia apareció un pelado cuarentón, que como un pájaro fue a refugiarse de la lluvia bajo el techo de "La Máquina de parir".

- ¡Tiempo loco! -exclamó el pelado que era un rey del lugar común.

Los cuatro lo miraron, pero no abrieron la boca.

- Oia, ¿qué es esto? ¿un juego nuevo?

- Si -exclamó lacónico el Dos.

- ¿De que se trata? -preguntó el locuaz calvo.

Manuel, pensando que era un potencial cliente se explayó sobre el juego, con lujo de detalles.

- Ahá -exclamó el pelado al final de la explicación, sin mayor interés.

Con un dejo de preocupación, por la respuesta, intervino el Dos:

- ¿No quiere probarlo?

- No, gracias -declinó el calvo.

Los cuatro se miraron con inocultable desolación. El Dos tomó la iniciativa.

- Vea, por ser el primer cliente no le vamos a cobrar...

- Le agradezco pero no -Agradeció el pelado sin el menor interés.

- Pero pase hombre. Si total igual tiene que esperar que a pare la lluvia -se impacientó Manuel.

- No, estoy apurado... apenas pare me voy.

- Mire, está bién. No solo no le cobraríamos, sino que hasta le daríamos unos pesos por su opinión -insistió el Dos, desesperado.

El pelado, que era corto de carácter, consintió más que nada por no saber decir que no ante tanta insistencia.

- Póngase esto -le dijo María extendiéndole una de las bolsas de plástico herméticas.

El tipo se la calzó y María lo metió en la carpa. Lo sentó en la silla de ruedas (robada por Ana en el nosocomio), puso la música de ablande y apagó la luz.

Cuando volvió con los otros, los encontró comentando angustiados lo que ella también había observado; el desesperante desinterés que había demostrado este primer cliente y que tal vez seria norma con el resto de la humanidad.

Se enfrascaron en un arduo debate donde, al instante, ya se insinuaban agudas críticas al Dos y a ellos mismos. Al Dos por habérsele ocurrido esa idea pelotuda y a ellos mismos -entre gestos ampulosos- por haberle llevado el apunte con semejante pelotudez. Solo Ana mantenía una postura moderada. Pero era resultado de otra cosa que no tenia que ver, precisamente, con el raciocinio. A los veinte minutos de recibir palazos, recaliente, el Dos le gritó a María:

- ¿Por que no te dejas de hablar al pedo y te vas a sacar al forro ese?, ¿no vés que ya lleva veinte minutos de ablande?... ¡y llevalo despacio! -Agregó.

María entro en la carpa. El tipo tenia los ojos semicerrados, como en un estado de sopor profundo. Tomó la silla por las manijas y suavemente lo condujo hasta la tarima de descargue, al borde del estanque. Le cerró la bolsa con el cierre hermético, prendió el interruptor que accionaba la luz roja sumergida y el sonido intrauterino y deslizó por un tablón en pendiente la silla

adentro del agua. El tipo se soltó de la silla adentro. Sacó la silla, colocó la manguera de la respiración colgando afuera del estanque y cuidando de no hacer ruido, salió.

Afuera la discusión se encarnizaba. Manuel y el Dos discutían ya agriamente. Eran infelices. Se sentían en el camino hacia el fracaso absoluto. Y es sabido que la verdadera infelicidad está camino al pozo y no en el fondo del mismo.

María volvió para sumarse a los reproches prodigados por su marido y así, discutiendo, pasaron otra media hora. Hasta que Ana miró su relojito y exclamó:

- Che, otra vez nos olvidamos del pelado. Voy a sacarlo.

Y así diciendo se dirigió al estanque. Se asomó y lo vió al tipo encogido y moviéndose suavemente. “A ver si le pasa algo al boludo este y lo tenemos que pagar por bueno” pensó controlando la manguera del aire. La puso contra su oído y se tranquilizó con la respiración pausada pero firme del cuarentón feto. Apretó luego el botón del vibrador y el agua del estanque empezó a moverse como un lavarropas. En la manguera la respiración tomó instantáneamente un ritmo frenético y el embrión comenzó a moverse con movimientos convulsivos.

Ana tomó la cadena con el gancho, que colgaba entrando por la vagina (desde un armazón en el exterior), y lo enganchó como a un pescado por la argolla de la bolsa. Luego salió para ir del otro lado y levantarlo.

- ¡Che María!, ¡vení a ayudarme! -gritó. Y María fue.

- Ponéte ahí y recibilo -dijo señalando el lugar donde bajaría la bolsa.

El Dos había instalado un sistema de poleas que reducía el esfuerzo a la octava parte, así es que Ana sola pudo levantarlo sin mayor problema. Era notable ver como el tipo se contorsionaba al salir por entre los labios de caucho de la vagina.

Ya lo estaban bajando, cuando escucharon gritos y golpes en la casilla. El Dos y Manuel se estaban agarrando a trompadas. Ana soltó la cadena y María con la vista puesta en la peléa dejó caer la bolsa pesadamente sobre el césped. Ya iban las dos a separarlos, cuando sonó el primer grito del pelado. Fue tan impresionante que Manuel y el Dos dejaron de trompearse y corrieron hasta donde estaba el feto.

- ¿Qué le pasa al coso este? -dijo Manuel, agitado y agarrándose la mandíbula.

- La caída no fue para tanto... -exclamó Ana, resoplando.

- Abrile la bolsa, che -indicó el Dos a María, enérgicamente.

María la abrió y se encontraron con un rostro congestionado de llanto. El pelado, con los ojos apretados, lloraba conmovedora y guturalmente.

El gigantesco bebé se arrastró fuera de la bolsa, tanteando el espacio con sus dos temblorosas manos. María era la que estaba más cerca. El pelado la detectó y se le abrazó espasmódicamente. Siempre por tanteo buscó una teta. Cuando manoteó la primera la apretó con las dos manos y la empezó a chupar. Sin atinar siquiera a bajar la camisa. Recién entonces, prendido del pecho, dejó de llorar. María automática y maternalmente se abrió la camisa, bajó el corpiño y le dió la teta como Dios manda.

- Mirá eso -exclamó asombrado el Dos.

- ¡Fenómeno!, ¡mi mujer dejándose chupar las tetas por un desconocido! -Se quejó Manuel.

Estuvieron así un buen rato. Mirando al pelado mamar. Hasta que finalmente éste empezó a volver en sí. Con un mirada extrañada. Como volviendo de un sueño muy profundo.

Cuando tomó conciencia de la escena, miró la teta, la miró a María, los miró a todos y como avergonzado se puso súbitamente de pie.

- ¿Que le pareció? -preguntó el Dos ansioso.

El tipo bajó la vista y no contestó.

- Eh, ¿que le pareció? - insistió.

Recién entonces el tipo susurró:

- Increíble... increíble...

- ¿Pero le gustó o no?

El tipo levantó entonces la vista y lo miró con los ojos enrojecidos.

- Si... pero... es fuerte... es increíble -reiteró.

El Dos lo animó con impaciencia.

- ¡Vamos hombre, opine! ¿Que sintió?

- He visto cosas increíbles. De mi pasado... pero increíbles -confió, volviendo a quedar en un silencio recogido.

Todos lo miraban expectantes. Ya estaba Manuel por preguntarle algo cuando el tipo exclamó lastimeramente.

- Mi mamá por ejemplo.

- Si, ¿que?... -lo animó Manuel.

- ¡Que linda era, por Dios! -exclamó acongojado.

- ¿Su madre? -preguntó Ana, confusa.

El tipo tratando de sobreponerse explicó:

- Si, yo no la conocí. Ella murió cuando me tuvo...

- ¿Y que pasó ahora con su madre? -preguntó asombrada María.

- Que la vi -afirmó afligido.

- ¿La vio acá? -incrédulo el Dos.

El tipo asintió en silencio, con la barbilla temblorosa y una mueca de tristeza.

- ¡Diga algo más, hombre! ¡No se!... ¿le pareció bien? ¿tiene alguna sugerencia? -pregunto Manuel, ávido y feliz. Y el tipo negó con la cara.

- Que les puedo decir, la única mejora que se me ocurre es imposible de hacer.

- ¿Cuál es? -Dijeron al unísono Manuel y el Dos.

- Es la salida, el parto...

- ¿Que?

- Tendrían que eliminarlo.

3 Comments:

Blogger Roberto Iza Valdés said...

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11:33 AM  
Blogger Roberto Iza Valdés said...

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6:17 PM  
Blogger Roberto Iza Valdés said...

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12:50 PM  

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