Escribiendo una novela on-line

Bienvenidos a la cocina de una novela. Dia a dia, encontraran publicado el refinamiento del material original de mi novela "Santana". Que lo disfruten.

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Location: Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas, Spain

Supongo que me parezco a lo que imaginan de mi mis lectores.

Wednesday, May 18, 2005

Capitulo XXXIV

El factor detonante del éxito fue la demostración. O más precisamente, el éxito de la demostración.

El Lic. Del Molino la realizó un día de semana (para mayor tranquilidad). Disponiendo, frente a la máquina, un improvisado auditorio de sillas comunes, donde se ubico un conglomerado de barbudos inmutables y potras de jeans apretados.

El Dos y Manuel las miraban relamiéndose.

El Lic. Del Molino conducía la exposición para la cual había traído, como cobayos, a tres torturados de su propia clínica. Tres “terapios”, según el argot del inescrupuloso psicólogo.

- Me traje a los más tarados, -le confió al Dos- para que el show resulte más interesante.

Y no exageró. Uno de aquellos retorcidos tuvo una regresión tan marcada que se cagó encima.

Durante la demostración, el Dos, María, Manuel y Ana se comportaron como ayudantes del psicólogo que, con soltura, condujo la muestra explicando la experiencia paso a paso en un lenguaje que no parecía castellano.

De vez en cuando era interrumpido por alguno de sus colegas y se entablaban discusiones donde parecía ganar el que hablaba más difícil.

Finalmente la muestra terminó con el traslado de la comitiva hacia el salón de actos “Monseñor Von Wernich” de la Universidad local, para la conferencia y posterior debate. Siempre con la participación del Lic. Del Molino, pero esta vez, con el testimonio del Dos en calidad de expositor.

La conferencia tuvo un éxito y una repercusión impresionantes. De resultas de lo cual todos los locólogos presentes decidieron mandar a sus terapios a recrear partos y primeros recuerdos.

Para tener una idea de lo que esto significó en metálico debe tenerse en cuenta que el sesenta y cinco por ciento de la población tenía costumbre de psicoanalizarse.

Gracias entonces, a la pléyade de tarados de la ciudad la guita amenazaba ingresar a raudales, como aquella lluvia del primer día.

Diarios, radios, revistas y hasta algunos canales de televisión hicieron notas sobre la extraña máquina de parir y a partir de allí el éxito ya fue desbordante.

En pocos días se formaron colas de atormentados, que se enroscaban alrededor del parque. La impaciencia era el sentimiento que primaba en esos terapios ansiosos por irse a la concha de su madre.

Rápidamente los socios instituyeron tres tarifas; con teta de María (la más cara por la leche de madre), con teta de Ana y con un globito de agua a medio inflar para los más carenciados.

La máquina era atendida por María y Ana. Los socios se limitaban a contar y disponer en montoncitos el dinero que ingresaba, sentados cómodamente en un lujoso bar de las inmediaciones.

En el atardecer del domingo del primer fin de semana exitoso, los socios contaban radiantes la parvita de billetes. Habían desfilado en tres días, (gracias al viernes feriado) ciento setenta clientes. Con lo producido hasta esa hora pagaban todas las deudas y les sobraba guita. Solo les restaba de por vida, el porcentaje del contrato con el mayorista de favores comunales y con el Lic. Del Molino. Y sobre eso departían.

- Al mayorista caguémoslo, total... que le remate la casa a mi viejo. Que mierda nos importa -Razonó el bonachón de Manuel, frente a un humeante café irlandés.

- No, che... ¿como vamos a hacer eso? -amonestó el Dos- paguémosle. Mirá si nos clausura la licencia. Total es el veinte por ciento, que sumado con el quince que nos saca el guacho de Del Molino se nos hace el treinticinco. Pero nos queda casi el setenta para nosotros y vivimos tranquilos... -levantó un dedo y lo agitó en el aire doctoralmente- ¡los verdaderos curradores saben repartir! -sentenció.

Y ambos miraron la parva de billetes sobre la mesa.

- Ché Manuel... -musitó el Dos, mirando emocionado la mosca y como cayendo en la cuenta de algo.

- ¿Que? -preguntó Manuel mirándolo.

El Dos levanto la vista de la parva y saboreando las palabras dijo:

- ¿Te das cuenta que camina? ¿te das cuenta que zafamos?

Manuel sonrío con una sonrisa indescriptible. Enérgico, se paró de un salto. Agitó los dos puños apretados y gritó a todo pulmón:

- ¡Siiii! ¡Zafaaaamooooos!... ¡dame un abrazo, genio!

Y los socios se abrazaron con ruidosas palmadas en la espalda, ante la mirada estupefacta y censurante de los refinados parroquianos.


En el parque las dos boludas laburaban como locas; cobrando, embolsando, transportando, sumergiendo, enganchando, levantando, descolgando, amamantando, cobrando, embolsando, transportando...

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