Escribiendo una novela on-line

Bienvenidos a la cocina de una novela. Dia a dia, encontraran publicado el refinamiento del material original de mi novela "Santana". Que lo disfruten.

Name:
Location: Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas, Spain

Supongo que me parezco a lo que imaginan de mi mis lectores.

Saturday, May 07, 2005

Capitulo XXIX

Veintiséis días después de empezar, la mayor parte de los trabajos previos estaban listos. Faltaba la entrega de la gigantesca parturienta y de la cinta con la grabación.

La muñeca, por sus dimensiones, venía demorada. Y la cinta ya había sido grabada, pero era necesario quitarle ciertas interferencias. Se suponía que era un trabajo rápido, pero el ingeniero (que había quedado en llamarlos) no daba señales de vida.

Todo lo demás ya lo poseían y gracias a haberse hecho amigos del propietario del tren fantasma, lo tenían guardado en el mismo parque.


A las once de la mañana de un día viernes, el Dos descansaba en su habitación contemplando la pared inspiradora. En la calma chicha de los conquistadores solo le quedaba esperar a que pasara el tiempo. Y el tiempo pasó.

- ¡Teléfono para el vago hijo de puta! -le gritó su progenitor. El Dos saltó del catre y bajó atolondradamente las escaleras, arrebatándole el fono de las manos. Su padre le largó una andanada de epítetos. El Dos, tapándose la oreja que daba al viejo, escuchó del otro lado la voz del constructor de la muñeca.

- ¡Hijo de puta! ¡Hijo de puta! ¡Vago hijo de mil putas! -le espetó el viejo rojo de furia.

- ¡No! -sonrió el Dos- no es para vos. Es el forro de mi viejo que me putea a mi. ¿Y que noticia puedo estar esperando?

- ¡Hijo de puta! ¡caradura, hijo de puta!...¡me hubiera hecho una paja! -insistió el viejo, hecho un manojo de nervios.

El Dos, con el teléfono en la oreja, sonrió feliz.

- ¡Y todavía te reís! ¡Caradura! ¡Malpolvo, hijo de puta! -dijo el viejo pegando mediavuelta y saliendo al borde del ataque de locura criminal.

- Mándela maestro. No acá, no, directamente al parque. Si, nosotros la vamos a esperar. Pero si, claro que vas a cobrar, dame unos días. Grande maestro, un abrazo. Salgo para allá -exclamó el Dos cortando.

- ¡Aleluya! -exclamó luego pletórico, levantando los brazos.

En ese mismo instante sonó el teléfono nuevamente. Era el ingeniero.

- Mierda viejo, parece que se hubieran puesto de acuerdo. Recién me avisan que terminaron la parturienta. ¿Limpiaste la cinta? -escuchó lo que le decía levantando las cejas y finalmente respondió-. Habrá sido el pendejo de María. El médico dice que va a ser superdotado.
Allí se enteró que en medio de los ruidos propios del organismo, aparecía nítidamente una vocecita que decía “ico uta”, “ico uta”. Como la cinta ya había sido limpiada de las misteriosas puteaditas quedó en pasar al día siguiente y cortó sin apoyar el tubo. Sobre el pucho llamá a Ana, intimándola a salir “ya” de la guardia y a pasar por lo de María para avisarles que en una hora y media tenían que estar en el parque para instalar el mamotreto.



Se reunieron los cuatro en el plazo previsto y esperaron que llegara el transporte con la parturienta.

- ¡Allá! -dijo María señalando una camioneta que venía por Oroño, cargada a destajo.

- Si, tiene que ser -coincidió Ana.

Era. Bajaron entusiasmados los cuatro módulos que la componían y los colocaron sobre el césped, detrás de la pista de kartings.

El chofer de la chata no atinó a mover un huevo. Ana y María recordaron sin comentárselo a aquel lejano chofer del primer día que se vieron.

Cuando terminaron la descarga, el chofer, puteando por la inexistencia de propina, salió picando con la chata. Los cuatro miraron el montón de bultos que tenían para armar, se miraron luego entre ellos y el Dos dijo:

- Y bueno, ché, vamos. ¡Manos a la obra!

Y comenzaron.

La instalaron ahí mismo. Era el sitio que les había conseguido el mayorista de favores comunales. No era ninguna maravilla, pero el mayorista dijo que entre la casa de los padres de María y la de los padres de Manuel no juntaban media garantía decente. Así que debían conformarse. Aparte si bien estaban en la parte trasera y no eran visibles desde el Boulevar, como contrapartida tenían acceso directo desde una calle lateral.



La instalación fue un trabajo duro, que tuvieron que hacer entre tres, dado que María no podía moverse mucho porque ya estaba en su cuarto mes y días, es decir; al borde del parto.

Trabajaron como locos hasta bien entrada la noche y dejaron armadas la recepción (con mostrador de nerolite, techo de chapa y tabique de aglomerado ocultando el interior), la carpa de ambientación y la muñeca con la pileta ya instalada en su interior, pero junto a la vagina. A diferencia del proyecto original, debieron dejar fija la pileta, dado que era un verdadero parto mover semejante peso desde el ombligo hasta la salida.



María terminó de pintar un cartel de chapa, donde escribió con la mejor letra que pudo;

LA MAQUINA DE PARIR - PASEN Y NAZCAN”.

Y fue lo último que colocaron aquel extenuante día. Lo pusieron entre las piernas abiertas (donde se veía la vagina, con labios de caucho y esparadrapo negro simulando los pendejos) y la boletería. Iluminada, esta última, con una potente lámpara de doscientos vatios.

Felices y reventados, los cuatro se alejaron para mirar en panorámica su obra.

- Quedó bárbaro -coincidieron todos.

- Huy, estoy reventada... -suspiró Ana sentándose en el césped.

- Yo también -coincidió Manuel imitándola y agregó dirigiéndose a María- ¡vieja, cebate unos matienzos!

María bamboleándose fue hasta la boletería y sacó de debajo del mostrador un termo verde y el mate.

- No hay más yerba...

- Cebá con la que está en el mate -sugirió el Dos.

- ¿Que irá a pasar? -preguntó Manuel recibiendo la primera lavativa.

- ¿Y que puede pasar? -respondió el Dos- ¡que nos llenemos de guita! ¡Mirá que hermoso quedó todo! ¿Decime si no te dan ganas de entrar?

- Si. Se pasó el que la hizo, ché. Parece en serio una mina gigante. Mirá las tetas que le hizo -acotó Ana, señalando las dos montañas de la eterna embarazada.

- Y vos que decís, si las tenés mas grandes -exclamó el Dos agarrándole una.

- Salí, largá -lo espantó Ana, felíz.

- Bueno. Mañana lo sabremos -razonó Manuel.

- Mañana a las seis de la mañana tenemos que venir a terminar lo que nos quedó de hoy -recordó el Dos.

Manuel asintió con un gesto, terminando el mate. Luego estuvieron unos instantes en silencio contemplando la obra y finalmente Ana volvió la vista al Dos y le dijo:

- Que negocio extraño se te ocurrió, mi amor.

- ¿Extraño? Bueno, es un juego… -simplificó María.

- Claro, la gente va a pagar para jugar al feto -coincidió Manuel. Y todos rieron.

Pero fue el Dos quién, instantes después, contemplando el mamotreto definió exactamente la cuestión.

- No, no es un juego. Acá van a pagar para irse todos a la concha de su madre.



2 Comments:

Blogger Roberto Iza Valdés said...

This comment has been removed by a blog administrator.

11:33 AM  
Blogger Roberto Iza Valdés said...

This comment has been removed by the author.

1:13 PM  

Post a Comment

<< Home

Licencia de Creative Commons
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.