Escribiendo una novela on-line

Bienvenidos a la cocina de una novela. Dia a dia, encontraran publicado el refinamiento del material original de mi novela "Santana". Que lo disfruten.

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Location: Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas, Spain

Supongo que me parezco a lo que imaginan de mi mis lectores.

Saturday, May 07, 2005

Capitulo XXVIII

Al día siguiente, los socios, comenzaron el primero de quince días de febril actividad. Encontrándose a las ocho en el bar de la plaza Pinasco para planificar las actividades del día.

Sentados frente a dos cafés humeantes escribieron en un cuaderno la lista de cosas que necesitaban en dos columnas; las que había que hacer hacer y las que había que comprar. Y al lado de cada una de ellas, pusieron los nombres de amigos o conocidos que tal vez las vendieran, para sacárselas al fiado.

En una hora ya tenían definido todo, solo necesitaban salir a buscar precios. Con buen criterio decidieron empezar por las cosas que tuvieran que ser fabricadas bajo pedido, dado que serían las que más podían tardar. Se repartieron salomónicamente los posibles proveedores y salieron del bar quedando en reencontrarse al mediodía.



El primero en desocuparse fue el Dos. Un café y un faso después de llegar, lo vió a Manuel viniendo hacia él por San Martin. Manuel venía de buen humor. Frente a frente en la mesa se dijeron al unísono.

- ¿Cómo te fue?

Riendo se contaron sus gestiones individuales. El Dos había arreglado lo concerniente a la gigantesca muñeca de fibra de vidrio y a la grabación del ruido del feto. Manuel por su parte había conseguido quién les fiara todos los caños y chapas necesarios para armar el boliche y el andamio donde colgarían la roldana para levantar a los fetos. Solo tenían que adelantar una cantidad mínima para materiales.

- Tomá... -dijo el Dos alargándole un grabador de mano y un micrófono pequeño, enroscado en un cable- decile a tu jermu que se lo meta en la concha, pero antes que se la lave. Porque si arruina el micrófono lo tenemos que garpar. Y es carísimo.

- Menos mal que me avisaste por que hace casi una semana que no tenemos agua. ¿Sabés lo que debe ser ese pozo? ...una cueva de dinosaurios... -Comentó Manuel.

- Salí, que se me revuelven las tripas... -Exclamó el Dos con cara de asco.

- Bueno ché, no nos podemos quejar... ¡venimos viento en popa!... fue un día superfructífero.

- Si, según mis cálculos en tres semanas estamos en el parque.

Manuel asintió contento y de repente, como cayendo en la cuenta de algo, exclamó:

- ¡Che!...¿Cómo entramos al parque? ¿no necesitamos permiso?

El Dos se golpeó la frente.

- Puta, cierto... me olvidé... la concha de su madre... mirá si nos lo niegan ahora que encargamos todo... ¡que boludos!

- ¿Y ahora? -preguntó Manuel desanimado.

El Dos no contestó. Frunció el ceño, encendió un faso y miró la vereda pensativo. Un instante después exclamaba:

- ¡Ya se! ¡me acordé! ¡Conozco un tipo que es mayorista de favores comunales! No tenemos que perder tiempo, lo vamos a ir a ver mañana -consultó la hora y rectificó- No, vamos a ir ahora. Capaz que está todavía.

Tiró la guita del café sobre la mesa y salieron con urgencia.



Luego de una hora de espera viendo el incesante desfile de empresarios de transporte, mantenedores de parques y paseos, constructores y proveedores de cualquier cosa, la secretaria les dijo:

- Pasen.

Los dos socios entraron entonces en una amplia y luminosa oficina. Una de las paredes era toda ventana y la de enfrente estaba llena de fotos de gente abrazada. Uno de los abrazados era común a todas y se trataba por supuesto del mismo tipo que estaba detrás del escritorio.

En contra de cualquier expectativa, el mayorista tenía todo el aspecto de un verdulero: una barba de tres días, los pelos pegoteados de grasa y un palillo en la boca. Hablaba con una voz rústica de voceador de diarios y se rascaba los sobacos cada dos palabras.

- Hola muchachos... disculpen pero no tengo mucho tiempo -los atajó señalando su Rolex de oro.

A un costado del escritorio, sobre un pedestal, burbujeaba una enorme pecera llena de peces de todo tipo. Lo notable es que en su interior los pescados se hallaban fornicando.

- Buenas tardes, señor -saludaron tímidamente los socios.

- Ustedes dirán -dijo rascándose el sobaco izquierdo con una lapicera de oro.

- Bueno... -dudó el Dos, buscando las palabras-...tenemos un proyecto interesante y necesitamos el apoyo de la municipalidad.

- Muy bién... acá ayudamos mucho -sonrió el tipo- cuente nomás.

Buscando las palabras el Dos depositó la vista en la pecera y descubrió a los peces fornicando. Frunció el ceño asombrado y sin poder contenerse exclamó:

- Oia... -una carcajada lo dominó-... ¡están todos culeando!

Los tres sonrieron y el tipo explicó.

- Si, es un invento de mi pibe. Estudió de químico y siempre le gustaron los pescados. Quería hacer un alimento que los hiciera crecer, pero le salió un afrodisíaco. Igualmente fue una idea genial. La municipalidad le compra toneladas, todos los meses, para incrementar nuestro caudal ictícola...

- Claro, deben estar todas la pescadas preñadas -infirió Manuel.

Entre gestos de asentimiento el mayorista, amplió:

- Si, pero el caudal aumenta partida doble, porque por un lado, como usted bien dice, están los pescaditos nuevos. Pero por el otro, como las pescadas andan recalientes, llegan pescados de todos lados pa' culiárselas.

- Con razón... -dijo el Dos como recordando algo.

- Genial, lo felicito por su hijo -exclamó Manuel, admirado y obsecuente.

- Cuando hay de esto... -dijo el tipo golpeándose suavemente la grasosa cabeza- ¡y en este país sobra!

- ¡Por supuesto, la proverbial inteligencia argentina! -exclamó el Dos contemplando un pez que apretaba, entre sus aletas, a otro más pequeño y se lo fifaba.

- Así es. Y yo me imagino que lo de ustedes anda por ahí. ¿No?

- Exactamente... -sonrió distendido el Dos- ¿como se dió cuenta?

- ¡Porque lo último que tiene ustedes es pinta de laburantes! -explicó riendo con una risa áspera. Los socios festejaron la ocurrencia y enseguida el Dos tomó la palabra.

Con precisión le explicó en que consistía la cuestión y que necesitaban. Manipulando el escarbadientes con los labios el mayorista sonrió.

- Han venido al lugar exacto, yo puedo solucionarles el problema.

- ¿Si? -preguntaron entusiasmados los socios.

- Así es... gracias a Dios, tenemos en esta ciudad concejales decididos a terminar con la burocracia... -comentó el gángster rascándose ahora el sobaco derecho con el escarbadientes-. Ahí tienen sino el caso del circo brasilero al que le conseguimos que ponga la carpa en una plaza pública. ¿Qué mejor ejemplo de antiburocracia? -ejemplificó con una risotada.

- ¡Bárbaro! ¿Y de que partido son los favores?

- Ustedes eligen, tenemos de casi todas la banderías. Por supuesto que les aconsejo las marcas líderes, son un poco más caras. Pero posta, posta -les aclaró con una sonrisa.

- Bueno...- carraspeó el Dos-...el problema es que hacer la máquina nos insumió todo el efectivo.

- ¿Que pasa? ¿No hay vento? ¿Quieren crédito? No es ningún problema, me traen dos garantías propietarias, hacemos el contrato y listo... -exclamó encogiéndose de hombros.

- ¿Contrato? -preguntaron los socios al unísono.

- ¡Así es caballeros! Los tiempos han cambiado, hoy se impone el pragmatismo. Permítanme hacerles una pregunta. ¿Hay corrupción en las instituciones públicas?

Manuel y el Dos se miraron nerviosos, como diciendo ¿que contestamos?

- ¡Digan que sí! Si es sí. Sin miedo, vamos. Claro que hay corrupción. ¿Y porqué hay corrupción?

Los socios volvieron a mirarse dubitativos.

- ¿Y porque va a haber? Porque están manejadas por seres humanos comunes y silvestres. .Por pobres tipos que a lo mejor se pasaron la vida militando y ahora agarraron un puestito de algo y tienen que llenarse los bolsillos porque, ¿quién sabe? Hoy estamos, pero mañana no sé. Así razona la mayoría y así están las cosas. Y porque además, aunque no coimee, ¿quién se lo va a creer? Tenemos décadas de corrupción, ¿o nó? -Preguntó.

- Cierto -dijo el Dos. Y el tipo continuó con su apología de la cometa.

- Lo sabe todo el mundo, el incentivo, la chispa, el cohecho está completamente incorporado a la vida nacional. Negarlo sería una estupidez. ¿entonces que hacemos? ¿nos hacemos los distraídos y decimos que no existe? ¿o buscamos la manera de solucionarlo?

Manuel y el Dos se miraron nuevamente desconcertados, sin saber que decir. El truchón exclamó increíblemente:

- ¡Hay que so-lu-cio-nar-lo!

Los miró escrutadoramente y preguntó:

- ¿Les parece bien terminar con el cohecho?

- Y... -balbuceó el Dos.

- Pero si, mi amigo. Claro que si. ¿Y quieren que les diga algo?

Los socios asintieron con un gesto.

- ¡En Rosario, ya se solucionó! Esto es una primicia mundial. Todavía no salió en los diarios. Escuchen esto; un grupo de concejales realistas ha decidido legislar la cometa para evitar abusos. ¿Por que quién es el eterno perjudicado?

- El pueblo... -dudó el Dos.

- Exacto, porque, tomemos el caso del banco hipotecario. Los funcionarios tenían operadores, a su vez los operadores tenían minoristas y estos todavía tenían laderos. En resumidas cuentas como todos tenían que currar la cometa resultaba enorme. ¿Y quién pagaba?. El pobre tipo que quería una casita, el pueblo -se contestó-. Y ojo que conseguía el crédito en el mejor de los casos, porque como para eso no había chapa por ahí te caía un punto que decía que era operador de fulanito, te sacaba la guita y si te he visto no me acuerdo...

- Cierto... -murmuró Manuel, que para quedar bien usó un tono casi indignado.

- Y bueno, muchachos. Eso acá se terminó. Anoche, por mayoría casi absoluta, se sancionó el denominado Régimen de Cohecho a Funcionarios Públicos.

- ¿Y eso?, ¿qué es? ¿una ley que aumenta los controles sobre los funcionarios? -preguntó inocente el Dos.

El tipo estalló en una carcajada ruidosa.

- No, mi amigo, no. Es una ley que regula la actividad y establece derechos y obligaciones de ambas partes. Por ejemplo se ha determinado como arancel máximo, ¡máximo! -recalcó- el 10 por ciento del monto involucrado en el servicio concedido.

- ¡El diez por ciento! -repitió eufórico el Dos.

- Si, el diez por ciento -reiteró el gestor.

- ¡Muy bien hecho! ¡Bravo! -exclamó Manuel.

- O sea que se acabaron los intermediarios. Uno puede ir directamente a transar con el funcionario -dedujo el Dos.

El operador entonces hizo un gesto de cansancio y dijo.

- Si, en teoría es así. Lo que pasa es que es un poco complicado acceder a los funcionarios. Hay mucha demanda y para mantener el principio de igualdad se han instituido una serie de trámites burocráticos que, ustedes saben… formularios, numeritos de cuatro cifras para la cola… La burocracia es un monstruo de mil cabezas.

- ¿Y entonces? -preguntó el Dos palpitándose la respuesta.

- Tranquilo amigo, menos la muerte, todo tiene solución -sentenció-. Ahí es donde entramos nosotros. Por otro diez por ciento lo arreglamos. Pero eso si va por izquierda. Bajo cuerda, digo... -los vió mirándolo boquiabiertos y aclaró todavía- No aparece en el contrato... ¿me entienden?

El Dos y Manuel asintieron mirando desconsolados la pecera. En el agua, el pez grande, seguía fifándose al pez chico.

2 Comments:

Blogger Roberto Iza Valdés said...

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11:33 AM  
Blogger Roberto Iza Valdés said...

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1:15 PM  

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