Escribiendo una novela on-line

Bienvenidos a la cocina de una novela. Dia a dia, encontraran publicado el refinamiento del material original de mi novela "Santana". Que lo disfruten.

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Location: Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas, Spain

Supongo que me parezco a lo que imaginan de mi mis lectores.

Wednesday, June 22, 2005

Capitulo LIII



Debajo de un puente, en el gabin 14, cerca de la calle Sorrento. El Dos depositaba su mirada destruida en el humear de una lata de dulce que otro de los crotos había puesto al fuego para hacer un café instantáneo. Una radio spicker, desorchatada y mugrienta zumbaba apoyada en un cajón. Cantaba el varón del gotán; Julio Sosa.

Rechiflado en mi tristeza hoy te evoco y veo que has sido en mi pobre vida paria solo una buena mujer...”. Bramaba con ese vozarrón que enloquecía a los maricas.

- Ana... tengo que encontrarla, ella me va a perdonar... las minas siempre perdonan... le voy a escribir poesías y me va a perdonar... ¡si!

Y así diciendo se palpó nerviosamente los bolsillos y de un fondillo extrajo una virome reventada de calor. Arranco un cartón de una pila que estaba junto al cajón de manzanas y comenzó a escribir versos donde predominaban las palabras equivocación, arrepentimiento, perdón y amor. Febrilmente, inspirado por la desesperación, escribía y escribía.

Después de unos minutos escuchó el marcado acento ucraniano del Duque.

- Ya esta el café, ¿quiere?

Levantó la mirada, sonreía.

- Si Duque, dame uno y tomá un faso... -dijo el Dos extendiéndole una colilla larga y llevándose otra a los labios. El otro la recibió con agrado y le alargo un café servido en una lata de tomates recortada.

- No nos privamos de nada... -sonrió con orgullo el tal Duque, que era un viejo barbudo y canoso. Pese a los harapos y la mugre el viejo tenía una expresión aristocrática que resaltaba como un diamante en el barro.

- Gracias Duque...

Sentados en el piso bebían y fumaban. El Duque señaló el campo verde, y más allá una laguna, que se formaba por la acumulación de lluvias y donde croaban las ranas.

- Pucha que está lindo el día... dígame si no es una mañana preciosa...

El Dos asintió con un silencio contemplativo y en ese silencio quedaron unos instantes, hasta que (el propio Dos) luego de un ruidoso sorbo le preguntó a su compañero:

- ¿Porque te dicen Duque?

Sin inmutarse el croto respondió:

- Porque soy duque.

El Dos lo miró sin pestañar.

- Vladimir Ostovich Segundo, ese es mi verdadero nombre.

- ¿Que?

- Así es... mis padres escaparon de la revolución bolchevique... yo tenía un año entonces.

El Dos estaba anonadado. Dejó de tutearlo.

- Pero, ¿cómo?

- ¿Cómo qué?

- ¿Porqué esta así?.-titubeó- En la miseria.

- No se equivoque colega, -sonrió- yo no soy miserable... soy pobre nada más... tengo lo que necesito y carezco de lo que no me hace falta... -precisó.

- Si, pero su familia debe haber traído mucha plata... ¿o no?

- Si. Y la tienen todavía.

- Y ¿entonces?

El Duque sonrío.

- Usted no me entiende... yo elegí esta vida -recalcó-... siempre quise ser esto que soy... -dijo acomodándose la espalda- desde chico ya tenía la vocación... mamushka siempre cuenta que cuando yo era pequeño encogía el brazo como un lisiado y pedía limosna a todos los que venían a visitar mi casa... ¿no le parece eso una vocación?

El Dos no lograba salir de su asombro.

- Pero y su familia... ¿como lo tomo?

- Se lo podrá imaginar... además yo siempre había sido muy complaciente con mis padres… aprendí piano, tres idiomas e inclusive me recibí de medico como ellos querían... pero no se engaña una verdadera vocación... -dijo negando con un gesto- mi padre me puso una clínica y... -se interrumpió para preguntar- ¿a que no se imagina a quienes atendía?

- No -contestó el Dos encogiéndose de hombros.

El Duque sonrío.

- A los crotos. Pasaba horas con cada uno de ellos. Escuchando sus historias. Envidiándolos -confesó-. Los curaba cuando andaban maltrechos por algún accidente o alguna infección, siempre por pavadas, porque tenían (y tenemos) una salud de hierro. Y después se iban... con sus harapos y sus bolsas... y yo los veía irse con una mezcla de alegría y tristeza; como se mira un pájaro que sale de la jaula. Un día le dije a mi secretaria “no vengo esta tarde” y me fui para siempre. Así, como estaba vestido y con el dinero que tenía encima...

El Dos lo miro con admiración. El Duque continuó.

- ¿Sabe usted lo que es salir a la calle como salí yo aquella mañana?... ¡me dió vértigo la libertad!... ¡el mundo estaba ahí para que yo lo recorra!, sin horarios, sin urgencia. La vida por la vida misma, sin otro motivo... y me fui, sin dudarlo. Me acuerdo que entré a caminar por unas vías, riéndome como un loco, como borracho, pero de libertad.

- ¿Y nunca volvió, ni aviso nada a nadie? -El Dos perplejo.

El Duque asintió.

- Estuve muchos años sin volver... pero algunos años después, quise verlos y me decidí a visitarlos... Así fue que una noche, toque el timbre de la reja. Se encendió en seguida un farol del jardín que me encandiló e instantes después se asomó mi padre; mi padre era alto y delgado, muy autoritario... se puso su monóculo y me miró desde la puerta, a unos veinte metros, fijamente. Yo me quedé paralizado... “¿quién es, Vladimir?”, preguntó la voz de mi madre desde adentro... “¡Nadie, no es nadie!”, contestó él, tajante. Cerrando con firmeza la puerta.

- Pero a lo mejor se confundió. O no lo reconoció. O lo tomó por un croto cualquiera... -teorizó el Dos.

El Duque negó con tristeza.

- No. Sé que me reconoció. Además Lenin y Stalin, los dos daneses que teníamos y que eran muy bravos, en vez de ladrar me vinieron a lamer las manos. Pero yo no me anime a decirle nada. La figura de mi padre me infundía un respeto rayano en el temor... Así es que bajé la cabeza y eché a andar y entonces si... ya no volví nunca más.

- El no lo aceptó.

El Duque negó con una sonrisa triste.

- Todavía vivía en la corte de los zares...

- Aunque no fuera un Duque, para cualquier padre debe ser muy duro tener un hijo croto -afirmó sin convicción. Pensando que en realidad al suyo le daría lo mismo o hasta le gustaría.

El Duque se apuró a replicar:

- También es duro para un hijo ser otra cosa distinta de lo que en realidad es... representar toda la vida un papel que no eligió...

Luego de un silencio enfático, preguntó:

- ¿Sabe que fue lo que me hizo decidirme?

El Dos negó con un gesto.

- Una idea terrible y sencilla... Recuerdo que estaba en mi oficina, mirando por la ventana y pensé... “solo voy a vivir una vez”... y créame que eso bastó. Piense esa idea.. cuando uno la hace carne, y la comprende en toda su dimensión, no puede quedarse así como así, salvo que sea un cobarde... ¡solo se vive una vez! -repitió.

- Cierto... -admitió el Dos pensativo.

El Duque prosiguió:

- Nadie puede pedirle que renuncie a su vida. A mi, todos querían llenarme de responsabilidades; recíbete, cásate, ten hijos, trabaja... Menos casarme y tener hijos yo lo hice todo. Y me llené de úlceras y enfermedades de autocastigo. Yo no quería responsabilidades -explicó-, mi cuerpo las rechazaba. Las responsabilidades no son naturales -definió-... A uno lo convencen de que eso es ser un verdadero hombre y todas esas pavadas, pero es mentira. El hombre es un animal que tiene que tener libre albedrío. Y sino fíjese que apenas largué todo y me hice a esta vida, se me curaron todos los achaques. Hasta la ulcera, que no se me iba con nada. Y ahora gozo de perfecta salud pese a los fríos y las porquerías que como... ¿como me lo explica?

El Dos se encogió de hombros y el Duque continuó:

- El hombre es un animal más, no nació para este vida que se lleva hoy en día... dígame si hay algo más hermoso que comer una costeleta con las manos… o andar desnudo a la intemperie, como un animal... -y así diciendo, sentado como estaba sacó un pito arrugado y sucio y se hechó una meada sin levantarse, de costado. Parte del chorro le empapó la pierna. El viejo sonreía.

El Dos asintió sonriendo y terminó el café de un sorbo. Juntó los cartones con los poemas, les ató un hilo de nylon alrededor y se puso de pie para ir en busca de Ana.

- ¡Ah, conseguí harina!, -exclamó el duque- ¡Esta noche estamos de fideos amasados!

El Dos le miro las manos llenas de meada.

- No me los pierdo por nada del mundo... a las nueve estoy de vuelta, mi Lord -aseguró.

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