Escribiendo una novela on-line

Bienvenidos a la cocina de una novela. Dia a dia, encontraran publicado el refinamiento del material original de mi novela "Santana". Que lo disfruten.

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Location: Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas, Spain

Supongo que me parezco a lo que imaginan de mi mis lectores.

Monday, June 13, 2005

Capitulo XLVIII



De vez en cuando a alguno de los monstruos lo dejaban a pasar la noche. A Alfredito, por ejemplo, la familia lo depositaba cada vez que tenían visitas importantes. Esto es, cada dos por tres.

Sus aristocráticos padres, prescindían de su vergonzante presencia como quién barre la mugre bajo las alfombras. Luego que la visita se iba, el chofer y el auto pasaban a buscarlo y Alfredito volvía a estar arriba de la moqueta.

A Oscarcito también comenzaron a dejarlo, pero fue varias semanas después de que Ana empezara a trabajar con Ema. Y fue, es oportuno aclararlo, por expreso pedido del propio Oscarcito. Que pese a que no hablaba, sabia hacerse entender.

La primera vez que se quedó a pasar la noche fue casi dos meses después de que Ana se instalara allí.

Anochecía y recién se había ido el penúltimo bobo. Estaban las dos masajistas tomando mate en la galería, mientras Oscarcito echado al lado de Ana, jugaba con su bragueta. Ana miró la hora y le comentó a Ema.

- Ché, que raro... no lo vinieron a buscar a Oscarcito.

Ema sacó la bombilla de entre sus labios y contestó:

- No. Se queda a dormir. Me olvidé de decirte. Me contó el viejo que está tan enloquecido con vos que lo tuvo que dejar.

- Es divino -comentó Ana palmeándole la cabeza y el bobo rió guturalmente- Le podríamos decir al padre que lo deje también los sábados y domingos... -propuso.

- No, nena, dejalo en su casa, nomás. Nosotras vamos a dedicarnos a vivir tranquilas por lo menos dos días a la semana. Hace dos meses no los podías ni ver, ¿y ahora los querés tener sábados y domingos, también? -Exclamó Ema asombrada.

Ana sonrió con satisfacción.

- Cierto, che. Me acostumbré bastante rápido, ¿no?

- Claro... te dije que te ibas a acostumbrar -le recordó-... y menos mal que te acostumbraste. Porque con vos la pegué... es al pedo, pero dos cabezas piensan más que una. Tantos años soportando los quilombos de estos guachos y nunca se me ocurrió lo de los atriles.

- Y bueno... es mi maravilloso cerebro... -se ufanó Ana.

Ema se puso de pie y la miro burlona.

- ¡Esa idea la pensaste con las tetas!

Ana rió también. Ema miró los atriles, chupó de apuro el mate y dijo:

- Bueno... hablando de los atriles… los voy a ir guardando así entramos a comer.

- Esperá que te ayudo -dijo Ana y se puso de pié. Tras ella, salió Oscarcito.

- Dejá, ¡vení Oscarcito! -lo llamó Ema súbitamente inspirada.

Y apenas llegó, ni lerda ni perezosa le enchufó todos los atriles encima. El pobre bobo encima se reía.

- Lleválos adentro... ¡vamos!

Diligente Oscarcito los depositó en la piecita de los masajes.

- Y pensar que dicen que son como animales... ¡a un perro no lo podés hacer laburar! -razonó Ema, viéndolo ir trastabillando por el peso que cargaba.

- A Oscarcito solo le falta hablar... -exclamó Ana con orgullo.

- Menos mal que no habla. Sabés la de boludeces que diría -razonó Ema.

- ¡Si, toma! ¡Mira que vivo que es! ¡mirá como se dio cuenta!...No los puso ni en tu pieza, ni en la mía, ni en la cocina.

- ¡Es una luz! -exclamó Ema con una carcajada.

- Más boludo es el tuyo, que lo único que sabe hacer es encerrarse en el baño... -le contestó Ana con fingida indignación, imitando la cara de boludo de Alfredito.

Así entraron contentas a la cocina. Ema empezó a pelar papas y Ana a leer el diario. Oscarcito, al lado de Ana se dedicaba a papar moscas.

- ¡Puta ché, que diario de mierda!... ¡no tardás cinco minutos en leerlo! -dijo haciéndolo un bollo y tirándolo de emboquillada al tacho donde Ema ponía la cáscara de las papas.

- Si, pero sirve para envolver la basura... por eso lo compro. Prendé el televisor, a ver que hay -sugirió Ema.

Ana se estiró hasta el botón del encendido e instantáneamente apareció la pantalla en blanco y la voz del locutor que anunciaba:

- “...y ahora en el espacio cedido a los partidos políticos para la difusión de sus respectivas plataformas, hará uso de la palabra el candidato a la intendencia en las próximas elecciones por la lista 3333”, la pantalla permaneció en blanco unos segundos más y luego, súbitamente, apareció la cara de un tipo de gesto apremiado que alcanzo a decir "conciudadanos, nosotros los verd..." y luego la imagen, fugaz, se cortó. Enseguida retomó el conductor para decir:

- “...finalizado el espacio de la lista 3333 hará uso ahora de la palabra el excelentisimo candidato a las elecciones municipales por la lista 2222...”.

Acto seguido apareció en pantalla un tipo cargado de hombros, de mandíbula prominente y gruesas cicatrices surcándole la cara. Completaban la aterradora imagen un parche en un ojo y una mirada huidiza de buitre en el que tenía sano. La cámara lo sorprendió cuando se tapaba un orificio nasal y aspiraba ruidosamente por el otro. Cuando vio la luz de "en el aire" prendida se acomodó en la butaca y leyó su discurso sin levantar la vista del papel.

- "Conciudadanos... en los últimos días ha aparecido el señor candidato e la lista 1111 (ha quien reiteradamente he acusado de corrupto-insaciable), agitando una fotito trucada donde aparezco robándome una máquina de escribir de la intendencia... ¿Qué puedo decir?... Es realmente penoso que en vez de admitir su desmedida y malsana ambición, intente ensuciar mi buén nombre y honor. Yo, queridos votantes, no quiero llegar al poder para robar vueltos o máquinas de escribir o para quedarme con el diez por ciento de algún negociado menor. No queridos conciudadanos, les soy sincero. Yo quiero atraer los verdaderos capitales que harán florecer nuestra urbe... -miró con atención el papel donde evidentemente tenía una marca de elevar el tono y prosiguió con énfasis- ¡y con su voto lo voy a lograr!… ¡conciudadanos!, sabemos que sin capitales privados no vamos a salir adelante y permítanme aclararlo, yo no hablo de chirolas. Yo estoy hablando de millones y millones de dolares. Yo los consigo sin duda alguna... sobre está base es que no me cabe duda de que ustedes sabran votar el progreso y el tren que lleva al futuro y no al triste coimero de la lista 1111 o al infelíz de la 3333... ¡nada más y muy buenas noches!

Desaparecía el tipo y aparecía un corto publicitario donde se mostraba un callejón sórdido y un hombre flaco y andrajoso con un cartelito que decía "pasado" que caminaba por ahí. De repente frenaba un auto, se abría una puerta y bajaba un tipo de espaldas a la cámara que pelaba una tartamuda y ametrallaba sin misericordia al lastimoso "pasado". El pobre andrajoso se destártalaba en el aire bailando la música lúgubre de la ametralladora, hasta que se vaciaba el cargador. Luego salía una voz en off que decía; “Para asesinar al pasado, hágase cómplice del futuro” y el tipo que estaba de espaldas se daba vueltas y no era otro que el candidato de la 2222 que soplaba el caño humeante de su ametralladora y guiñando un ojo a la cámara recomendaba. “¡Yo soy el futuro!, ¡Hágase mi cómplice!”.

- A mi me gusta este candidato... se lo ve con cojones -adhirió Ema.

- No, yo prefiero al de la lista 1111...por lo menos te canta la justa. El tipo ya avisó que se chorea el diez por ciento...

- Si te dijo el diez anotá el noventa… pero ma’ si, a comer. Si en definitiva, gane quien gane seguro nos va a cagar... -concluyó Ema con sabiduría.

Ana se levantó a buscar los platos.

- Ché, a Oscarcito le ponemos el de plástico, ¿no?... -y volviéndose al pavote que seguía en la más absoluta babia le preguntó melosa- ¿donde te queres sentar?

- No, ché. Que coma en el piso...-se apresuró Ema-, eso si me da un poco de asco... se babea... -explicó.

Ana lo miró. El pobre bobo la miraba con la misma expresión desolada que recordaba en Esteban.

- Ché, pobrecito... -protestó Ana. Y como recordando algo agrego- ¡ah, me olvidé de contarte!

- ¿Qué?

- El otro día fuí a levantar el atril de él y me encontré una foto distinta.

Ema la miró intrigada.

- ¿Cambio el solo la foto?

- Y si. Yo no se la cambié.

Ema se rió con ganas y dijo.

- Y bueno, es lógico, se habrá cansado de cojerse siempre a la misma.

Ana rió también.

- Si, pero lo más lindo es que no era de una mina en pelotas.

- ¿Y de qué era?

- De una pareja abrazada. Se ve que la recortó el mismo de una revista. Por los bordes…

- Pero mirá vos -exclamó Ema asombrada.

- Si, ¿y a que no sabés lo que hizo cuando lo vi?

- No, ¿qué?

- Me señalo a mí, se señaló él y señaló la foto.

- ¿Pero que me contás? -riendo- ¡se enamoró de vos el paparulo! ¡y mirá que tiene que ser paparulo para meterse con vos! -se burló.

- Si, vos reíte, pero a mi me asombró, ché.

- ¿Y ahora se hace la del mono con esa foto? -preguntó Ema intrigada.

- Si. Y eso es lo notable. Lo excita más esa foto que la de la mina que se metía los dedos en la cotorra.

Ema se encogió de hombros.

- Es un sentimental.

- Y vos que me lo querés poner a comer en el piso. Pobrecito.

- Bueno, dale, ponélo en la mesa si querés. Pero allá en la punta, al lado del televisor.


Mientras comían le contó una historia del autista a quién llamaban “El girasol” porque se pasaba el día mirando de lleno al sol y girando, consecuentemente, de oriente a poniente.

Después de la sobremesa se fueron a acostar. Y a Oscarcito intentaron ponerlo a dormir sobre una frazada, en la piecita de los masajes. Pero no hubo caso, quería dormir con Ana. Así es que en vez de dormir deambulaba por la galería llorando. Después de unos minutos, conmovida, Ana le abrió la puerta y lo dejó acostarse, felíz, al pie de su cama.

Luego que cesaron los llantos, se quedó profundamente dormida y tuvo el segundo sueño premonitorio:

Soño que la puerta estallaba y que un montón de seres horrendos entraban a su pieza. Los monstruos no eran sus clientes, sino seres más deformados todavía. Ana, en el sueño, tenía miedo, pero ninguno de los monstruos se le acercaba. Solo se quedaban mirándola. Sus rostros parecían amenazantes en su deformidad pero sus miradas irradiaban una profunda tristeza. Estaban así en silencio hasta que de repente se abrían todos en abanico, dejando paso a uno que era el más monstruoso y repugnante de todos. Este miraba a Ana con ojos desafiantes y le preguntaba con eco:

- ¿Nos querés? ¿Nos querés? ¿Nos querés?

Y Ana increíblemente le contestaba:

- Si.

Entonces, la mirada del monstruo se iluminaba y las palabras le salían en torbellino:

- ¡Entonces queremos amar! ¡todo el mundo nos tiene asco! ¡si nos querés, amanos! ¡Amanos! ¡Amanos!

Ana, no podía creer lo que escuchaba. Sin poder contener la náusea, retrocedía y le gritaba:

- Nooooooooo... eeesoo nooo... nooooo -con una voz insólitamente estirada.

La cara del monstruo, entonces, trasuntaba una inaudita tristeza. Con los hombros caídos, asentía en silencio y dándose vuelta salía cabizbajo de la habitación, seguido tristemente, en cortejo, por todos los demás.


2 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Keep up the good work » »

7:59 PM  
Anonymous Anonymous said...

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