Escribiendo una novela on-line

Bienvenidos a la cocina de una novela. Dia a dia, encontraran publicado el refinamiento del material original de mi novela "Santana". Que lo disfruten.

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Location: Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas, Spain

Supongo que me parezco a lo que imaginan de mi mis lectores.

Thursday, June 23, 2005

Capitulo LIV



Esperó a que estuvieran todos para contarles. Cuando no faltó ninguno los reunió en la galería, sacó el frasco de café instantáneo, lo puso respetuosamente sobre el piso, se alejó dos pasos, lo señaló y dijo:

- Chicos... ahí esta Ema.

Los mogólicos, el autista y el del cochecito ni se mosquearon. Pero los cerebrados pidieron explicaciones a los gritos. Ana sin ocultar las lágrimas que le saltaban de los ojos dijo un quebrado:

- Se murió chicos, si.

Y fue como si anunciara la largada de una maratón de llanto, porque, desde ese momento, todos los monstruos se pusieron a llorar también. Hasta los mogólicos, contagiados del estado de ánimo reinante, lloraban a moco tendido. Ana observó que cierta intuición, todavía funcionaba en ellos. Porque Alfredito no tenía consuelo. Corría de aquí para allá, se golpeaba contra las paredes y se revolcaba por el piso. Evidentemente entendía, por un camino distinto de la inteligencia, lo que había pasado con la única mujer que le había echo sentir amor. De madre si se quiere, pero amor al fin.

Y todos miraban su desesperación con un respetuoso silencio. Hasta que, Ana, decidió detenerlo para evitar que se siguiera golpeando. Trató de tomarlo del brazo, pero Alfredito se le escurrió y de un manotazo, agarró el frasco, donde reposaba Ema y con un movimiento rápido se zambulló en el baño. Cerrando con llave desde adentro.

- ¡Alfredito! ¡abrí! ¡abrí, Alfredito, dale! -le gritó Ana. Y todos los monstruos que podían hablar le gritaron también. Pero Alfredito no abrió.

Detrás de la puerta solo se sentían llantos y golpes sordos. Ana, preocupada, corrió entonces a buscar algo que le sirviera para hacer palanca y encontró un viejo cortafierro oxidado. Lo calzó entre la puerta y el bastidor y empujó con fuerza. La cerradura saltó con un ruido de maderas rajadas y la puerta se abrió dejando ver a Alfredito derrumbado en el piso, entre la bañera y el inodoro.

Lloraba silenciosamente y tenía en la mano derecha el frasco con las cenizas destapado. Ana se acercó con cuidado, se lo quitó de las manos y miró dentro; estaba vacío. Buscó con la vista las cenizas en el piso pero no vió ni rastros. Volvió la vista hacia Alfredito y notó, alrededor de sus labios, el tiznado color café de quién en vida se había llamado Ema.

1 Comments:

Anonymous Anonymous said...

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8:17 AM  

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