Escribiendo una novela on-line

Bienvenidos a la cocina de una novela. Dia a dia, encontraran publicado el refinamiento del material original de mi novela "Santana". Que lo disfruten.

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Location: Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas, Spain

Supongo que me parezco a lo que imaginan de mi mis lectores.

Wednesday, July 06, 2005

Capirulo LIX



A partir de ese sábado con Oscarcito, comenzó la verdadera obra de Ana Santana. Su obra de amor total.

El lunes de la semana siguiente les tocó el turno a los demás monstruos; Herberto, Ruben, el renguito, los otros mogólicos.

Para facilitar las cosas los esperó desnuda en la habitación de los masajes. Quería que en lo posible tomaran ellos la iniciativa porque de esa manera no habría peligro de inhibiciones.

La mayoría de “los cerebrados” tuvo la sensación de haber entrado en un momento equivocado y por vergüenza y respeto intentaron irse. Así es que Ana debió aclararles que no se estaba cambiando, que solo quería estar así.

Luego y en medio de una atmósfera tensa los acostaba en la mesa y comenzaba a masajearlos. Las miradas alucinadas de los adefesios pendulaban con el vaivén de las tetas de Ana. Dos o tres masajes después tenían una carpa monumental. Llegado ese momento, si el monstruo no tomaba la iniciativa, Ana iba derecho al grano. Comenzando a masajearles la bragueta o poniéndoles, directamente, una teta en la boca. Así, de cayetano, sin mediar palabra. Y el resto venia solo.

Ana no dejó de maravillarse de la mirada que notó en ellos. Era la mirada de un chico frente a su regalo de reyes. La felicidad estaba ahí, brotándoles de la piel, de los ojos, iluminándolo todo. Era la mirada inversa de aquella lejana mirada de Esteban.

Ya desde la primera vez, Ana recibió conmovedoras declaraciones de amor. Reprimidas (antes) por la falta de ilusiones. Y notó como todos ellos no solo necesitaban coger, sino también sentirse queridos. Todos los que sabían hablar le preguntaron después del polvo; “¿me querés?”. Y a todos Ana les dijo que si. Y los que no sabían hablar preguntaban con la mirada. Y con la mirada Ana les confirmaba su amor.

A partir de esa observación es que decidió detenerse en cada uno de ellos. Más de lo que originariamente había previsto. Entendió que aparte de sexo, necesitaban ser mimados. Sentirse aceptados en su real condición. Tenían encima muchos años de rechazo y eso les impedía disfrutar de lo que Ana les ofrecía. Así es que se dedicó a encontrar y amplificar las imperceptibles virtudes que cada uno tenía y a declararse loca por ellas. Para alimentarles por esa vía su maltratado ego.

A Herberto, por ejemplo, le elogiaba la desproporcionada cabeza aduciendo que debía tener mucho cerebro en una cabeza tan bien desarrollada. Le mostraba dibujos de marcianos cabezones, increíblemente inteligentes y le decía que eran parecidos a el. Lo convencía de que él, en Marte, seria un verdadero Rodolfo Valentino. Por supuesto que el balero de Herberto estaba relleno con diáfano y elemental aire y no con apretados racimos de neuronas, pero justamente por este detalle, el truco surtía su efecto, y el monstruo salía reconfortado, ganador, superior, renovado, orgulloso de esa monstruosa cabeza que haría suspirar enloquecidas a miles de marcianas.

- ¿Pedo como hago pada llegad a Madte? -preguntaba iluso.

- Despreocupate. Te van a venir a buscar -le contestaba Ana con seguridad.

- ¿Y como?

- Ellos saben todo. Te van a venir a buscar con un plato volador y te van a llevar allá.

Herberto rió.

- ¿En sedio?

- En sedio -aseguró Ana.

A Ruben en cambio le elogiaba la mirada. Le decía que tenía una mirada, tierna, como de poeta. Durante los ratos que pasaban juntos lo conminaba a crear poesías. Porque "un ser con una mirada tan linda como la tuya, necesariamente debe pensar cosas hermosas". Y el monstruoso bebé se lo creía y cada dos por tres se despachaba con alguna combinación de versos tanto o más morbosos que el propio poeta. Del tipo de:

A ti el amor se parece

y a mi el amor me llama

siento algo que en mi pecho crece

y que me quema dentro como una enorme llama

A ti el amor se parece

Por eso para mi, amor se dice Ana.

El horrendo vate le iba largando sus poesías frase a frase y Ana, diligente, le tomaba el dictado del primer borrador. Le anotaba luego las correcciones, se lo leía y cuando el añejo bebe lo daba por terminado Ana suspiraba extasiada. Le demostraba fascinación por su obra y, con solo eso, lo ponía absolutamente feliz.

Los mogólicos, por su parte, no necesitaban mayor trámite. Estaban más allá de frases y poesías. Solo querían ponerla y no sacarla jamas. Alfredito por ejemplo había aprendido a pedir de garchar haciendo un anillo con el pulgar y el índice de la mano derecha e introduciendo en este, con un movimiento de émbolo, el índice de la mano izquierda. Así es que a toda hora y en todo lugar estaba frotándose los dedos ansiosamente. Era realmente insaciable: Ana se agarraba la cabeza cuando luego del cuarto polvo, Alfredito, todavía se frotaba nerviosamente los dedos.

El único sensible, de ellos, era Oscarcito. El no se conformaba con garchar. Necesitaba dar y recibir amor. A veces, por ejemplo, la abrazaba tembloroso o la miraba con una mirada soñadora y le tomaba la mano, para besársela con devoción. Podía pasarse horas así y Ana, amablemente debía cortarlo, para poder atender a los demás. A veces eso lo lastimaba Justamente para no herirlo entonces, Ana decidió dedicarle los sábados solamente a él. La agenda amorosa de Oscarcito quedó conformada entonces de la siguiente manera; durante la semana, desahogo sexual todos los días y los sábados; noviazgo full-time.

Oscarcito, no dejaba jamás de conmoverla con su amor ni de asombrarla con su evolución semántica. Lenta pero firmemente, desde que balbuceó las primeras palabras, su glosario se amplio. Aprendió, por ejemplo, a decir; "nooviaaa". A manejar un sinónimo ("uliaaa" por "ojeee") y a manejar el verbo "edo". Verbo que combinaba con las palabras "teeetaaaa", "ojjeeee", "uliaaaa" o "noooviaaa", alternativa, azarosa e interminablemente.

Estas escasas palabras representaban todo su espacio lingüístico y el hecho de que hubiera desarrollado esas y no otras, conducía a pensar que el amor (en todas sus formas) constituía una necesidad elemental en todo ser humano, por primitivo que fuera. Así lo interpretó, por ejemplo, un

reconocido psiquiatra que quedo anonadado frente al miserable diccionario que Oscarcito había logrado desarrollar.

Otro de los asombrados y eufóricos con su evolución fue, obviamente, su propio padre. El pobre pelado se ilusionaba soñando que tal vez, a ese ritmo, su hijo recuperara la lucidez y llegara (con apenas un poco de inteligencia más) a recibirse de contador público como él siempre había soñado.

En lo ateniente a los paralíticos, no había mayor problema. Los trataba como si su defecto no tuviera la más mínima gravitación. Sin ocultarlo pero sin darle mayor importancia.

Justamente cuando le tocó el turno al paralítico que le había recomendado a la bruja, éste, después del polvo, le confesó lo que antes había callado. Le dijo:

- Ana, ¿te acordás cuando te dije lo de la bruja?

- Si.

- Te acordás que te dije que la había pegado en casi todo. Y que vos me preguntaste en que no la había pegado... Y yo te dije que en nada importante...

- Si, mi amor...

- Bueno, era esto. Esta misma escena es la que yo había visto allá y no me animé a comentarte...

Ana sonrío y asintió, para reflexionar.

- Como adelanta todo. Antes se decía que el destino estaba escrito. Ahora resulta que además está filmado.

3 Comments:

Blogger latinlace said...

muy bien escrito, me encanta cuzndo tengz lugzr bengo z leerla toda asi practico mi espanol ya que no se tanto.

2:10 PM  
Anonymous Anonymous said...

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12:29 AM  
Anonymous Anonymous said...

That's a great story. Waiting for more. »

11:08 PM  

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