Escribiendo una novela on-line

Bienvenidos a la cocina de una novela. Dia a dia, encontraran publicado el refinamiento del material original de mi novela "Santana". Que lo disfruten.

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Location: Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas, Spain

Supongo que me parezco a lo que imaginan de mi mis lectores.

Sunday, July 03, 2005

Capitulo LVIII



Se levantó muy temprano al día siguiente. Apenas clareaba. La mañana estaba tibia y sería un lindo día. Fue hasta la cocina y puso la pava al fuego. Cuando estuvo todo listo se fue a tomar mate, sentada en la galería.

Los primeros rayos de sol evaporaban el rocío de la noche en las plantas y perfumaban el patio. Ana estaba pensativa. Tomando mate y fumando retrocedió en el tiempo y comenzó a recordar como en flashes desordenados los últimos tiempos: Manuel con la lapicera descargada en el civil, ella limpiándose los dedos en el agua bendita, la cruz que se caía, cuando tiró de las cintas y le tocó el anillo (aquí pensó con una sonrisa resignada “y todavía estoy soltera”), la cara del Dos cuando le recitaba sus poesías morbosas, la máquina de parir, los cuatro mogólicos pajeándose a coro, el polvo con su primo Esteban, la pelea con su vieja, con el Dos, con María, la cara del ropero dejándole las cenizas de Ema, la cupe roja que se iba, la boca tiznada de Alfredito y la imagen del Dos derrumbado en el asfalto. Se puso melancólica por todo lo que había pasado y se sintió cansada y triste. Calculó que solo había transcurrido poco más de un año desde que conoció al Dos. Pero sintió que le parecía un siglo. Y con la vista fija en la pava, una lágrima, porque si, se descolgó de su ojo derecho.


A media mañana golpearon la puerta; era Oscarcito.

- ¡Oscarcito! -exclamó Ana con franca alegría, ante su mogólico preferido.

- Auauauauauua - aulló el retardado, entrando.

Ana recalentó el agua y volvió a sentarse en la galería con el mogólico al lado. Cuando se llevó el mate a los labios el mogólico la miró con un gesto de impaciencia. Ana hizo ademán de estirarle el mate y Oscarcito sonrío. Entonces se lo dió. El mogólico lo tomó y sopló con todas sus fuerzas. La yerba salió disparada a todo el alrededor. Ana con la cara verde, puteo, se rió y le sacó el mate. Volvió a acomodar la yerba y se estaba cebando otro cuando levantó la vista y se encontró con la mirada de Oscarcito depositada entre sus tetas, debajo del desavillé. Oscarcito miraba con una expresión de babia intensa, moviendo la cabeza y abriendo levemente la boca. Por donde resbalaba sin problemas una columna de baba.

- Auauauauauauua... -exclamó Oscarcito y Ana no pudo contener la risa con la cara de desesperación del pavote.

La decisión estaba tomada.

- ¿Te gustan las tetas? -sonrió desprendiéndose el escote y dejando ver más aún la canaleta de las gomas.

Oscarcito se puso como loco. Los colores se le subieron a la cara y un bufido de rinoceronte alzado le entrecortó el aliento.

- Bueno... bueno... ¡Oscarcito! -trató de moderarlo Ana, pero el bobo estaba fuera de si. Como hipnotizado se acercó hacia ella con las manos extendidas y las colocó sobre los limones mugiendo. Ana lo dejó hacer. Luego el bobo la miró con una expresión reconcentrada de trance y comenzó a vociferar:

- Eeeeeeeeaaaaaaaaaaaaaa... -su rostro denotaba un esfuerzo brutal por comunicarse-...eeeeeeeeeeeaaaaaaaaaaaa... eaeaeaea... deaaaa... eeteaaaa... eeeeettaaaa... eeetaaaa...

Ana no podía creer lo que veía. Azorada contemplaba ese milagro del cual era, no solo testigo sino también autora: el bobo había hablado por primera vez.

- ¡¿Qué dijiste?! ¡Repetí! -lo urgió Ana.

Oscarcito abriendo y cerrando las manos sobre los limones dijo:

- ¡eeetaaa!... ¡eeetttaaa!

- Teta, si, teta... muy bien -festejó Ana- A ver... repetí...

- eeetaaa... eeettaaaa... -decía ya el bobo sin tanto esfuerzo.

Ana se puso tan contenta que se bajó la blusa y dejó asomar un pecho redondo y desnudo. El bobo se sacudió de la alegría y lo apretó entre las manos. Insisitio:

- eetaaaaha.. tehetaha... -y con un movimiento súbito se la metió en la boca. Ana lo dejó. Oscarcito bufaba y se contorsionaba y entre las piernas un formidable bulto le levantaba el pantalón. El bobo mamaba y mamaba, ruidosamente. Ana cerró los ojos y en escasos segundos el bobo se bajo nerviosamente el pantalón.

- Teettaaaa... teeethhaaa... -pronunció el bobo con angustia. Quería decir otra cosa pero no sabía como. Su cara acompañaba esa única palabra y le daba la forma que realmente tenía; “coger”. El bobo quería coger.

Ana, entonces, se levantó el desaville.



La puerta de la habitación estalló. Monstruos de las formas más atroces. Delirios alucinados de la naturaleza la miraban desde el pié de la cama. No eran sus monstruos, pero su monstruosidad los hacia familiares. De entre aquellas pobres criaturas emergió el ser más horrendo y repugnante que pudiera ser imaginado. Sus gestos eran inesperados y violentos y hablaba con una incontenible furia.

- ¿Nos querés? ¿Nos querés? ¿Nos querés? -le preguntó con su voz rabiosa.

- Si. -Contestó Ana.

- Entonces dejáte. Necesitamos amor en todas sus formas. Tenés que querernos de todas maneras. No solo con el alma. ¡Entregáte!

Ana asintió resignada y todos los monstruos rápidamente formaron una cola en orden de mejor a peor. El ser que le había hablado se colocó último. Uno a uno desfilaron entre las piernas de Ana y uno a uno le preguntaron; ¿me querés? y Ana no mintió cuando respondió que si, a cada uno. Pero una náusea intensa la recorría. Finalmente fue el turno del último. Cuando se le subió encima, Ana pensó que no lo podría soportar. “Dame un beso” le dijo casi como una orden. Su rostro era lo más horrendo que nadie pudiera imaginarse y su boca exhalaba un aliento insoportable. Ana, entonces, cerró los ojos y lo besó. Y mientras lo besaba sintió que el monstruo se le salía de encima hasta que finalmente sus labios se despegaron.

Luego de unos instantes de asco contenido, Ana abrió los ojos y maravillada, vió frente a si el ser más hermoso que pudiera imaginarse. Su belleza despedía un tenue luminosidad. El ser abrió los brazos señalando a los otros seres y Ana los recorrió con la vista y en lugar de los monstruos, encontró una multitud de hermosos ángeles. El ser, entonces, sonrío dulcemente y le dijo:

- Mirá lo que tu amor hizo de nosotros.¡Mirános, Ana! ¡Tu amor nos hizo hermosos!

Luego puso una mano sobre su pecho y tiró con fuerza. Cuando la quitó, Ana vió un agujero perfectamente cuadrado que lo atravesaba de lado a lado. Como el de la virgen de Port Lligat.

Viendo la incertidumbre en el rostro de Ana, el ser le dijo:

- Este es tu lugar. Te lo has ganado y te estará aguardando... ¡Hasta cuando sea el momento!... ... -se despidió-...¡Adiós Santa Ana Santana!

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