Escribiendo una novela on-line

Bienvenidos a la cocina de una novela. Dia a dia, encontraran publicado el refinamiento del material original de mi novela "Santana". Que lo disfruten.

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Location: Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas, Spain

Supongo que me parezco a lo que imaginan de mi mis lectores.

Monday, April 11, 2005

Capitulo XIV

Después del primer polvo yacían, exhaustos y saciados, de cara al techo. Ana encendió un cigarrillo. Lo pitó y se lo puso en la boca al Dos. El lo dejó colgando entre los labios, sin pitarlo. Casi adormilado, con los ojos cerrados, disfrutaba la caricia que el dedo de Ana le obsequiaba ahora, a la húmeda y enrojecida cabeza de su pija. Al cabo de un rato dió una primer pitada y susurro.

- Polvos como este deberían ser filmados... registrados de alguna manera. Es una pena que se pierdan así, sin dejar huella.

- Acá está la huella -dijo Ana levantando un grumo de engrudo.

El rió y se sentó en la cama. Luego de un rato dijo:

- ¿Vés?, algunas cosas son como un holograma, donde un pedacito contiene al todo.

Ana lo miró perpleja.

- ¿Qué?

- Claro, mirá los polvos. En el polvo, que es el origen del ser, tiene el ser su metáfora más perfecta. El proceso que da origen a la vida contiene una metáfora de como debe ser la vida. Fijate sino: empiezan más o menos, después se ponen cada vez mejor hasta el apogeo. Y después del clímax se acaban sin más trámite. Sin decadencia... ¿entendés?... terminan en lo mejor, en la cúspide. Así debería ser nuestra vida.

- Bueno, para salvarte de la decadencia tendrías que crepar antes de los sesenta.

El asintió.

- Claro que si. Y antes todavía. Vivir intensamente y morir joven. Como un icono del rock´n roll.

La miró de soslayo y aseguró:

- Yo, por ejemplo, voy a morir antes de los treinta.

Ana lo miró con una sonrisa burlona, imaginando que la cargaba. El insistió.

- En serio. No me preguntes cómo, pero lo sé.

- ¿Te salió en el horóscopo?

- No me creás, pero lo sé. Yo no paso de los treinta. ¿Y querés que te diga más?

- ¿Qué? -Preguntó Ana.

- Sé como va a ser y todo.

Ana se empezó a reír y dijo:

- A ver, no me digás nada... te vas a agarrar la pija con el cierre y vas a morir desangrado.

El se río también y encogiéndose de hombros dijo:

- No me creás.

- Dale... dejá de joder, nadie tiene comprada ni la vida ni la muerte. Además no me gusta hablar de esas pavadas... estoy segura de que si uno piensa mucho en la muerte se termina muriendo.

- Podrías escribir un ensayo: "La teoría de la construcción del destino" dé y por Ana Santana -tituló burlón.

Ana sintió un estremecimiento, como si le hubiera descubierto un secreto terrible. Se apuró a decir:

- Yo te lo digo porque sé. En el hospital donde yo trabajo, los viejos que te dicen que están jodidos se mueren -se interrumpió- oia ché, y hablando de trabajo, ¿vos adónde trabajás?

El la miró con molestia y extrañeza.

- ¿Trabajar?

- Si, trabajar.

- Aunque quisiera me resultaría imposible, ¿de donde sacaría tiempo para mi obra?

- ¿Qué obra?

- Mi obra poética, nena. Yo soy poeta -aseguró sin ruborizarse.

Ana levantó las cejas y frunció la frente.

- ¿Poeta?

- Si, ¿qué tiene? unos son carpinteros, otros analistas de sistemas, otros son magos... y bueno, yo soy poeta.

Ana se quedó mirándolo. De pronto dijo:

- Poeta de qué. A ver, decime alguna poesía -y poniendo las manos en la nuca, sacó pecho y preguntó- ¿no te inspiro nada?

- A ver, a ver -dijo el Dos clavando sus pupilas en los pezones de Ana. Luego tomó las dos tetas entre sus manos y ceremonioso, como en trance dijo:


"Tus ojos son marrones,

tu concha es bien grandota,

no me pidas poesías, amada mía

¿No vés como me crecen las pelotas?

¿Poesía quiéres?¿Poesía? -preguntó con gesto ampuloso.

¡Aquí la tienes!, ¡poesía son tus limones!"


Ana largó una carcajada que sacudió la cama como un terremoto. Entre risotadas le dijo:

- No ché... ¡decime una en serio!¡dale!

El Dos, prendió otro cigarrillo. Ana se lo quitó de la boca y él con gesto resignado prendió otro.

- ¡Dale! Si sos poeta decime una, pero en serio.

El la miró intrigante.

- Está bien. Te voy a recitar una inédita -todas eran inéditas- y justamente sobre lo que hablábamos antes. Sobre mi muerte.

Ana levantó las cejas.

- Y dale con eso.

- Bueno, ¿la querés oír o no?

Ella asintió con un gesto. El hizo unos segundos de silencio preparador. Finalmente carraspeó, alzó la cabeza, cerró los ojos y dijo:

"Creparé en Rosario, una tardecita,

cruzando una calle me desvaneceré,

será entre las ruedas de un puto taxista

por mirar un culo "que-bién-se-te-vé".

Creparé despacio. Sonriente. Tranquilo.

Lo haré como todos los que crepan bien.

Silbando bajito me iré para arriba

dejando en mis ojos, helados y fijos,

la foto del pavo, redondo y erguido,

que pagué al contado con mi propia vida.

¡Y mi fantasma errante recorrerá las calles!

¡y me iré, los sábados, a la peatonal!

y amparado en la nada que lleve de ropa

y en la muerte absurda y en su impunidad...

¡tocaré los culos!¡las tetas!¡las conchas!

Y seré felíz... ¡toda la eternidad!"


Ana, que ya venía apretando los dientes para no reírse, con ese final ya no pudo más y estalló. La carcajada fue tal que la pareja de la pieza de abajo dejó de coger para mirar el techo.

- ¡Sos un poeta degenerado!

- ¿Degenerado porqué?... el sexo es parte de la vida, ¿o no?

- Si, si, como quieras. Pero nunca te van a publicar los domingos en La Capital.

- ¡Dios me libre de publicar en La Capital!¡Ahí publican solamente a forros! Además a mi no me van a publicar nunca. No tengo su estilo profiláctico.

- ¿Y porqué no cambiás de estilo?, digo... ¿por que no escribís cosas más comunes y así te publ...?

El la interrumpió:

- Mirá, yo puedo ser de lo peor. Puedo asaltar bancos, reventar maricas, asaltar jubilados. Puedo hacer cualquier cosa para vivir. Pero jamás haría eso. Jamás. Y no sé porqué. No te lo puedo explicar. Solo es así. Es la única ética que tengo. Mi única honestidad. Así que me criticarán despiadadamente o me ignorarán y simplemente no lograré editar jamás. Y terminaré escribiendo para el olvido. Pero quizás un arqueólogo del siglo XXX encuentre alguno de mis papeles petrificados y descubra que mil años atrás un tipo describió su mundo y su tiempo. Tal como lo veía y con su propia voz.

- Al final sos un romántico -descomprimió Ana.

- Claro que sí -se apuró él a coincidir. Yo nací deshubicado en el tiempo. No tendría que haber nacido en este siglo. Tendría que haber nacido en el renacimiento italiano... o mejor todavía en la España del siglo diecisiete. Donde los tipos andaban con la espada al cinto, tomando jarras de tinto en las tabernas y cogiéndose esas aldeanas de vestidos apretados y tetas exuberantes. Ah -suspiró soñador- que feliz habría sido... capaz que hasta le hubiera podido echar unos polvos a la hermana puta de Cervantes, o a la Maja de Goya... -se entusiasmó-. Y además a esta altura, mi obra ya sería un clásico. Te la hubieran enseñado en la escuela.... -hizo una pausa y concluyó con fastidio, dándole una última pitada al faso- pero me tuvo que tocar este siglo de mierda. Y para peor todavía, esta época decadente.

Ana coincidió con él, mientras le ensortijaba distraídamente los pelos del pecho.

- Sabés que tenés razón... debe haber sido linda, aquella época.

El le apoyó una mano en las tetas.

- ¿Te imaginás como te quedarían esos vestidos de escote atado con cordones?

Ana puso cara de fingido disgusto y agarrándose las dos tetas con las manos, preguntó:

- ¿Que pasa, acaso no te gustan mis tetas?

- Me dan asco -gritó tirándosele encima y besándole ruidosamente las tetas. Ella muerta de risa, le metió la mano entre las piernas y empezó a refregarle la pija. Al instante estaba parada.

- Er caballero anda armao. Mirad su fermoso florete -dijo haciéndose la maja.

- ¡Bellaca, os haré probar el acero de mi espada! -gritó el mosquetero, hincándose de rodillas y poniéndole la pija en la boca. En vez de chupársela, ella la levantó para lamerle los huevos.

El Dos cerró los ojos. Luego de un rato dijo:

- Cuando esté por acabar no me la largués. Que no te dé asco. Mirá que es la canilla de la vida... de un chorro de leche salieron Marx, Sartre, Gardel, Picasso, Maradona...

Ana se la puso en la boca.

- Ah, hija de puta... ¡que bien la chupás!¡chupá!¡chupá! -fué lo último que alcanzó a decir antes de empezar a acabar.

Entre estertores y jadeos, el Dos se doblaba sobre la cama. Mientras Ana chupaba frenéticamente la canilla de la vida y parte del chorro de genios truncos se le resbalaba por las tetas y goteaba sobre una cama que ya lucía repleta de lamparones de otras canillas.


Instantes después de la colosal chupada, prendieron los dos últimos fasos. Cuando los terminaron el Dos le dijo:

- Bueno, ahora vestime.

Y Ana, maternal y feliz, puso manos a la obra.

"Me gusta este guacho", pensó mientras lo vestía.

1 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Hasta ahora viene bien pero le falta sexo.
¿Para cuando Ana PutaAna?

10:28 PM  

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