Escribiendo una novela on-line

Bienvenidos a la cocina de una novela. Dia a dia, encontraran publicado el refinamiento del material original de mi novela "Santana". Que lo disfruten.

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Location: Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas, Spain

Supongo que me parezco a lo que imaginan de mi mis lectores.

Tuesday, April 12, 2005

Capitulo XV

Ya alta la noche, llegaron a las puertas de la casa de Ana, caminando por calles vacías e iluminadas apenas por la luna,.

- Qué raro, hay luces prendidas -se extrañó ella, mirando adentro a través del visillo de la puerta de calle.

Siendo que el mirador de fútbol y la dejada acostumbraban horizontalizarse a más tardar a la medianoche (y venían siendo las dos y media de la madrugada), la extrañeza tenía su razón de ser.

La incipiente pareja se abocó sin más a la ceremonia de la despedida. Contra la puerta de chapa, Ana intentaba lenguetearlo, pero él la esquivaba con diplomacia debido al insufrible gusto a semen que le sentía. Para zafar rápido, el adujo estar reventado y con un beso en la mejilla y otro en cada goma, intentó dar por terminada la velada. Pero ella en tren de retenerlo, le bajó el cierre para restregarle la desfallecida poronga. Era inútil, ni una grúa la hubiera levantado. Casi forcejeando, el poeta logró finalmente liberarse y pudo por fin escapar hacia la parada de bondis (donde apenas una hora y media después pasó el colectivo que lo depositó, vencido, en la casita de su viejo)

- ¡Llamáme!¡no te olvides! -gritó Ana regalada. Y él, sin darse vuelta dijo que sí, pensando por primera vez; "es cargosa la tetona".

Feliz, Ana entró en su casa. Mientras cerraba la puerta de chapa, sintió voces en la cocina. Intrigada apuró el paso y a través de la ventana vió las caras de las visitas.

- ¡Reputa madre! -exclamó sin poder contenerse.

- ¡Eh, nena! ¿que te pasa? -gritó su madre desde adentro, reconociéndola.

- Nada, nada. Me tropecé con una maceta -mintió abriendo la puerta de la cocina.

- ¡Hola Anita! -saludaron al unísono su tía Lucía y su primo Esteban. Sus caras decían "que alegría verte".


Para ubicarnos, la tía Lucía era viuda, sesentona y madre de su primo Esteban. Ambos vivían en un pueblito oxidado de la provincia de Córdoba y casi nunca venían a la ciudad.

Esteban era deformadamente rengo. Como consecuencia de un accidente sufrido en su infancia (y de un periodo nebuloso de curación en una clínica, de donde salió peor de lo que entró), quedó tullido de por vida. Para esa fecha, rozaba ya los cuarenta años y su aspecto era entre lastimoso y revulsivo. Debido a su prolongada renguera, además, había desarrollado una notoria joroba. Y como a raíz de ese período en la clínica (que nunca accedió a contar) le tomó una fobia visceral a los médicos y al arte de curar en general, ostentaba una dentadura ennegrecida y devastada. Completaba, para peor, el patético cuadro con una mugre proverbial. Su olor a sobacos, por ejemplo, era legendario no ya en su pueblo sin en toda la región suroeste de su provincia.

Para colmo de males sus hábitos de vida despertaban malvadas suspicacias. Las conjeturas de algunas lenguas viperinas iban, desde cierta adicción al onanismo, hasta una relación enfermiza e incestuosa con su madre. Hay que decir en favor de la primer conjetura que una fotografía de la cara de Esteban, poblada de granos delatores, podría haber ilustrado la tapa de cualquier manual sobre onanismo. Era un icono de masturbador empedernido.

Pero con relación al incesto, lo que fuera cierto o falso, era casi imposible de develar. De ahí que todos los parientes prefirieran darlo por hecho y consecuentemente execrarlos.

Ana en particular, odiaba a su primo. En rigor, él nada le había hecho, pero su solo aspecto la irritaba. Amén de que influida por las habladurías de su madre, adhería a considerarlo un parásito que obligaba a Lucía a mantenerlo y no la dejaba vivir tranquila.

Que su tía lo mantenía era cierto, pero era una elección suya dado que, sintiéndose responsable de la deformidad de su hijo, jamás le dejó hacer nada y se dedicó en consecuencia a sembrar el vegetal que ahora cosechaba; un inútil total.

- Hola tía, hola Esteban -saludó Ana repartiendo sus besos seminales.

La tía Lucía, totalmente desinformada de la huida del obrero preguntó:

- Y ché, ¿cuando te casás con el tal Jorge?

- No, tía. Con ese me pelié. Ahora tengo otro. Casualmente, hoy lo estrené... -y guiñando un ojo- ¡no se puede perder tiempo!

- No hace falta que aclarés lo rápida que sos -interrumpió su madre.

Lucia y Esteban sonrieron. Este último, aprovechando los cabeceos propios de la risa, observaba con ráfagas de corta duración las enloquecedoras tetas de su prima.

- Vení, sentate a tomar mate con nosotros -la invitó su tía.

Ana, que permanecía de pie, observó la bombilla entrando en la boca repodrida de su primo y con una incontenible sensación de náusea dijo:

- Gracias tía, pero no. Mañana tengo que ir al hospital y si tomo mate me desvelo.

Charlaron algunas intrascendencias más y ya se retiraba a dormir cuando observó las furtivas miradas de su primo. Dispuesta a humillarlo, se volvió hacia él súbitamente y le preguntó insidiosa.

- ¿Qué tal Esteban?

Esteban, que extasiado tenía anclada su mirada en la canaleta sagrada, fue sorprendido en plena observación con esa pregunta inesperada.

Tartamudeando. Sintiéndose descubierto, contestó de apuro:

- Bi-bien, Ana... bien.

Ana sonrió con perversidad.

- Y vos, ¿para cuando te casás?

Esa pregunta que en cualquier ser humano hubiera resultado admisible, en Esteban: jorobado, rengo, feo, sucio y medio pelotudo, tenía el efecto por su improcedencia de poner los anteriores adjetivos en evidencia.

Tanto la tía Lucía, como "la dejada" fruncieron el ceño. La madre de Ana, incluso, abrió la boca como para decir algo, pero se contuvo. Decir algo para defenderlo podía resultar un salvavidas de plomo. Probablemente lo hiciera sentir más infeliz todavía.

El pobre diablo, enrojecido de vergüenza atinó a balbucear:

- Un día de estos, Ana. Un día de estos.

- ¡Tomá! ¡chupate esa mandarina! -se apuró "la dejada esa"- ¿qué te creés?, el

Esteban no es ningún sonso... -y enardecida se extralimitó- ¡debe tener más novias éste!

Esteban tenía el color de un tomate avergonzado.

"Por lo menos dos: la mano izquierda y la derecha" pensó Ana, tentada.

Con una sonrisa burlona aclaró:

- Che, ¿quién dijo que sea sonso? ¡seguro que debe estar lleno de novias! -y agregó cambiando de tema:

- Pero bueno gente, hasta mañana, me voy a acostar.

Ya estaba entrando al pasillo que llevaba a las habitaciones cuando volviéndose a su tía exclamó:

- ¡Ah, tía!

- ¿Qué, nena?

- ¿Hasta cuando se quedan?

- Ay, querida... ¿quién sabe?, depende...

- ¿Por?

- Vine a hacer los trámites para la pensión agradable.

- ¿Lo qué? -preguntó Ana sorprendida.

- Estoy tramitando una pensión agradable, nena...

- ¿? -Ana con la cara.

- Pero, ché... una de esas que da el gobierno a los que no tienen plata -se impacientó Lucía.

Ana chasqueó la lengua y se golpeó la frente.

- ¡Graciable querrás decir!

- ¡Tenés razón, nena! -admitió Lucía entre risas- ¡graciable! ¡¿Podés creer que siempre me confundo?!

- Pero la verdad, bién podría llamarse así... ¿o no es agradable cobrar de arriba? -Bromeó Ana, a punto de salir de la cocina.

Todos rieron y la dejada se apuró a decirle:

- Ah, ché, andá a acostarte al living. Ya te puse el colchón. La tía y el Esteban duermen en tu cama.

Ana se dió vuelta. Los músculos de la cara le temblaban. Estaba al borde de la carcajada insidiosa (por lo del incesto). Su madre la miró con destellos amenazantes.

- Pero mami... van a dormir incómodos los dos juntos en mi cama -dijo mirando a su tía que a su vez intercambiaba miradas con su hijo. Luego volviéndose a su madre preguntó:

- ¿Porqué no le pediste otro colchón a Doña Irma?

- Pero no, nena. ¿Para que tanto lío? -saltó, inocente, la tía Lucía- si nosotros siempre dormimos juntos.

"¡Es cierto!¡Estos dos degenerados se cogen!" pensó Ana dibujando una sonrisa burlona que no pasó desapercibida por su tía.

Incómoda, Lucía intentó explicar, como para despejar dudas:

- Desde que murió tu tío, que dormimos juntos. Para ese entonces la camita a él ya le estaba quedando chica y no íbamos a andar comprando otra, ¿para qué?

- Ah, claro -dijo Ana con falsa credulidad y dió vuelta la cara para que no vieran su incontenible tentación burlona.

- Cháu... hasta... mañana... -se despidió de espaldas y con la voz entrecortada por la risa.

Cerró la puerta tras de sí y largó una carcajada contenida que retumbó en toda la casa.

Yendo para el baño escuchó los interminables ronquidos de serrucho que emergían de la pieza de su padre. Entró al baño, se miró al espejo y sonrió. Luego se sentó a mear, se tiró un pedo quejumbroso y finalmente se lavó la cotorra en el bidet.

Disfrutando del chorro de agua reflexionó en voz alta:

- Puta con estos dos pelotudos. Quién sabe hasta cuando van a andar rompiendo las pelotas por acá.

Luego fue hasta el living. Se puso en pelotas y se derrumbó sobre la improvisada cama.

Pensando en el Dos y en su poética poronga se quedó rápidamente dormida. Soñó con él. Entre nubes difusas lo besaba apasionadamente. Las lenguas se anudaban dentro de las ardientes bocas. Los labios se chupeteaban con fruición. Pero cuando en el sueño se apartaba de él para contemplarlo llena de amor, se encontraba la cara de su asqueroso primo Esteban.

2 Comments:

Blogger Roberto Iza Valdés said...

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11:33 AM  
Blogger Roberto Iza Valdés said...

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1:14 PM  

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