Escribiendo una novela on-line

Bienvenidos a la cocina de una novela. Dia a dia, encontraran publicado el refinamiento del material original de mi novela "Santana". Que lo disfruten.

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Location: Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas, Spain

Supongo que me parezco a lo que imaginan de mi mis lectores.

Friday, April 15, 2005

Capitulo XVIII


Como todos los desahuciados, Ana se acordó de Dios y de todos los santos. Se dijo que ya que lo terrenal no surtía efecto, tal vez un rayo divino iluminara a ese poeta hijo de puta y lo transformara en un buen novio. Comenzó entonces, a frecuentar una iglesia que le quedaba de paso, a la salida del hospital. Día por medio iba la tetona enamorada a postrarse devotamente frente al altar y a manguearle a Dios y a todos los santos "el rayo divino". El cura de la iglesia, bastante joven, comenzó a mirarla con atención.

Cierta tarde estaba Ana de rodillas, dándole al padrenuestro, cuando sintió un toquecito en el hombro y escuchó una voz que le decía:

- Hija.

Se dió vuelta y se encontró con la cara del cura que con una sonrisa enigmática le preguntó:

- ¿Cuánto hace que no te confiesas?

- Bastante padre...

- ¿Cuánto?

- Desde la primera comunión.

- Me lo suponía. Te he observado orando devotamente, e intuyo que estás pidiéndole importantes favores al Señor... -dijo el cura interrumpiéndose para que ella lo confirmara.

- Si, así es padre.

- Pero hija... tienes que estar perdonada para poder renovar tu crédito con el Altísimo. Vamos, ven a confesarte conmigo. Vamos -la instó el cura dirigiéndose a un confesionario de madera oscura que había en un rincón.

Ana hizo la señal de la cruz, se puso de pié y lo siguió. El cura se metió dentro de la cabina y Ana se arrodilló en el reclinatorio del confesionario.

- Bien hija, cuéntame...

- Si, padre, vea... yo tengo un novio... -dijo con un nudo en la garganta-...yo lo quiero mucho... -se interrumpió- pero él me hace sufrir como una loca... -y terminó largándose a llorar.

- Tranquilízate hija, tranquilízate -susurró el cura.

- Está bien, padre, disculpe...-dijo ella enjugándose los mocos en los dorsos de las manos- bueno... por eso vengo... a solicitar ayuda para que él cambie y me trate mejor.

- Bueno, bueno, bueno... vamos por partes hija... me dices que tienes un novio, muy bien... ¿cuánto hace que lo conoces?

- Van a hacer cuatro meses este sábado que viene...

- Muy bien y dime... ¿han hecho algo que pueda haber molestado al Señor?

- Usted se refiere a...

- Si, hija. A eso.

- Si, padre -confesó Ana (que razonó que solo con la verdad conseguiría el crédito divino).

- Me lo temía... ¿y cuándo fue la primera vez? -preguntó el cura con una voz levemente temblorosa.

- Al día siguiente de conocernos, padre.

- ¡Al día siguiente! -exclamó casi agresivo- ¿no pudiste aguantar un poco, hija?

- No, padre -dijo ella bajando la cabeza.

Ana permaneció en silencio y el cura retomó la palabra.

- Bueno esta bien, pero no nos apresuremos. Cuéntame como fue eso hija, cuéntame. Los detalles quiero decir... -pidió el cura con un tono urgente, casi ávido, en la voz.

- ¿Que le cuente?...

- Si, por supuesto. Para perdonar debo saber exactamente que estoy perdonando. Por favor hija, puedes sincerarte conmigo... ¡soy un sacerdote! -concluyó casi indignado.

- Está bien, discúlpeme. La primera vez como le dije fue al día siguiente... pasamos de casualidad por la puerta de un hotel y nos metimos... -inmediatamente después de la palabra “casualidad”, dentro del confesionario sonó una risita contenida. Ana entonces se cortó-...y bueno, como le dije, entramos a una pieza y pecamos.

- No hija. Así no vamos a ningún lado. Eso no es confesar. Debes contarme todo con lujo de detalles. A ver... entraron al hotel, digo a la pieza... luego se desnudaron...

- No, primero, nos acostamos en la cama y comenzamos a besarnos y a tocarnos con la ropa puesta...

- Sigue hija, sigue que vas bien. No te interrumpas... sigue... -la alentó el cura con una voz entrecortada y febril.

- Bueno... después nos desnudamos mutuamente y... ¡pecamos! -abrevió.

- Si, pero no... antes de la penetración digo... ¿tu le besaste el miembro?

- Si -abrumada Ana.

- Y él, ¿te hizo lo propio? -ansiosamente el cura.

- Si.

- ¿Y a ti te gustaba?

- Y... si, padre.

- ¿Y luego que pasó? ¿el eyaculó en tu boca?

- No...

- ¡Te penetró!

- Si.

- Y mientras te penetraba... ¿te metió algún dedo en el culo?

- Padre...

- Es importante hija, contesta... contesta -la urgió una voz sofocada dentro de la cabina.

- Y.. si, pero padre... ¿hace falta esto?

- ¡Pero claro que si! ¡claro que si! -el tono ya era definitivamente pervertido. Dentro del confesionario se escuchaba un rechinar de madera en movimiento de vaivén.

- Bueno... -exclamó Ana como para cortar la confesión.

- ¿Y estabas muy mojada cuando te penetró? -se apresuró el cura.

- Si.

- ¿Y el te pegó cachetadas en las nalgas, mientras eyaculaba?

- Si -contestó Ana, ya en el colmo del asombro.

- ¿Y eyaculó mucho semen?

Ana se impacientó.

- Si, padre, bueno, ¿me va a absolver, o no?... dígame cuántos Ave Marías tengo que rezar...

La puertita metálica del confesionario se abrió entonces súbitamente y una mano salió veloz a apretarle una teta.

- Ningún Ave María. Si querés que te perdone, me la tenés que chupar a mi...

- Hijo de puta, me parecía. -gritó indignada desprendiéndose de la mano y saliendo apresuradamente.

- ¡Pero cómo puedo perdonar la fornicación si no sé lo que se siente al hacerlo! -gritó el cura saliendo del confesionario. Pero Ana ya había ganado la calle.



Desahuciada hasta del "rayo divino" y tanto como para matar el tiempo libre que le dejaban las prolongadas ausencias del Dos, Ana comenzó nuevamente a tratar de ubicar a María. Abrigaba, entre otras cosas, la esperanza de que Manuel intercediera a su favor delante del Dos. La irracional tetona se aferraba a cualquier cosa. Hasta a imaginar que se pudiera amar por hacerle un favor a un amigo.

Comenzó entonces la segunda búsqueda de María.

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