Escribiendo una novela on-line

Bienvenidos a la cocina de una novela. Dia a dia, encontraran publicado el refinamiento del material original de mi novela "Santana". Que lo disfruten.

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Location: Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas, Spain

Supongo que me parezco a lo que imaginan de mi mis lectores.

Sunday, May 01, 2005

Capitulo XXVI

La residencia de su tía y del pajero de su primo se tornaba, merced a los oficios de la burocracia, insoportablemente larga.

Ana estaba repodrida de dormir en el living; repodrida de su tía y fundamentalmente repodrida de ese pajero que solo sacaba la vista del televisor eternamente prendido, para relojearle cobardemente las gomas.

Pese a que Ana pasaba la mayor parte del día afuera, siempre que volvía de su guardia, así fuera de madrugada, se lo encontraba al cojo escuchando la radio o la televisión en la cocina.

En esos casos comía apurada las sobras de la cena, para rajarse a dormir al living. Dignándose a contestarle con “si” o “no” a los vanos intentos del rengo por iniciar conversación.

Cierta noche, Ana regresaba reventada de doce horas de guardia y cargada de un odio feroz ansioso de destinatario. Eran las doce de la noche y todos dormían, con excepción, por supuesto, del insomne Esteban que miraba la televisión en la cocina.

Como tantos pavotes Esteban tenia una natural predisposición a reírse de cualquier pavada. Disfrutando a lo loco de cualquiera de los múltiples y estúpidos programas de humor nativos.

Cualquier chiste pelotudo, imposible de festejar por un ser normal era reído hasta las lágrimas por el tontazo de Esteban. Y esta situación exasperaba a Ana; dispuesta siempre a exasperarse con él.

Aquella noche pasaban el programa de Dominguito. Un bodrio imposible de soportar; donde el actor intentaba sobrevivir becado por un supuesto amor popular hacia su personaje simple, tierno, bruto y pelotudo. Una apología, en realidad, del iletrado donde el intérprete merecía ser encarcelado por incitación a la deserción escolar.

Ana odiaba especialmente ese programa y cuando escuchó las primeras carcajadas del forro de su primo sintió que podría ahorcarlo con el mismísimo piolín del chorizo colorado que mordisqueaba.

Se sucedieron varias carcajadas entusiastas de Esteban ante frases y chistes decididamente pueriles, hasta que en un momento dado, Dominguito, con el palillo en los labios, recordó a su viejita fallecida (tal vez de vergüenza) y comenzó a derramar lagrimitas de plástico para conmover a la audiencia. El tarado de Esteban, tal vez por inercia jocosa, estalló en una carcajada y Ana no se pudo sujetar. Colérica, a boca de jarro le gritó:

- ¿De que mierda te reís?, ¡no vés, infelíz, que ahora tenés que llorar!, ¡ni mirar la televisión sabés!, ¡tarado!

Esteban se puso serio de golpe y como un perro que espera una patada, bajó fugazmente la vista.

En ese momento comenzó la tanda publicitaria, que por tipificación de la audiencia, promocionaba artículos para retardados. El primero fué un novedoso instituto que dictaba cursos acelerados para oligofrénicos (se recibían rápidamente de pelotudos). Este aviso, fue seguido por un anuncio de pañales descartables para enajenados incontinentes y ya comenzaba un comercial de esposas metálicas para retrasados onanistas, cuando Ana exasperada por el volumen (que siempre se levanta durante las tandas) le grito fuera de si:

- ¡Bajá el volumen, querés! ¡No se puede estar tranquila, con vos!

Esteban se levantó presuroso y tomándose de la mesa, fue rengueando hasta la perilla del volumen, lo bajo casi al mínimo y volvió a la mesa.

En seguida recomenzó el programa, apareciendo en la pantalla un personaje secundario (pero no menos obtuso). Su triste papel consistía simplemente en decirle; “buen día” a la estrella. Y el chiste consistía en que Dominguito se diera vuelta y lo observara pícaramente, chupeteando siempre su eterno escarbadientes. Sólo con esa mirada, la claque estallaba a carcajadas.

Y para cuando Dominguito mascullaba “Queashé tri-tri” con el palillo al costado de la boca, los mercenarios de la risa llegaban al delirio.

Esteban, tentadísimo, se tapaba la boca para reírse tratando de no hacer ruido. Pero, Ana, lo escuchó.

Hecha una víbora levantó la vista, dejó en suspenso dos ñoquis que tenía en la mano. Y moviendo la cabeza de lado a lado, con cara de asco, mordiendo las palabras, le escupió:

- ¡¿Pero de todo te reís, boludo?! ¡que pobre pelotudo, que sos! !que infelíz! ¡que nada, que sos!

Esteban se puso colorado y bajó la cabeza. Estuvo así unos instantes y luego volvió a levantarla. Ana lo miró; tenía los ojos brillosos y una expresión indignada y herida. Se levantó resoplando por la nariz como un caballo. Fue hasta el televisor, lo apagó y rengueando, encaró para la puerta del pasillo. Estaba por llegar cuando se detuvo. Con la voz estrangulada de llanto, se dio vuelta y le dijo:

- ¿Que querés que haga?... ¿no ves que yo no soy como todo el mundo? ... ¿que hago sino miro la televisión? -y salió de la cocina, con sus brazos tirados hacia atrás y su paso grotesco.

Impresionada, Ana, se quedó mirando la puerta.

3 Comments:

Blogger Roberto Iza Valdés said...

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11:33 AM  
Blogger Roberto Iza Valdés said...

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8:15 AM  
Blogger Roberto Iza Valdés said...

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1:01 PM  

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