Escribiendo una novela on-line

Bienvenidos a la cocina de una novela. Dia a dia, encontraran publicado el refinamiento del material original de mi novela "Santana". Que lo disfruten.

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Location: Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas, Spain

Supongo que me parezco a lo que imaginan de mi mis lectores.

Wednesday, June 29, 2005

Capitulo LVII



Debido al presentimiento, Ana decidió averiguar algo sobre el Dos. De repente todo lo que ella se había impedido sentir, para poder sobrevivir a la ruptura, estaba allí apremiándola. Quiso pensar también que ese presagio, que ella intuyo trágico, tal vez significara otra cosa. Por ejemplo que él la estaba buscando arrepentido, o algo así.

Así las cosas considero buscar a María, para averiguar algo, pero su orgullo herido le impidió, molestarse inútilmente. Si, hubiera tenido alguna certeza de que el Dos la estuviera buscando, seguramente hubiera obrado de otra manera. Pero, en tren de descartar alternativas que la pusieran en evidencia, Ana eligió una que imaginó como anillo al dedo; ver a una adivina.

Tomada la decisión de visitar a María, le pediría a la vidente que inspeccionara el futuro y le dijera cual sería el resultado de la entrevista con María y si este era bueno y ella quedaba bien parada, entonces iría realmente a ver a su ex-amiga.

La idea se le ocurrió gracias al renguito, que le había hablado de una adivina que atendía en el centro y que le había acertado con todo, hasta con Ana. Estas fueron sus palabras textuales:

- La pego con casi todo. Si hasta la vi a usted ahí. Antes de conocerla por supuesto -aseveró el discapacitado.

- ¿Y en que no la pegó? -inquirió Ana, triangulada entre el asombro, el entusiasmo y la desconfianza.

El muchacho enrojeció y dijo:

- No, nada. Nada importante... en serio...

Según el paralítico la tal adivina atendía con la última tecnología; computadoras, videocasetteras, televisores color, monitores. Y era cierto: Ocurría en realidad que la tal bruja, era una especialista en computadoras que, por falta de inserción laboral por un lado y por ciertas condiciones naturales por el otro, había decidido dedicarse a la brujería.

Decidida, Ana pidió un turno y lo obtuvo: le tocó para las cuatro de la tarde del viernes siguiente. Avisó a sus monstruos que ese día no fueran y a las cuatro menos cinco, del día señalado, estaba entrando a un moderno edificio de oficinas en el centro.

Sumamente nerviosa apretó el botón del séptimo piso. Presentimientos extraños la agitaban. Temía lo que iba a saber y trataba de engañarse pensando que todo vendría bien. Pero la intuición le decía otra cosa.

Como era costumbre en ella la tensión le revolvió las tripas. En la soledad del ascensor, frente al espejo, se rajó un pedo fétido y quejumbroso.

Frente a su imagen atemorizada y nerviosa, Ana alcanzó a aspirar con delectación, (hasta llegar al séptimo) casi hasta el veinte por ciento del horrible gas. Por ese saldo remanente (del ochenta por ciento restante) la cara del pobre hombre que esperaba en el palier del séptimo piso, viró de la serenidad al terror. Apenas abiertas las puertas, el morbido gas salió del interior con el silencio de los peores asesinos. Y rápidamente inundó todos los resquicios del palier del Séptimo piso, para seguir subiendo escaleras arriba (como buen aire caliente).

- Ahhhggg... -gritó el pobre hombre huyendo escaleras abajo.

Ana, avergonzada, se introdujo rápidamente por un pasillo medianamente largo y acodado que le permitió despegarse de su obra. Golpeó una puerta de madera lustrada y enseguida fué atendida por una correcta empleada que le pidió amablemente que aguardara en un recibidor tipo dentista, con revistas viejas y todo. En la pared había dos carteles, uno referido a que no se atendía por mutuales y otro que decía:


Honorarios


- 24 hs. 500

- 1 semana. 2000

- 1 mes o más 5000

- pasado gratis


Ana lo leyó dos veces pero no lo entendió. En escasos minutos, se abrió la puerta y una sonriente y atractiva treintañera la invitó a pasar.

- Por aquí por favor, siéntese -le indicó colocándola frente a una serie de aparatos extraños; una computadora, videocasetteras y televisores de todo tipo.

La adivina se sentó frente al teclado de la computadora y se volvió sonriente hacia ella.

- Bien, usted dirá...

- Bueno, no entendí bien el cartel, ¿cómo es... ? El servicio, digo.

- Sencillo; si quiere saber que va a pasar en las próximas 24 horas son 500 australes, si le interesa la semana siguiente son 2000 y así... el pasado es cortesía de la casa.

Ana asintió con un gesto. Con una sonrisa de ocasión dijo:

- Bueno... ¿qué sé yo?, ¿vamos a ver las próximas 24 horas?

- Bien... ¿nombre, fecha y hora probable de nacimiento?

Ana contestó y la adivina cargó los datos en la computadora. Instantáneamente, la máquina comenzó a prender y apagar una lucecita colorada.

- Está calculando -explicó- así reconstruye la carta astral y con eso extrapola el pasado y el futuro.

Ana asintió pero no entendió demasiado. Finalmente, se apagó la lucecita y se dibujó una pantalla que decía FUTURE con letras parpadeantes. La pitonisa apretó todavía una tecla más y cuando lo hizo se borró la pantalla y apareció la imagen de Ana, tomando un bondi a la salida del propio edificio de la bruja.

- Esta es usted mañana... -explicó la pitonisa. Ana no podía creer lo que veía. Viéndole la expresión asombrada agrego:

- Con esos datos mínimos la máquina arma dinámicamente su imagen futura.

Minutos después, ya descendía del colectivo y caminaba por la calles del barrio de María, llegaba a la casa y tocaba timbre, pero no salía nadie. Volvía a insistir pero sin mayor suerte. La imagen mostraba el rostro contrariado de Ana, que refunfuñando volvía a la parada para tomar un bondi de regreso hacia su casa.

- Increíble... me salvé de ir inútilmente -exclamó maravillada.

La pitonisa asintió complacida.

- Así es... en este lugar la gente cambia su destino... si yo le muestro ahora esas mismas horas futuras, usted va a estar haciendo otra cosa...

- Claro -coincidió Ana y volvió la vista a la pantalla donde ella estaba entrando a su casa.

- Apure nomás. Adelante así vemos si mañana a la mañana tendré más suerte.

La pitonisa obediente pulsó una tecla y digitó luego 18 al lado de un cartelito parpadeante que decía TIME ADVANCE. La computadora calculó unos instantes más y luego volvió a dibujarse la parpadeante pantalla de FUTURE. Teclazo por medio, se borró para dejar ver nuevamente a Ana, arriba de un colectivo.

- No, atrase de nuevo que ahí estoy volviendo a mi casa -exclamó Ana reconociendo el viaje.

- Bien, atrasamos una hora... -dijo la bruja dándole a las teclas.

Luego de unos instantes apareció Ana, nuevamente, pero en el viaje de ida. Avisaba al chofer, bajaba, caminaba por las calles suburbiales y por segunda vez, llegaba a la puerta de la casa de María. Volvían a repetirse las escenas del timbreo y de la cara de contrariedad.

- Esta debe haber viajado a algún lado -dijo Ana adelantando el rostro de contrariedad que hubiera lucido al día siguiente.

- Bien... ¿qué más desea saber? -exclamó la pitonisa, encogiéndose de hombros y mirándola inquisidoramente.

- Y no se... -contestó pensativa. Luego chasqueó la lengua y exclamó- ¡Pero que estúpida! ¡Muéstreme directamente las próximas veinticuatro horas del que fue mi novio!...

- Bien, deme nombre, fecha y hora de su novio.

Como Ana no sabía la hora de nacimiento la pitonisa le pidió algunos datos adicionales como color de cutis, cabello y ojos.

- Pero va a tardar más... -advirtió la especialista.

Ana le pasó los datos del Dos y la pitonisa los introdujo en la máquina. Mientras la adivina trabajaba, Ana, nerviosa le contó suscintamente su historia con el Dos.

- No lo volví a ver más... -terminó- pero ayer tuve un presentimiento extraño...

- Le entiendo perfectamente. Ahora quiere saber de él...

Ana asintió agregando:

- ¿Necesita algún otro dato? ¿la fecha en que nos conocimos?

- Así esta bien... -contestó la bruja, negando con un gesto y mirando con súbita atención la computadora.

En la pantalla acababa de salir una leyenda que decía "NO FUTURE" y que se repetía con un timbre histérico. La new-bruja tuvo un pequeño estremecimiento. Sus manos se crisparon sobre el teclado. Volvió a cargar el nombre, pero la computadora repitió el mensaje. Sin poder detener el chillido histérico de la máquina se dio vuelta con gesto apesadumbrado.

- Tengo malas noticias...

- ¿Qué? -Dijo Ana con el alma en un hilo.

- Su novio...

- ¿Que?

- No tiene futuro.

- Y eso...¿que significa? ¿que es un vago? -se desesperó Ana.

La adivina negó con un gesto sombrío.

- ¿Qué, entonces? -preguntó Ana angustiada.

- Que está muerto.

Ana sintió que toda la sangre se le iba del cuerpo. Que quedaba vacía y fría. Tartamudeó.

- ¿Qué dice?... no puede ser...

- Lo lamento. No hay equivocación posible. Es así...

Presa de la desesperación, Ana repitió:

- Está muerto... el Dos está muerto... Tenía razón entonces...

- Tranquilícese...

- Tenía razón... pobrecito... era cierto que no tenía tiempo -musitó Ana con la mirada perdida.

La bruja sacó unos tranquilizantes y se los extendió.

- Tome esto, le va a hacer bien... y están incluidos en el precio.

Ana los tragó mecánicamente mirando la pantalla con un gesto afiebrado.

- Véalo un poco del lado bueno. -sugirió la bruja.

- ¿Cuál? -musitó Ana, súbitamente esperanzada.

La adivina sonrío y negó con un gesto.

- Que su consulta será grátis. El pasado es cortesía de la casa.

Ana se largó a llorar convulsivamente. La bruja oprimió otra de las teclas y se sintió un zumbido tenue. Instantes después, de un orificio de la computadora emergió un videocasette. La bruja lo tomó y lo introdujo en una videocassettera. Apretó el PLAY, sintonizó con unas perillas y le señaló la pantalla del televisor:

- Vea, ahí estan. Los hechos salientes, solamente, porque en tiempo real no terminamos más...

A través de sus ojos llorosos y atenuada por el efecto del calmante Ana vió en la pantalla todo el calvario del difunto Dos. Su primera muerte trunca, su miseria, su humillación, sus conversaciones con el Duque bajo el puente. Estaba todo. Las partes poco importantes la bruja las adelantaba. Las imágenes eran perfectamente nítidas, pero sin sonido.

En un momento dado, se lo vió al Dos escribiendo sobre los cartones bajo el puente.

- ¡Ahí!, ¿puede acercar la imagen?

La bruja tocó los controles y la cámara lo tomó al Dos desde atrás. Su pulso tembloroso escribía una de las poesías que le había sugerido su primer accidente.


Contínuo


Si el color rojo gira

y todo es infinito

y estás en todas partes

y no tenés voz

y una mano te agita

y nada te importa

es ya el preciso instante

en que no importás vos.


Cuando todo parezca de vos irse yendo

cuando veas que el mundo te deja y se va

vos piola, tranquilo, rajáte sonriendo

la vida, que como a un saco, ahora te quitás

alguien, seguro, ya se la estará poniendo.

La vida es un continuo y mientras vos crepás

en algún sitio, es fija que habrá gente cogiendo.


- ¡Que poesías extrañas que escribía su novio! -exclamó con un dejo de admiración la pitonisa. La cámara avanzaba a otra poesía apenas legible por la letra temblorosa.


Ajedrez


Ahora que como aquel de la película

juego a los trebejos con la muerte

Pienso que si la vida tuviera marcha atrás

caminando para atrás volvería a verte

Como en una película que gira al vezre

viajaría del fin hacia el principio

tapando agujeros, remendando sietes

Y llegaría hasta a aquella tarde amarga

la misma que mi memoria guarda

y donde te recuerdo ahora que me sonríe la muerte


Que distinto seria todo...


A la luz de la mala luz que me ilumina

ahora entiendo que lo fuiste todo

y que no supe darme cuenta de qué mina

eras, cuando me amabas, Ana mía


Si pudiera quitarte del pasado

e instalarte de lleno en el presente

si el amor que me ofreciste no fuera humo

que el viento del rencor disipa y pierde

si pudiera convencerte que algo queda

de lo que en mi quisiste alguna vez

de que con este cuerpo roto puedo amarte

mejor de lo que nunca antes te amé

porque gane en corazón lo que el destino

me robó de formas y esbeltez

Si te encontrara y me abrazaras

si sonrieras y dijeras "ya olvide"

Tal vez la vida no pintara tan difícil

Tal vez la muerte no ganara el ajedrez.

- ¡Esta buena esta! -siempre admirada la pitonisa.

- Pobrecito, que solo estaba... -sollozó Ana.

- También pobre, con lo paralítico que estaba... ¿quién le iba a llevar el apunte? -explicó la adivina.

Ana lucía una expresión de mundo-encima. La pitonisa avanzó el video y el Dos apareció golpeando su propia puerta. Cuando Ana vió eso, gritó y se derrumbó vencida sobre la silla.

- Como es el destino... -exclamó admirada la pitonisa-...Se ven cada cosas... Pero mire usted... fue a su casa sin saber que usted vivía ahí. Y usted justo estaba durmiendo y no le abrió... hubiera sido un encuentro memorable... ¿que sentido tienen estas cosas?

Después de unos instantes Ana respondió.

- Mortificarme, porque el destino seguramente sabía que vendría acá y me enteraría.

- Tal vez, pero déjeme decirle que, a mi juicio, el destino no existe de por si. Es algo que definimos a cada rato y por ende modificable... claro, hay que saber lo que va a pasar... mucha gente después de ver su futuro cambia totalmente... punto de inflexión le decimos... este lugar siempre es un punto de inflexión... -explicó la bruja.

La cámara ya enfocaba las últimas escenas; el Dos caminando por calle San Luis y el taxi que aparecía. En la pantalla aparecían flashes muy bien compaginados que mostraban alternativamente al Dos y al auto: El Dos mirando el culo de la muerte, al auto doblando furioso, el Dos cruzando en babia, el auto a toda velocidad... La cámara saltaba de una escena a la otra en una secuencia histérica. Hasta que en el momento del choque se unían las dos narraciones y aparecía el desenlace en cámara lenta. Como para resaltar la tragedia.

Ana bajó la vista para no ver el impacto. Cuando la levantó la cámara tomaba de arriba el cuerpo sin vida del Dos desparramado en el asfalto y la multitud de curiosos que lo rodeaban y que saludaban a la cámara. Luego apareció un primer plano de los ojos del Dos, donde podía verse grabada en las retinas, la imagen del maravilloso culo de la muerte. Y con esa última imagen apareció la leyenda THE END.

- Como se siente -preguntó absurdamente la tecno-bruja.

Ana tardó en contestar.

- Como puedo estar... pienso en si lo hubiera buscado... en si no hubiera dormido aquella mañana...

La chica negó con un gesto.

- No se castigue con los reproches, porque no sirven. La vida no tiene marcha atrás. - No voy a poder dejar de pensar, -sollozó Ana- quisiera que cuando salga de acá me agarre un auto a mi también.

- Pero no... la felicidad no existe, existen las ganas de ser feliz... hoy se quiere morir y mañana se ríe de lo que pensó hoy... ya encontrará algo para seguir.

Ana dejó de llorar y colocó la mirada fija en un punto cualquiera. Estuvo así unos instantes, luego sonrío tristemente y dijo:

- A lo mejor.

Tomó su carterita, pagó las consultas y salió. La pitonisa la vio tan decaída, que cargó la computadora de nuevo para ver si trataría de suicidarse. Después del parpadeo de la lamparita roja, apareció Ana tomando el bondi para su casa. La adivina adelantó el tiempo y Ana apareció durmiendo. Adelantó más aún y pasó al día siguiente, en le momento justo en que Oscarcito tocaba la puerta. Adelantó un poco más y sin poder creer lo que veía, detuvo la imagen. Salió disparada hacia el palier. El ascensor ya llegaba a a planta baja. Indignada gritó.

- ¿Porque va a hacer eso?

Y su voz bajó por los espirales de las escaleras.

Ana se miró contestar en el espejo. Tenía la voz firme cuando dijo:

- Por amor.

Luego la adivina escuchó el abrir y cerrar de las puertas del ascensor. Regresó, entonces a su oficina y se dejo caer atónita frente a la imagen de la computadora.

Sunday, June 26, 2005

Capitulo LVI




Es insondable el destino. No sirve abundar al respecto en adjetivos que de tan citados no agregan nada nuevo. Pero la tentación existe, porque realmente cuesta no admirarse de lo complejo y voluble de sus veredictos.


Por la mañana, repitiendo todavía en un eructo ácido esos fideos que le dejaron en la boca un sabor metálico y amargo (como de orín), el Dos se desayunó con un cafecito instantáneo facturado por el augusto croto con quién compartía el puente.

La mañana lucía espléndida. Mientras bebía su café (en su lata de tomates recortada) el Dos extrajo de entre sus piltrafas el papelito con la dirección de Ana.

- Duque, ¿que puedo tomar para ir a Damas Mendocinas al mil setecientos?

- El dos -dijo moviendo los dedos índice y mayor-...si queda acá nomás... no más de nueve cuadras... salís a Sorrento, le das para la avenida y doblás a la derecha, no podés quedar muy lejos...

El Dos prendió una colilla y le pasó otra al Duque que la rechazó.

- Es un crimen fumar de mañana, y menos una mañana tan hermosa... además te puede dar una lipotimia. ¡No te torturés los alvéolos! -recomendó.

- ¿Lo que? -preguntó el Dos con gesto de no entender nada.

- Disculpá, se me escapó el médico -explicó con una sonrisa.

El Dos terminó el café.

- Uia, después de todo si vos sos médico para que tengo que ir a buscar masajista a otro lado... ¡que boludo, recién me avivo!

El Duque negó con un gesto.

- Si, pero yo hace años que no ejerzo y además los masajes son otra cosa.. hay que saber donde, como y cuando hacerlos...es otra cosa, si te los dan gratis andá... y sino vemos, probamos -consintió.

El Dos se puso de pie.

- Voy a ver que pasa, si me cobran los mando al carajo y me pongo en tus manos...-miró en derredor y dijo-... bueno me rajo, no vuelvo hasta la noche, voy a aprovechar para ir a manguear un rato al centro...

- Bien, pero acordate que estanoche estamos de fideos de nuevo. Mirá que hay que terminar la harina... -le recordó el Duque.

- Descuidá. Me tiene que volver a agarrar un auto para que me pierda tus fideos.

Y se alejó rengueando por un senderito trazado entre los yuyales. Que llegaba hasta una calle de tierra perpendicular a Sorrento.


Con el papel en la mano, el Dos fue mirando la numeración de las casas del barrio. Finalmente frente a una casa con jardín adelante y un entramado de maderas donde crecía una madreselva vió el numero 1789. Golpeó la puerta, eran las diez y cuarto de la mañana.

En el interior de la casa, y más precisamente en su pieza, Ana dormía a pata suelta. Su jornada “laboral” comenzaba siempre después del mediodía y Ana se había acostumbrado a acostarse tarde en la noche. Así es que las mañanas las usaba para dormir hasta cerca del mediodía.

Dos veces golpeó el Dos la puerta de chapa y el escándalo era monumental. Pero, por un capricho acústico, en la pieza de Ana reinaba el más absoluto silencio.

- Atienden de tarde -le gritó la vecina de enfrente.

- Conchisumadre, voy a tener que volver venir a la tarde -se dijo el Dos. Y salió rengueando hacia la parada para ir a su trabajo de manguero céntrico. Eligió el 207. Le dieron un asiento apenas subió y se quedo profundamente dormido. Se despertó puteando cuando el bondi doblaba por 3 de Febrero; se había pasado seis cuadras.

- Que día de mierda -se dijo bailando el cha-cha-chá por calle Mitre, rumbo a la peatonal.

Fue aquel sin duda un día de mierda. No logró encontrar a Ana, se quedó dormido en el bondi, lo cargaron más que nunca por su renguera y encima estuvo, toda la mañana y parte de la tarde tirado en la peatonal mangueando, para recaudar solamente tres lucas. Que le dió una sola vieja a la salida del banco.

El problema con él era que si bien era un desgraciado en todo sentido, su cara de turro neutralizaba la lástima que su renguera debía provocar. Además, la situación económica hacia de todo ciudadano un ser digno de lástima y nadie estaba para andar haciendo beneficencia. Muerto de hambre invirtió la guita en comprarse dos turcas y siguió mangueando a la espera de conseguir para el colectivo de regreso. A eso de las seis y media decidió cambiar la zona de mangueo porque en la peatonal no pasaba nada.


Crepare en Rosario una tardecita”


Subió por Mitre hasta San Luis para ir a manguear a la plaza del Bernardino Rivadavia. Ya en calle San Luis caminó desde Mitre hasta Sarmiento. En su mente comenzó a dibujarse el recuerdo de la tarde del accidente. Todo parecía igual, solo él estaba distinto.


Cruzando una calle me desvaneceré”


Fue a cruzar, para agarrar la vereda de la plaza, cuando por la otra vereda vió un maravilloso culo. Divinamente cubierto por un vaquero que lo realzaba hasta el colmo de la convexidad.


Será entre las ruedas de un puto taxista”


El taxi venía echando putas por Mitre y ya doblaba por San Luis. “Ese culo...” pensó el Dos, enloquecido, en el medio de la calle. Encontrándolo demasiado parecido al letal culo de la otra vez. Y en ese preciso momento, inquieta y rápidamente, giró la cabeza. Cuando vio el taxi lo entendió todo; era el mismo de la otra vez. Alcanzo a volver la vista al culo y se abandonó al destino.

El impacto fue tan violento que todo el mundo, en el mismo momento y en un radio de varias cuadras a la redonda, volvió la cabeza hacia el sitio donde ocurrió el accidente.

El auto lo levantó por el aire, lo volvió a agarrar en el asfalto, le pasó por arriba y le incrustó en el pozo de la frente la misma tuerca del mismo diferencial.

El taxista se bajó del auto, lo miró, lo reconoció y se agarró la cabeza con las manos:

- ¡Otra vez! -dijo.

Pero esta vez se cumplió su sino; murió definitivamente. Y tal como lo había presagiado y escrito:


Por mirar un culo "quebienseteve”.



En su casa, Ana, tuvo un sacudón premonitorio. Y bajo el puente, el Duque tuvo la misma sensación mirando la lata de dulce donde herviría fideos que más tarde no alcanzaría a terminarse solo.

Y en la calle San Luis, el camillero que lo despegó del asfalto le miró alucinadamente los ojos y exclamó: “¡mamita!”, con admiración. Porque grabado para siempre en sus retinas, el Dos se llevaba una última y formidable imagen: el impresionante y maravilloso culo de la muerte.

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