Escribiendo una novela on-line

Bienvenidos a la cocina de una novela. Dia a dia, encontraran publicado el refinamiento del material original de mi novela "Santana". Que lo disfruten.

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Location: Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas, Spain

Supongo que me parezco a lo que imaginan de mi mis lectores.

Saturday, June 18, 2005

Capitulo LI



Ya en la calle, el Dos decidió antes que nada constatar personalmente su estado patrimonial. A tal efecto concurrió (siempre bailando el cha-cha-chá), a las oficinas de sus ex-administradores.

- ¿De parte de quién me dijo? -repreguntó por cuarta vez, irritado el recepcionista.

- Del Dos dígale -repitió modulando las palabras.

- Si… lo busca un señor... ¿Dos me dijo?

El Dos asintió con un gesto.

El recepcionista escuchó unos instantes atentamente. En un momento dado reprimió una pequeña carcajada y luego colgó. Finalmente levantó la vista y le dijo sonriente:

- Los señores no están... han ido a Europa por negocios... pero me han dejado algo para usted, espere un momentito, por favor... -y se levantó para meterse en una puerta lateral. En unos minutos salió con un sobre y se lo entregó, con una sonrisa rutilante.

- Según me han dejado dicho, estos documentos respaldan a la empresa por haber cedido sus bienes a su socio el señor... -se interrumpió tratando de recordar el nombre.

- Hijo de puta... -lo ayudó el Dos- el señor hijo de puta...

Manoteó el sobre con avidéz. Saco las fotocopias y ya se disponía a leerlos cuando el recepcionista, siempre sonriente le dijo:

- ¿Podría leerlos en la calle?, por favor...

- ¡Anda a la puta que te parió!... ¡pensar que hace seis meses te podría haber hecho echar! -le espetó el Dos furioso. Pero la ira le hizo ininteligible la puteada y terminó ampliando la sonrisa del empleado.

Indignado pegó media vuelta y encaró para la puerta. Los nervios y el desplante le agudizaron el rengueo feroz que lo acosaba. A sus espaldas, mientras salía, escuchó la risita malvada del recepcionista.

No pudo aguantar ni a llegar a un bar. Leyó los documentos en la puerta misma de sus ex-administradores, y en el medio de la vereda estalló en una kilométrica puteada. Le agarró tal ataque de furia que destrozó los papeles con las manos y los dientes y ya lo rodeaban algunos curiosos cuando rengueando como nunca salió disparado a buscar a María.

Tomó un colectivo a dos cuadras de allí y (ventajas de su nuevo estado), una vieja le cedió el asiento. El viaje se le hizo insoportablemente largo. Cuando llegó, tocó el timbre y no pudo esperar a que parara; se tiró del colectivo en movimiento. Si no era por un arbolito que lo atajó, se mataba. Como en una maratón (de parapléjicos) llegó en un santiamén a la puerta de la casa de María.

Tocó timbre casi quince minutos. Rojo de ira apretó el botón y se extravío en sus pensamientos criminales con el dedo apretado. La vecina de al lado fue la que lo volvió a la tierra.

- ¿A quién busca?...-preguntó con voz de pito. Y sin esperar respuesta exclamó- Ya no vive nadie acá. Además… nunca tuvieron luz.

El Dos largó el timbre.

- ¿Como que no vi...? -preguntó recontragangosamente.

- ¿Qué dice? No le entiendo -la vecina frunciendo el ceño.

- ¿Cómo que no vive nadie? -reiteró esta vez pausadamente.

- Ah, se fueron... la mujer que vivía acá se fue hace como tres meses...

- ¿Adonde?

- ¿Que se yo?, no lo sabe nadie... -lo miro de arriba abajo- usted es de esos que clavo el marido, ¿no?... han venido de a montones...

La casa de los viejos de él”, pensó el Dos y sin contestarle se fue bailando el cha-cha-cha hasta la parada de colectivos.


La casa de los viejos de él lucía un cartel de “próximo remate judicial s/base”. Tocó el timbre totalmente al pedo porque tampoco vivía más nadie. Se enteró, como corresponde, por la vecina de al lado.

- No. No viven más acá... el hijo les patinó todo... los viejos le habían puesto la casa en garantía y mire como terminaron, ya los desalojaron y ahora se la rematan... tengo entendido que a los suegros de él les pasó lo mismo... un verdadero tránsfuga resultó el Manolito… ya de chiquito se notaba que iba a ser hijo de puta…

Con un gesto perturbado, como extraviado, el Dos empezó a renguear. Semidestruido, repasó en la mente los lugares que le quedaban para ir. Descartando la casa de su viejo, quedaban su bulín de Barrio Martin y tal vez, porque no, la casa de Ana.

Palpitando lo que iba a pasar, se dirigió primero al bulín de Barrio Martin.

Apretó el portero y cuando escuchó que atendían, el corazón le dió un respingo.

- ¿Hola? -Dijo una voz que no era la de Manuel.

Como la voz gangosa del Dos era inentendible desde el portero, el nuevo dueño, gentilmente, lo invitó a subir. El tipo estaba en slips y lo atajó en la puerta previniendo que la visita no se prolongara demasiado. El Dos lo acribilló a preguntas. En vano el tipo le pidió que se tranquilice.

- No, no se lo compré a su socio... se lo compré al banco... -explicó el tipo ante la requisitoria ansiosa del Dos.

- ¿Al banco?...

- Si... el que era su socio sacó un crédito de un palo verde y rajó... por lo que me dijo el gerente puso a medio mundo en garantía y los acostó a todos...-sonrío el tipo- ¡flor de pescado!...parece que rajó a Miami... no lo agarran más...

El Dos se sintió desfallecer. En ese momento vió por la hendija de la puerta entreabierta, una rubia escultural que pasaba desnuda. El Dos se sostuvo de la puerta del ascensor; era la rubia platino que se había levantado pocos días antes del accidente.

- ¡Marisa! -La llamó el Dos. La mina se acercó a la puerta.

- Hola nena... que, ¿no te acordas de mi? -le pregunto el Dos, casi suplicante.

- Ah, si, ¿que tal?... me entere de lo que te pasó... ¿como estás? -dijo la mina con gesto impresionado y sin esperar respuesta le ronroneó algo al oído del nuevo dueño de casa.

El tipo lo miró al Dos, sonrío, le guiñó un ojo y le dijo:

- Usted comprenderá...

- Espere, espere, una cosa más, por favor… ¿como la conoció a Marisa? -Le preguntó.

El tipo sonrío con un gesto deslumbrado.

- ¡Es increíble, pero me vino con el departamento!… un día siento la cerradura y veo que se mete... es una loba, nunca se lo voy a agradecer lo suficiente -completó feliz, poniéndole la mano en el hombro.

Cierto, le di la llave”, recordó el Dos.

El tipo lo despidió sin más y cerró la puerta con urgencia.

Trastabillando, el Dos, llegó a la vereda. Eran las siete menos cinco de la tarde. Dijo con la voz quebrada:

- ¡Hijo de puta!...¿y ahora de que voy a vivir? -y se puso a llorar contra la pared. Se fue derrumbando en la vereda y quedó en cuclillas apoyado de espaldas sobre el mármol de su ex-edificio.

El destino se encargó de responderle: Una señora gorda que pasaba con un carrito del supermercado lo miró, metió la mano en el monedero y le tiró un billete de cinco lucas.


Wednesday, June 15, 2005

Capitulo L



En el barrio la gente estaba acostumbrada al desfile de monstruos. Los vecinos se reían y hasta se cargaban diciéndose frases del estilo de “callate que vos el jardín de infantes lo hiciste con Doña Ema".

Pero una tarde calurosa de verano, una vecina de casa por medio con la de Ema se acercó para pedirle hielo, porque tenía rota la heladera. Golpeó fuerte la puerta, pero tanto Ema como Ana, encerradas en la sala de masajes, no escucharon los golpes.

La vecina siguió golpeando y de tanto insistir el visillo se abrió. Y entonces no pudo creer lo que vieron sus azorados ojos:

El macrocéfalo jugaba a tirar para arriba a Rubencito como a una pelota. El parapléjico, entretanto, estaba tumbado, cagado y lleno de moscas en el piso. Sobre el césped los cuatro mogólicos, como una orquesta, estaban frente a sus atriles, ejecutando su remanida sinfonía para cuatro porongas y salpicando con lechazos al autista girasol. Horrorizada salió corriendo y al día siguiente, en todos los rincones del barrio no se hablaba de otra cosa. En el almacén, a hora pico, la pusieron a la de la casa de al lado a contar lo que su lindera había visto y la pobre mujer, con público numeroso y presa de la tentación de impresionar, se largó conque los mogólicos se culeaban entre si, que Ana y Ema hacían menage a trois con el macrocéfalo y que entre todos torturaban al parapléjico y al de la canastita. Dos días después caían la televisión y la prensa amarilla a golpear la puerta de la casa de Ema.



Ana fue la primera en enterarse, dado que Ema estaba de guardia. Sintió el acostumbrado quilombo en la puerta y fue a abrir pensando que eran sus tarados. Pero se encontró con un conglomerado de cámaras fotográficas y de televisión que la fusilaron con fotos y preguntas del tipo “¿es cierto que aquí se hacen orgías con deficientes? ¿pertenecen a alguna secta religiosa? ¿es cierto que filman las orgías y las exportan? ¿hacen trash-movies? ¿Es cierto que...”.

Más atrás, en una segunda línea, un grupo de vecinos indignados le gritaba: “¡desgenerada!, ¡guacha puta!”.

Ana no supo lo que pasaba, y con esa cara salió en la televisión, cerrando de golpe la puerta a la prensa.



Ema tuvo el primer indicio por la madre de Ana. Estaba en la guardia, ya sobre la hora de salida, cuando esta la llamó por teléfono. Apenas levantó el auricular, Ema escucho una confusa sarta de puteadas sobre un fondo de partido de fútbol a todo volumen.

¡Bajá la televisión, viejo!” gritó “la dejada esa” casi al borde de la afonía. Pero el mirador de fútbol no le dió la menor pelota. “La dejada”, continuó.

- Escucháme bien...”la toma Scutuli”...la vi a la hija de puta de mi hija... “avanza hasta el área”...en la televisión...”se la pasa a Pedoja”...y me quise morir de la vergüenza. Acá en mi barrio no se habla de otra cosa... “la toma Pedoja”...quiero que le digas a la yegua esa...”increíble, el arquero ni se prepara”...a la degenerada esa...”peligro de gol, peligro de gol”...que donde la agarre la mato...”patea Pedoja”...la reviento ¿me entendiste?... “¡inaudito, el arquero se esta rascando un testículo mirando para otro lado!”...hija de mil putas...”goool goool goool”...y la reputa madre que te reparió...”goool, gool, goool, gool, la hinchada esta enfurecida contra el arquero.”...y vos también andate a...”Miles de gargantas gritan:”...-y aquí se unieron en coro la hinchada con la madre de Ana: !LA CONCHA DE TU MADRE! !Click!

Ema, como Ana en su momento, no entendió nada. Pero atinó a correr hacía el televisor del segundo piso. El aparato estaba en una pieza donde agonizaban dos viejitos decrépitos. Ema entró hecha una tromba y prendió, el aparato, a todo volumen. Los pichones de fiambre, al escuchar el aturdidor artefacto, pusieron rostros desencajados de horror. Intentaron quejarse, pero débiles como estaban no lograron hacerse oír.

En la pantalla pasaban el flash donde aparecía Ana cerrando la puerta con cara de “¿que?”. La imagen se cortaba y pasaba a un primer plano de Alfredito con un micrófono en los labios. La periodista le preguntaba con tono indignado:

- ¿Vos sos cliente de esta casa?

El pavote de Alfredito se babeaba balanceando la cabeza de arriba abajo.

- Aaaaaauuu, uuuaaaaaa, oooooiiiiiii....

- ¿Es cierto que se la pasaban de orgía en orgía?

- ahahahahahahah, uuuuuueeeee, auauauauauaua...

Ema horrorizada sintió como un calambre en el corazón. Mientras, en las camas, los viejos se convulsionaban agonizantes.

- ¿Vos fuiste obligado a mantener relaciones homosexuales con otros oligofrenicos?

- eieieieieieieieieiie.

- ¿Es cierto que los filmaban?

- uuuuuuu, ououououou, oooooo

Ema se llevó la mano al pecho con un gesto de desesperado dolor. Entretanto, detrás de ella, sin gritos ni contorsiones y sin que nadie se entere, fallecía uno de los dos viejos. Justamente el que estaba más cerca del televisor.

En la pantalla, la imagen encuadraba el rostro indignado de la periodista.

- Como ven ahí en estudios, esta totalmente confirmada la sospecha de perversión en esta suerte de casa de masajes para deformes e infradotados... enseguida vamos a tratar de entrevistar a algún otro de los clientes, para ampliar los testimonios... ¡adelante en estudios!

Ema se apretó el pecho.

Retomaba el diálogo un tipo en estudios y anunciaba:

- En instantes nada más, toda la información sobre el caso que hemos titulado; DEPRAVACION EN LA CASA DE MASAJES PARA ENGENDROS.

El otro viejo, con una mano temblorosa estirada hacia el televisor, seguía los pasos de su compañero de pieza. Dejando sobre la cama, un manojo de huesos que, con ojos desorbitados, se fué helando frente la pantalla asesina.

La cámara adelantaba imágenes de la continuación de la entrevista donde la periodista le observaba los documentos a Alfredito y ponía una cara de inaudita sorpresa.

Ema entonces, después de dos sacudidas espasmódicas, sintió como una puñalada en el corazón y estrujándose con las dos manos su magra teta izquierda, se derrumbó en el piso. Otra puntada más fuerte que la anterior la sacudió ya en el suelo y falleció también de cara a la tevé. En el preciso instante en que el director del nosocomio atendía en su casa el llamado del ilustre padre de Alfredito que en forma perentoria y lógica, aunque tardía, preguntaba por Ema.

En el televisor apareció una oportuna tanda publicitaria.

- Haga con nosotros su último viaje... confortables cajones, excelente servicio, nichos y panteones de todo precio... aceptamos tarjetas de créditos... vuele con al más allá LASTTOUR... salidas todos los días... LASTTOUR...-insistió el locutor por última vez para sugerir- ¡Antes de morir, llámenos!

Los tres potenciales clientes miraban la pantalla sin pestañear. Y la inescrupulosa tanda publicitaria se reflejaba en sus pupilas vidriosas y rígidas, sin ningún respeto por la muerte. Convirtiendo a esos tres cadáveres en perfectos espectadores de la caja boba. Y también en un patético símbolo del poder devastador de la televisión.

Tuesday, June 14, 2005

Capitulo XLIX



- Muy bien, señor, llego el día.

- Si, así es -dijo el Dos revisando su aspecto frente al espejo.

- ¿Como estoy? -preguntó sin dejar de mirar.

- Muy bien. En serio.

- Yo también me veo bien -coincidió casi contento. Su mirada se depositó en el agujero en forma de bulón sobre la frente -. Lástima esto...

- Podría taparlo muy bien con un bulón de media pulgada.

- Parecería Frankenstein.

- Le daría un toque personal.

- Estoy un poco rotoso, ¿no?

- Si, pero así le quedo la ropa. Y encima hubo que refregarla mucho...

- Comprendo.

- Lo vamos a extrañar -dijo ella con sinceridad.

- Si, pasó mucho tiempo...

- Más de cuatro meses...

El Dos asintió con un gesto. Luego se hizo un espeso silencio. El no parecía tener ningún apuro. La enfermera rompió el silencio.

- Bueno, salga. Ahi afuera lo espera el mundo.

El Dos asintió con una semisonrisa, se volvió de espaldas quedando frente a la puerta y manoteó el picaporte. Con la manija en la mano se quedó estático, sin salir, ni volverse.

- Señor... -musitó la enfermera.

El Dos no contestó.

- Señor, ¿que pasa? -Insistió suavemente.

Una voz gangosa y angustiada contestó finalmente:

- Tengo miedo...

- Cht... -emitió la enfermera, chasqueando la lengua como restando importancia al asunto.

El Dos se dio vuelta. Su rostro estaba demudado. Las mejillas pálidas, la barbilla temblorosa, los ojos brillosos. Como al borde del llanto.

- Tengo miedo, señorita... tengo miedo de salir... ¿que mundo me puede esperar? -preguntó con angustia.

La enfermera, que le había cobrado afecto, sintió que se le estrujaba al alma. “Un mundo de mierda”, pensó, pero no lo dijo. En lugar de eso puso un tono enérgico y preguntó:

- ¿Sabe cual es nuestra mayor cualidad?

El Dos negó con un gesto.

- La capacidad de acostumbrarnos. Yo sé lo que le digo, estoy cansada de verlo. Al principio todo es terrible y después es parte de la vida. Dentro de un tiempo usted descubrirá que hay muchos mundos... que usted antes vivía en uno y que ahora debe cambiar a otro... pero que sigue habiendo un lugar para usted.

El Dos hizo una mueca triste.

- ¿Un lugar para mi? ¿a qué le llama un lugar? ¿usted aceptaría salir con un tipo como yo? ¡dígame la verdad!

- No.

- ¿Vio?

La enfermera sonrió.

- Es lo que le dije antes... yo, para usted, ya soy de otro mundo.

El Dos se quedo viéndola, luego asintió y abrió la puerta. Se asomó al pasillo desierto y empezó a caminar. La cintura se le quebraba. Recordó las indicaciones del rehabilitador y las puso en práctica. Debía equilibrar con los brazos y acompañar con el cuerpo con un movimiento de sube y baja. Como bailando el cha-cha-chá.

Monday, June 13, 2005

Capitulo XLVIII



De vez en cuando a alguno de los monstruos lo dejaban a pasar la noche. A Alfredito, por ejemplo, la familia lo depositaba cada vez que tenían visitas importantes. Esto es, cada dos por tres.

Sus aristocráticos padres, prescindían de su vergonzante presencia como quién barre la mugre bajo las alfombras. Luego que la visita se iba, el chofer y el auto pasaban a buscarlo y Alfredito volvía a estar arriba de la moqueta.

A Oscarcito también comenzaron a dejarlo, pero fue varias semanas después de que Ana empezara a trabajar con Ema. Y fue, es oportuno aclararlo, por expreso pedido del propio Oscarcito. Que pese a que no hablaba, sabia hacerse entender.

La primera vez que se quedó a pasar la noche fue casi dos meses después de que Ana se instalara allí.

Anochecía y recién se había ido el penúltimo bobo. Estaban las dos masajistas tomando mate en la galería, mientras Oscarcito echado al lado de Ana, jugaba con su bragueta. Ana miró la hora y le comentó a Ema.

- Ché, que raro... no lo vinieron a buscar a Oscarcito.

Ema sacó la bombilla de entre sus labios y contestó:

- No. Se queda a dormir. Me olvidé de decirte. Me contó el viejo que está tan enloquecido con vos que lo tuvo que dejar.

- Es divino -comentó Ana palmeándole la cabeza y el bobo rió guturalmente- Le podríamos decir al padre que lo deje también los sábados y domingos... -propuso.

- No, nena, dejalo en su casa, nomás. Nosotras vamos a dedicarnos a vivir tranquilas por lo menos dos días a la semana. Hace dos meses no los podías ni ver, ¿y ahora los querés tener sábados y domingos, también? -Exclamó Ema asombrada.

Ana sonrió con satisfacción.

- Cierto, che. Me acostumbré bastante rápido, ¿no?

- Claro... te dije que te ibas a acostumbrar -le recordó-... y menos mal que te acostumbraste. Porque con vos la pegué... es al pedo, pero dos cabezas piensan más que una. Tantos años soportando los quilombos de estos guachos y nunca se me ocurrió lo de los atriles.

- Y bueno... es mi maravilloso cerebro... -se ufanó Ana.

Ema se puso de pie y la miro burlona.

- ¡Esa idea la pensaste con las tetas!

Ana rió también. Ema miró los atriles, chupó de apuro el mate y dijo:

- Bueno... hablando de los atriles… los voy a ir guardando así entramos a comer.

- Esperá que te ayudo -dijo Ana y se puso de pié. Tras ella, salió Oscarcito.

- Dejá, ¡vení Oscarcito! -lo llamó Ema súbitamente inspirada.

Y apenas llegó, ni lerda ni perezosa le enchufó todos los atriles encima. El pobre bobo encima se reía.

- Lleválos adentro... ¡vamos!

Diligente Oscarcito los depositó en la piecita de los masajes.

- Y pensar que dicen que son como animales... ¡a un perro no lo podés hacer laburar! -razonó Ema, viéndolo ir trastabillando por el peso que cargaba.

- A Oscarcito solo le falta hablar... -exclamó Ana con orgullo.

- Menos mal que no habla. Sabés la de boludeces que diría -razonó Ema.

- ¡Si, toma! ¡Mira que vivo que es! ¡mirá como se dio cuenta!...No los puso ni en tu pieza, ni en la mía, ni en la cocina.

- ¡Es una luz! -exclamó Ema con una carcajada.

- Más boludo es el tuyo, que lo único que sabe hacer es encerrarse en el baño... -le contestó Ana con fingida indignación, imitando la cara de boludo de Alfredito.

Así entraron contentas a la cocina. Ema empezó a pelar papas y Ana a leer el diario. Oscarcito, al lado de Ana se dedicaba a papar moscas.

- ¡Puta ché, que diario de mierda!... ¡no tardás cinco minutos en leerlo! -dijo haciéndolo un bollo y tirándolo de emboquillada al tacho donde Ema ponía la cáscara de las papas.

- Si, pero sirve para envolver la basura... por eso lo compro. Prendé el televisor, a ver que hay -sugirió Ema.

Ana se estiró hasta el botón del encendido e instantáneamente apareció la pantalla en blanco y la voz del locutor que anunciaba:

- “...y ahora en el espacio cedido a los partidos políticos para la difusión de sus respectivas plataformas, hará uso de la palabra el candidato a la intendencia en las próximas elecciones por la lista 3333”, la pantalla permaneció en blanco unos segundos más y luego, súbitamente, apareció la cara de un tipo de gesto apremiado que alcanzo a decir "conciudadanos, nosotros los verd..." y luego la imagen, fugaz, se cortó. Enseguida retomó el conductor para decir:

- “...finalizado el espacio de la lista 3333 hará uso ahora de la palabra el excelentisimo candidato a las elecciones municipales por la lista 2222...”.

Acto seguido apareció en pantalla un tipo cargado de hombros, de mandíbula prominente y gruesas cicatrices surcándole la cara. Completaban la aterradora imagen un parche en un ojo y una mirada huidiza de buitre en el que tenía sano. La cámara lo sorprendió cuando se tapaba un orificio nasal y aspiraba ruidosamente por el otro. Cuando vio la luz de "en el aire" prendida se acomodó en la butaca y leyó su discurso sin levantar la vista del papel.

- "Conciudadanos... en los últimos días ha aparecido el señor candidato e la lista 1111 (ha quien reiteradamente he acusado de corrupto-insaciable), agitando una fotito trucada donde aparezco robándome una máquina de escribir de la intendencia... ¿Qué puedo decir?... Es realmente penoso que en vez de admitir su desmedida y malsana ambición, intente ensuciar mi buén nombre y honor. Yo, queridos votantes, no quiero llegar al poder para robar vueltos o máquinas de escribir o para quedarme con el diez por ciento de algún negociado menor. No queridos conciudadanos, les soy sincero. Yo quiero atraer los verdaderos capitales que harán florecer nuestra urbe... -miró con atención el papel donde evidentemente tenía una marca de elevar el tono y prosiguió con énfasis- ¡y con su voto lo voy a lograr!… ¡conciudadanos!, sabemos que sin capitales privados no vamos a salir adelante y permítanme aclararlo, yo no hablo de chirolas. Yo estoy hablando de millones y millones de dolares. Yo los consigo sin duda alguna... sobre está base es que no me cabe duda de que ustedes sabran votar el progreso y el tren que lleva al futuro y no al triste coimero de la lista 1111 o al infelíz de la 3333... ¡nada más y muy buenas noches!

Desaparecía el tipo y aparecía un corto publicitario donde se mostraba un callejón sórdido y un hombre flaco y andrajoso con un cartelito que decía "pasado" que caminaba por ahí. De repente frenaba un auto, se abría una puerta y bajaba un tipo de espaldas a la cámara que pelaba una tartamuda y ametrallaba sin misericordia al lastimoso "pasado". El pobre andrajoso se destártalaba en el aire bailando la música lúgubre de la ametralladora, hasta que se vaciaba el cargador. Luego salía una voz en off que decía; “Para asesinar al pasado, hágase cómplice del futuro” y el tipo que estaba de espaldas se daba vueltas y no era otro que el candidato de la 2222 que soplaba el caño humeante de su ametralladora y guiñando un ojo a la cámara recomendaba. “¡Yo soy el futuro!, ¡Hágase mi cómplice!”.

- A mi me gusta este candidato... se lo ve con cojones -adhirió Ema.

- No, yo prefiero al de la lista 1111...por lo menos te canta la justa. El tipo ya avisó que se chorea el diez por ciento...

- Si te dijo el diez anotá el noventa… pero ma’ si, a comer. Si en definitiva, gane quien gane seguro nos va a cagar... -concluyó Ema con sabiduría.

Ana se levantó a buscar los platos.

- Ché, a Oscarcito le ponemos el de plástico, ¿no?... -y volviéndose al pavote que seguía en la más absoluta babia le preguntó melosa- ¿donde te queres sentar?

- No, ché. Que coma en el piso...-se apresuró Ema-, eso si me da un poco de asco... se babea... -explicó.

Ana lo miró. El pobre bobo la miraba con la misma expresión desolada que recordaba en Esteban.

- Ché, pobrecito... -protestó Ana. Y como recordando algo agrego- ¡ah, me olvidé de contarte!

- ¿Qué?

- El otro día fuí a levantar el atril de él y me encontré una foto distinta.

Ema la miró intrigada.

- ¿Cambio el solo la foto?

- Y si. Yo no se la cambié.

Ema se rió con ganas y dijo.

- Y bueno, es lógico, se habrá cansado de cojerse siempre a la misma.

Ana rió también.

- Si, pero lo más lindo es que no era de una mina en pelotas.

- ¿Y de qué era?

- De una pareja abrazada. Se ve que la recortó el mismo de una revista. Por los bordes…

- Pero mirá vos -exclamó Ema asombrada.

- Si, ¿y a que no sabés lo que hizo cuando lo vi?

- No, ¿qué?

- Me señalo a mí, se señaló él y señaló la foto.

- ¿Pero que me contás? -riendo- ¡se enamoró de vos el paparulo! ¡y mirá que tiene que ser paparulo para meterse con vos! -se burló.

- Si, vos reíte, pero a mi me asombró, ché.

- ¿Y ahora se hace la del mono con esa foto? -preguntó Ema intrigada.

- Si. Y eso es lo notable. Lo excita más esa foto que la de la mina que se metía los dedos en la cotorra.

Ema se encogió de hombros.

- Es un sentimental.

- Y vos que me lo querés poner a comer en el piso. Pobrecito.

- Bueno, dale, ponélo en la mesa si querés. Pero allá en la punta, al lado del televisor.


Mientras comían le contó una historia del autista a quién llamaban “El girasol” porque se pasaba el día mirando de lleno al sol y girando, consecuentemente, de oriente a poniente.

Después de la sobremesa se fueron a acostar. Y a Oscarcito intentaron ponerlo a dormir sobre una frazada, en la piecita de los masajes. Pero no hubo caso, quería dormir con Ana. Así es que en vez de dormir deambulaba por la galería llorando. Después de unos minutos, conmovida, Ana le abrió la puerta y lo dejó acostarse, felíz, al pie de su cama.

Luego que cesaron los llantos, se quedó profundamente dormida y tuvo el segundo sueño premonitorio:

Soño que la puerta estallaba y que un montón de seres horrendos entraban a su pieza. Los monstruos no eran sus clientes, sino seres más deformados todavía. Ana, en el sueño, tenía miedo, pero ninguno de los monstruos se le acercaba. Solo se quedaban mirándola. Sus rostros parecían amenazantes en su deformidad pero sus miradas irradiaban una profunda tristeza. Estaban así en silencio hasta que de repente se abrían todos en abanico, dejando paso a uno que era el más monstruoso y repugnante de todos. Este miraba a Ana con ojos desafiantes y le preguntaba con eco:

- ¿Nos querés? ¿Nos querés? ¿Nos querés?

Y Ana increíblemente le contestaba:

- Si.

Entonces, la mirada del monstruo se iluminaba y las palabras le salían en torbellino:

- ¡Entonces queremos amar! ¡todo el mundo nos tiene asco! ¡si nos querés, amanos! ¡Amanos! ¡Amanos!

Ana, no podía creer lo que escuchaba. Sin poder contener la náusea, retrocedía y le gritaba:

- Nooooooooo... eeesoo nooo... nooooo -con una voz insólitamente estirada.

La cara del monstruo, entonces, trasuntaba una inaudita tristeza. Con los hombros caídos, asentía en silencio y dándose vuelta salía cabizbajo de la habitación, seguido tristemente, en cortejo, por todos los demás.


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