Escribiendo una novela on-line

Bienvenidos a la cocina de una novela. Dia a dia, encontraran publicado el refinamiento del material original de mi novela "Santana". Que lo disfruten.

Name:
Location: Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas, Spain

Supongo que me parezco a lo que imaginan de mi mis lectores.

Thursday, June 23, 2005

Capitulo LV



No la encontró en ninguno de los dos lugares que tenía para buscarla, esto es; ni en el hospital, ni en la casa de los padres.

En la casa de los padres de Ana no tuvo mayor suerte. La “dejada esa” le dijo que ya no tenía nada que ver con su hija y que no tenía idea de donde estaba, ni lo quería saber. Y que se fueran, él y ella, a la puta madre que los reparió. El motivo de la puteada fué que no lo reconoció (si nunca lo había conocido) y pensó que ese parapléjico que tenía enfrente sería uno de aquellos de cuando el escándalo.

Ya estaba cerrándole la puerta en la cara cuando lo miró y vió en sus ojos tanta amargura y ansiedad que, increíble y fugazmente se conmovió. Como al pasar le dijo:

- Se que vivía con esa puta que trabajaba con ella... Ema, se llama.

Allá al fondo, en la cocina, atronaba el televisor con su eterno partido de fútbol.

- ¿Y donde vivían? -preguntó entusiasmado el Dos.

- No se... ni idea... -respondió tajante. Y le cerró la puerta en la cara.

El Dos, entonces, se fue rengueando hacia la parada de colectivos, rumbo al hospital.


En el hospital no reconoció a nadie. Habían cambiado las autoridades y él por el nombre solo recordaba a Ema. Le preguntó a una enfermera con cara de puta que deambulaba por ahí y la tipa se rascó la cabeza, dijo “Ana Santana, Ana Santana”, se golpeó la frente, “¿una tetona?”, preguntó colocando las manos abiertas y con las palmas hacia el pecho. El Dos asintió esperanzado. “¡Si, ya me acuerdo!, renunció un poco después de que yo entre. ¡Por eso no me acordaba!, hace como un año que se fue”, exageró y encogiendose de hombros agregó, “pero no, ni puta idea de donde este trabajando”. Cuando preguntó por Ema se enteró de que había muerto.

La soledad demuele cualquier espíritu, afloja el alma más dura. Cuando el Dos salió de ese hospital donde confirmó que había perdido tal vez para siempre el rastro de Ana, en la vereda misma, se puso a llorar. Y maldijo aquella tarde lejana cuando la dejó retratada para siempre en el retrovisor de su opulenta cupe roja.

Desahogado por el llanto, decidió luego que, ya que estaba relativamente cerca, iría a la clínica donde lo habían curado para preguntar si podían darle algunos masajes, porque se sentía muy rígido en las articulaciones. Y hacia allá se dirigió, bailando su eterno cha-cha-chá.


- Lo lamento, pero gratis no... su tratamiento ya terminó y se le dió el alta...la atención post-alta es otro servicio...

Le informó con voz impersonal, una enfermera de la administración.

- ¿Pero que voy a hacer?...-preguntó con desesperación- no tengo plata y necesito los masajes... no estoy bien, me parece que cada vez camino peor...

Y la miró con esa mirada desgarrada que había logrado conmover a la madre de Ana. La enfermera pensó “pobre tipo” y se encogió de hombros. Y he aquí una impresionante burla del destino: El Dos ya rengueaba derrotado hacia la salida cuando la enfermera lo llamó.

- Pst, señor, venga.

El Dos se acercó y vió que la chica escribía algo en un papel.

- Vaya acá. Atienden casos como el suyo y por lo que sé, piden colaboración en lugar de honorarios. Así que algunos se atienden gratis... pruebe, a lo mejor... -sugirió encogiéndose de hombros.

El Dos le agradeció el dato y leyó en el papel; Damas Mendocinas 1789. La exacta dirección de Ana Santana. Miró la hora, eran las siete y diez de la tarde.

- Voy mañana -se dijo y salió rengueando hacia la vereda.

Algo es algo”, se dijo reconfortado y se alegró más todavía cuando pensó en los maravillosos fideos amasados al meo, que estaría preparando el Duque.

Capitulo LIV



Esperó a que estuvieran todos para contarles. Cuando no faltó ninguno los reunió en la galería, sacó el frasco de café instantáneo, lo puso respetuosamente sobre el piso, se alejó dos pasos, lo señaló y dijo:

- Chicos... ahí esta Ema.

Los mogólicos, el autista y el del cochecito ni se mosquearon. Pero los cerebrados pidieron explicaciones a los gritos. Ana sin ocultar las lágrimas que le saltaban de los ojos dijo un quebrado:

- Se murió chicos, si.

Y fue como si anunciara la largada de una maratón de llanto, porque, desde ese momento, todos los monstruos se pusieron a llorar también. Hasta los mogólicos, contagiados del estado de ánimo reinante, lloraban a moco tendido. Ana observó que cierta intuición, todavía funcionaba en ellos. Porque Alfredito no tenía consuelo. Corría de aquí para allá, se golpeaba contra las paredes y se revolcaba por el piso. Evidentemente entendía, por un camino distinto de la inteligencia, lo que había pasado con la única mujer que le había echo sentir amor. De madre si se quiere, pero amor al fin.

Y todos miraban su desesperación con un respetuoso silencio. Hasta que, Ana, decidió detenerlo para evitar que se siguiera golpeando. Trató de tomarlo del brazo, pero Alfredito se le escurrió y de un manotazo, agarró el frasco, donde reposaba Ema y con un movimiento rápido se zambulló en el baño. Cerrando con llave desde adentro.

- ¡Alfredito! ¡abrí! ¡abrí, Alfredito, dale! -le gritó Ana. Y todos los monstruos que podían hablar le gritaron también. Pero Alfredito no abrió.

Detrás de la puerta solo se sentían llantos y golpes sordos. Ana, preocupada, corrió entonces a buscar algo que le sirviera para hacer palanca y encontró un viejo cortafierro oxidado. Lo calzó entre la puerta y el bastidor y empujó con fuerza. La cerradura saltó con un ruido de maderas rajadas y la puerta se abrió dejando ver a Alfredito derrumbado en el piso, entre la bañera y el inodoro.

Lloraba silenciosamente y tenía en la mano derecha el frasco con las cenizas destapado. Ana se acercó con cuidado, se lo quitó de las manos y miró dentro; estaba vacío. Buscó con la vista las cenizas en el piso pero no vió ni rastros. Volvió la vista hacia Alfredito y notó, alrededor de sus labios, el tiznado color café de quién en vida se había llamado Ema.

Wednesday, June 22, 2005

Capitulo LIII



Debajo de un puente, en el gabin 14, cerca de la calle Sorrento. El Dos depositaba su mirada destruida en el humear de una lata de dulce que otro de los crotos había puesto al fuego para hacer un café instantáneo. Una radio spicker, desorchatada y mugrienta zumbaba apoyada en un cajón. Cantaba el varón del gotán; Julio Sosa.

Rechiflado en mi tristeza hoy te evoco y veo que has sido en mi pobre vida paria solo una buena mujer...”. Bramaba con ese vozarrón que enloquecía a los maricas.

- Ana... tengo que encontrarla, ella me va a perdonar... las minas siempre perdonan... le voy a escribir poesías y me va a perdonar... ¡si!

Y así diciendo se palpó nerviosamente los bolsillos y de un fondillo extrajo una virome reventada de calor. Arranco un cartón de una pila que estaba junto al cajón de manzanas y comenzó a escribir versos donde predominaban las palabras equivocación, arrepentimiento, perdón y amor. Febrilmente, inspirado por la desesperación, escribía y escribía.

Después de unos minutos escuchó el marcado acento ucraniano del Duque.

- Ya esta el café, ¿quiere?

Levantó la mirada, sonreía.

- Si Duque, dame uno y tomá un faso... -dijo el Dos extendiéndole una colilla larga y llevándose otra a los labios. El otro la recibió con agrado y le alargo un café servido en una lata de tomates recortada.

- No nos privamos de nada... -sonrió con orgullo el tal Duque, que era un viejo barbudo y canoso. Pese a los harapos y la mugre el viejo tenía una expresión aristocrática que resaltaba como un diamante en el barro.

- Gracias Duque...

Sentados en el piso bebían y fumaban. El Duque señaló el campo verde, y más allá una laguna, que se formaba por la acumulación de lluvias y donde croaban las ranas.

- Pucha que está lindo el día... dígame si no es una mañana preciosa...

El Dos asintió con un silencio contemplativo y en ese silencio quedaron unos instantes, hasta que (el propio Dos) luego de un ruidoso sorbo le preguntó a su compañero:

- ¿Porque te dicen Duque?

Sin inmutarse el croto respondió:

- Porque soy duque.

El Dos lo miró sin pestañar.

- Vladimir Ostovich Segundo, ese es mi verdadero nombre.

- ¿Que?

- Así es... mis padres escaparon de la revolución bolchevique... yo tenía un año entonces.

El Dos estaba anonadado. Dejó de tutearlo.

- Pero, ¿cómo?

- ¿Cómo qué?

- ¿Porqué esta así?.-titubeó- En la miseria.

- No se equivoque colega, -sonrió- yo no soy miserable... soy pobre nada más... tengo lo que necesito y carezco de lo que no me hace falta... -precisó.

- Si, pero su familia debe haber traído mucha plata... ¿o no?

- Si. Y la tienen todavía.

- Y ¿entonces?

El Duque sonrío.

- Usted no me entiende... yo elegí esta vida -recalcó-... siempre quise ser esto que soy... -dijo acomodándose la espalda- desde chico ya tenía la vocación... mamushka siempre cuenta que cuando yo era pequeño encogía el brazo como un lisiado y pedía limosna a todos los que venían a visitar mi casa... ¿no le parece eso una vocación?

El Dos no lograba salir de su asombro.

- Pero y su familia... ¿como lo tomo?

- Se lo podrá imaginar... además yo siempre había sido muy complaciente con mis padres… aprendí piano, tres idiomas e inclusive me recibí de medico como ellos querían... pero no se engaña una verdadera vocación... -dijo negando con un gesto- mi padre me puso una clínica y... -se interrumpió para preguntar- ¿a que no se imagina a quienes atendía?

- No -contestó el Dos encogiéndose de hombros.

El Duque sonrío.

- A los crotos. Pasaba horas con cada uno de ellos. Escuchando sus historias. Envidiándolos -confesó-. Los curaba cuando andaban maltrechos por algún accidente o alguna infección, siempre por pavadas, porque tenían (y tenemos) una salud de hierro. Y después se iban... con sus harapos y sus bolsas... y yo los veía irse con una mezcla de alegría y tristeza; como se mira un pájaro que sale de la jaula. Un día le dije a mi secretaria “no vengo esta tarde” y me fui para siempre. Así, como estaba vestido y con el dinero que tenía encima...

El Dos lo miro con admiración. El Duque continuó.

- ¿Sabe usted lo que es salir a la calle como salí yo aquella mañana?... ¡me dió vértigo la libertad!... ¡el mundo estaba ahí para que yo lo recorra!, sin horarios, sin urgencia. La vida por la vida misma, sin otro motivo... y me fui, sin dudarlo. Me acuerdo que entré a caminar por unas vías, riéndome como un loco, como borracho, pero de libertad.

- ¿Y nunca volvió, ni aviso nada a nadie? -El Dos perplejo.

El Duque asintió.

- Estuve muchos años sin volver... pero algunos años después, quise verlos y me decidí a visitarlos... Así fue que una noche, toque el timbre de la reja. Se encendió en seguida un farol del jardín que me encandiló e instantes después se asomó mi padre; mi padre era alto y delgado, muy autoritario... se puso su monóculo y me miró desde la puerta, a unos veinte metros, fijamente. Yo me quedé paralizado... “¿quién es, Vladimir?”, preguntó la voz de mi madre desde adentro... “¡Nadie, no es nadie!”, contestó él, tajante. Cerrando con firmeza la puerta.

- Pero a lo mejor se confundió. O no lo reconoció. O lo tomó por un croto cualquiera... -teorizó el Dos.

El Duque negó con tristeza.

- No. Sé que me reconoció. Además Lenin y Stalin, los dos daneses que teníamos y que eran muy bravos, en vez de ladrar me vinieron a lamer las manos. Pero yo no me anime a decirle nada. La figura de mi padre me infundía un respeto rayano en el temor... Así es que bajé la cabeza y eché a andar y entonces si... ya no volví nunca más.

- El no lo aceptó.

El Duque negó con una sonrisa triste.

- Todavía vivía en la corte de los zares...

- Aunque no fuera un Duque, para cualquier padre debe ser muy duro tener un hijo croto -afirmó sin convicción. Pensando que en realidad al suyo le daría lo mismo o hasta le gustaría.

El Duque se apuró a replicar:

- También es duro para un hijo ser otra cosa distinta de lo que en realidad es... representar toda la vida un papel que no eligió...

Luego de un silencio enfático, preguntó:

- ¿Sabe que fue lo que me hizo decidirme?

El Dos negó con un gesto.

- Una idea terrible y sencilla... Recuerdo que estaba en mi oficina, mirando por la ventana y pensé... “solo voy a vivir una vez”... y créame que eso bastó. Piense esa idea.. cuando uno la hace carne, y la comprende en toda su dimensión, no puede quedarse así como así, salvo que sea un cobarde... ¡solo se vive una vez! -repitió.

- Cierto... -admitió el Dos pensativo.

El Duque prosiguió:

- Nadie puede pedirle que renuncie a su vida. A mi, todos querían llenarme de responsabilidades; recíbete, cásate, ten hijos, trabaja... Menos casarme y tener hijos yo lo hice todo. Y me llené de úlceras y enfermedades de autocastigo. Yo no quería responsabilidades -explicó-, mi cuerpo las rechazaba. Las responsabilidades no son naturales -definió-... A uno lo convencen de que eso es ser un verdadero hombre y todas esas pavadas, pero es mentira. El hombre es un animal que tiene que tener libre albedrío. Y sino fíjese que apenas largué todo y me hice a esta vida, se me curaron todos los achaques. Hasta la ulcera, que no se me iba con nada. Y ahora gozo de perfecta salud pese a los fríos y las porquerías que como... ¿como me lo explica?

El Dos se encogió de hombros y el Duque continuó:

- El hombre es un animal más, no nació para este vida que se lleva hoy en día... dígame si hay algo más hermoso que comer una costeleta con las manos… o andar desnudo a la intemperie, como un animal... -y así diciendo, sentado como estaba sacó un pito arrugado y sucio y se hechó una meada sin levantarse, de costado. Parte del chorro le empapó la pierna. El viejo sonreía.

El Dos asintió sonriendo y terminó el café de un sorbo. Juntó los cartones con los poemas, les ató un hilo de nylon alrededor y se puso de pie para ir en busca de Ana.

- ¡Ah, conseguí harina!, -exclamó el duque- ¡Esta noche estamos de fideos amasados!

El Dos le miro las manos llenas de meada.

- No me los pierdo por nada del mundo... a las nueve estoy de vuelta, mi Lord -aseguró.

Sunday, June 19, 2005

Capitulo LII



Tocaron a la puerta. Dos golpes fuertes. Ana estaba durmiendo. Se incorporó en la cama súbitamente. Sentía la cabeza pesada. Se había acostado a la tarde (para que no la acosaran los periodistas desde los techos vecinos) y se había quedado dormida de un tirón. Ahora iba hacia la puerta preguntándose ilusamente: “¿Será Ema?”.

- ¿Quién es?

- Abra, traigo algo para usted -contestó una voz áspera.

- Pero, ¿quién es? -insistió ella.

- El chofer de Alfredito... es algo de parte del padre...

Ana abrió el visillo y recortado en el rectángulo vió el inmenso pecho del mamut que siempre manejaba el larguísimo auto donde traían a Alfredito. Abrió. El tipo traía un frasco y una carta; se los extendió. Ana los tomó con gesto de intriga, lo miró al tipo y luego los puso bajo la luz; el frasco era de café instantáneo. Lo miró al tipo como pidiendo una explicación.

- Es de parte del “Dotor”.

- Bueno... gracias... -sonrió Ana, encogiéndose de hombros.

- Listo -dijo el ropero y ya se iba cuando dobló en la esquina un auto que se deslizaba a baja velocidad. De la ventanilla delantera se asomaba el lente de una cámara fotográfica. La noche estaba tibia y estrellada. Corría un airecillo reconfortante. Las calles del barrio estaban vacías. Eran casi las once de la noche. El ropero metió la mano bajo el sobaco y sacó un fierro de exageradas dimensiones. Al mejor estilo californiano, apuntó. El tipo en el auto lo encuadró con la lente. El centro de la cámara y el eje del revólver se unieron por una línea invisible. El auto se deslizaba y los movía, solidarios como la raya de un radar. El tipo dentro del auto tenía el dedo en el disparador. El ropero con una expresión muerta en la cara afirmaba el gigantesco dedo contra la cola acerada del gatillo. El auto seguía. Ninguno se movía. Finalmente el auto dobló en la otra esquina. El ropero bajó el fierro y se volvió a Ana. Con una sonrisa torva le dijo:

- Sabe que foto carné le hago... -y se fue para el auto.

- Dele las gracias por el regalo. -Dijo Ana aún temblando por el incidente.

El tipo se volvió a mirarla. Sonreía con una mueca y pareció a punto de decir algo distinto de lo que finalmente dijo:

- ¡Que lo disfrute! -Le deseó con una risotada quejumbrosa, metiéndose en el auto.

Luego el coche arrancó y ella se metió en la casa. Fue hasta la cocina y puso el frasco y la carta arriba de la mesa. Miró la hora (once y seis) y pensó en Ema, en voz alta.

- Esta se debe haber enterado por la tele y se debe quedar en el hospital por los periodistas... Tengo hambre, me voy a hacer algo de comer.

Abrió la heladera y sacó un milanesa fría, vino y soda. Prendió la televisión y se sentó a verla. Había un noticiero local.

Dos locutores transmitían en estilo de ping-pong informativo:

- Continúan las remarcaciones de precios -sonreía la locutora- el gobierno ha decidido cambiar el sistema de numeración para colaborar con las extenuantes tareas de remarques del sector empresario. Desde la semana que viene se utilizara el sistema hexadecimal, que permite utilizar casi la mitad de dígitos que el decimal vigente a la fecha. Se sabe que poca gente lo entendería y así habría mucha menos preocupación por la inflación, con las ventajas macro-económicas que eso conlleva.

- ¡Carenciados no están solos! -exclamó otro locutor- Para colaborar con los sectores de menores recursos, el gobierno ha instituido el denominado Plan de Entierro Solidario, mediante el cual correrán por parte del estado los gastos de entierro de aquellos connacionales que fallezcan por hambre o desatención... ¡en buena hora! -exclamó mirando a su compañera- Una preocupación menos para nuestro maravilloso pueblo.

- Así es. Se habilita un nuevo sistema legislativo -sonrió la periodista- mediante este nuevo sistema los legisladores no necesitarán concurrir a las cámaras. Consta de una microcomputadora que emula el pensamiento vivo del legislador y decide en consecuencia con la misma respuesta. Demás esta decir que es absolutamente personal y gracias a este adelanto nuestra clase dirigente podrá emitir su voto desde cualquier playa del Caribe o la Polinesia... -coronó con una radiante sonrisa- su exiguo costo es de dos millones de dólares por equipo y ya ha sido votada la compra por unanimidad.

Retomó el tipo:

- En otro orden de cosas la primera dama solidarizándose con las peripecias económicas que castigan a nuestro pueblo a anunciado, en carácter de promesa solemne, dejar de utilizar ropa interior de encaje y donar el producto de este ahorro al hogar de Cabecitas Huérfanas...

- Mierda ni palabra del quilombo... -susurró Ana masticando un último bocado de milanesa.

La locutora pareció escucharla.

- Retomando la información transmitida en el día de ayer sobre el escándalo suscitado en el barrio Sarmiento de esta ciudad nos vemos en la obligación moral de aclarar que ha sido todo consecuencia de un lamentable equivoco. La poco felíz interpretación del comentario de un vecino disparo una serie de sospechas injustificadas sobre este verdadero hogar del discapacitado. Donde se cumplen tareas de rehabilitación de deficientes funcionales de todo tipo... -la cámara mostraba el frente desierto de la casa.- Hacemos propicia la ocasión, entonces, para desmentir los infundios que se han hecho circular al respecto y haciendo un mea culpa, la gerencia de noticias ha decidido dejar cesante a la periodista que cubrió para nosotros el evento. La causa; no haberse cerciorado previamente de la veracidad de las acusaciones.

- ¡Hijos de puta! -festejó Ana bebiéndose de un trago todo el vaso de vino y eructando a continuación- ¡Increíble!... ¡Cuando se entere Ema!

- Me voy a tomar un cafecito y a leer la carta del bacán este -se dijo poniendo la pava en el fuego. Sacó una taza y cuando estuvo lista el agua fue hasta la mesa. Abrió el frasco, sacó dos cucharaditas y las volcó en la taza, agregó el agua caliente y revolvio. Lo probó.

- Puaj, que café de mierda. Con toda la guita que tiene este hijo de puta y nos manda este café de mierda - comentó en voz alta agregándole más azúcar. Tomó otro sorbo desplegando la carta sobre la mesa. Estaba escrita a máquina y sin firma, decía:


Estimada Señora:

A raíz de los escándalos desatados en esa casa donde concurre mi hijo he debido tomar intervención para parar la investigación periodística. Ya todos los medios están avisados de apartarse del tema y algunos publicarán desmentidas. No se si para esta hora usted estará ya enterada del lamentable fin de la señora Ema, si no es así cumplo en informárselo; falleció de un ataque cardiaco esta misma mañana. Con respecto a esta irreparable perdida solo me queda expresarle mis condolencias y tranquilizarla respecto a que no deberá preocuparse por nada.

Para evitar un sepelio que hubiera llamado innecesariamente la atención me he tomado la libertad de ordenarle al director del hospital que la creme ahí mismo. Según me acaban de notificar así se ha hecho y consecuentemente he encomendado a mi chofer, retirar las cenizas antes de pasar por su casa para poder adjuntárselas con la presente.

Es mi deseo que se siga adelante con la labor que venían desarrollando, usted y la señora Ema y como la casa es de mi propiedad la pongo desde ya a su disposición por si usted deseara continuar con esa magna tarea.

Sin otro particular y agradeciendo lo que hace por nuestro hijo, me despido de usted saludándola con atenta admiración.”


Ana se quedó como atontada. Estuvo unos instantes con el entrecejo fruncido y luego, súbitamente aterrada, miró el pocillo de café y exclamó espantada:

- ¡Ema!

Para terminar gritando entre gargajos, lagrimas y vómitos:

- !Ahhggg, Ema querida, la puta que te parió!

Licencia de Creative Commons
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.